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El barco de Fefé tiene los días contados
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Paloma Barrientos

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El barco de Fefé tiene los días contados

Hace unos años le molestaba horrores que le llamaran así. Ahora se lo toma con cierta gracia porque se ha dado cuenta que cuanta menos munición

Foto: El barco de Fefé tiene los días contados
El barco de Fefé tiene los días contados

Hace unos años le molestaba horrores que le llamaran así. Ahora se lo toma con cierta gracia porque se ha dado cuenta que cuanta menos munición dé al enemigo -aunque sea en el aspecto frívolo- mejor para él. Incluso hay gente a la que conoce por primera vez que se dirigen a él con el ‘Fefé’ dichoso, pensando que es un apodo cariñoso. En estos casos ni tan siquiera deshace el entuerto. ¿Para qué?, se debe preguntar, si al final los periodistas siempre titulamos con el nombrecito de marras porque, la verdad, da mas juego. “Ni si quiera de pequeño me han llamado así”, me contaba él mismo hace años cuando se convirtió por un amor fou en personaje del colorín.

Eso le valió para darse cuenta de que en la vida es mejor ir de discreto que de rey del mambo. A diferencia de otros millonarios de sus mismas características ‘étnicas’ que suelen ir por la vida rodeados de matones-ahuyenta-periodistas, Fernández Tapias ha conseguido esa entente cordial con los paparazzis y los fotógrafos de la prensa del corazón. En este aspecto tiene mucho que ver su actual mujer, Nuria González, que antes de convertirse en su pareja llevó la comunicación de importantes diseñadoras. De hecho, ella misma fue comentarista de moda en revistas especializadas y programas de televisión. De trato amable, no ha perdido –como otras- la perspectiva de la vida y mucho menos ha tratado de maquillar biografía como Isabel Preysler, haciéndose pasar por descendiente directo de la pata de Babieca. Por si no lo recuerdan, el caballito del Cid Campeador.

El matrimonio Fernández Tapias no tiene casa en Mallorca como el resto de los amiguitos de la pandi, porque prefieren alojarse en el Nufer, un yate impresionante de cuarenta y ocho metros de eslora con el que recorren el Mediterráneo. Este año, la primera parada ha sido las Islas Baleares (Mallorca e Ibiza) y de ahí pondrán rumbo a la costa italiana. Aunque puede ser que prefieran quedarse en España por si surge algún percance como el que padeció el día en que nació su octava hija, segunda para Nuria. Fernández Tapias, que seguramente tiene muchos defectos, es aparentemente un hombre agradable de trato y excelente anfitrión. Por eso no es raro que convierta el Nufer en un hotel cinco estrellas al que muchos (Preysler, Boyer, Tamara, Ana, Ruiz-Gallardón, Mar Utrera...) se apuntan cuando empieza el verano. Una semanita ‘gratis total’ con marisco a granel y sin dar un palo al agua.

El Nufer tiene cuatro camarotes con sus cuartos de baño correspondientes, más una suite que ocupa el matrimonio. Ahora uno de los habitáculos de invitados se ha transformado en una especie de nursery para los hijos pequeños Iván y Carlota, más la tata de los niños. El resto del barco lo componen un esplendido salón con zonas para jugar a cartas, de lectura, de tertulia y un comedor de grandes dimensiones. Los colores dominantes son lo tonos claros. Del blanco de las tumbonas al crudo en todas sus variantes. En la parte inferior se encuentra la zona de servicio con lavandería, despensa, almacén, cocina, cámara frigorífica y camarotes para la marinería. En el tercer piso no faltan las barcas auxiliares para las excursiones playeras. Precisamente, en el verano del 2002, gracias a esas lanchas y a la pericia del Capitán y la tripulación del Nufer, salvaron la vida a unas turistas que conducían sin experiencia una moto náutica en la zona de Formentera.

Pero a este palacio flotante le quedan los días contados. Parece que este será el último verano en que el Nufer recorra los mares con Fefé (sorry) y su familia a bordo. El año que viene le entregaran un barco nuevo. Más grande, con más potencia y mejores dotaciones que se está construyendo en astilleros gallegos. Cuando nació Carlota, Nuria González me confesó que su marido le había regalado algo espectacular. No me dio más pistas, pero intuyo que se trata de este nuevo barquito. ¿Se lo envolverá con papel de celofán y gran lazo? Lo veremos el año que viene.

Hace unos años le molestaba horrores que le llamaran así. Ahora se lo toma con cierta gracia porque se ha dado cuenta que cuanta menos munición dé al enemigo -aunque sea en el aspecto frívolo- mejor para él. Incluso hay gente a la que conoce por primera vez que se dirigen a él con el ‘Fefé’ dichoso, pensando que es un apodo cariñoso. En estos casos ni tan siquiera deshace el entuerto. ¿Para qué?, se debe preguntar, si al final los periodistas siempre titulamos con el nombrecito de marras porque, la verdad, da mas juego. “Ni si quiera de pequeño me han llamado así”, me contaba él mismo hace años cuando se convirtió por un amor fou en personaje del colorín.

Fernando Fernández Tapias