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El perro de Roca está deshidratado
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Paloma Barrientos

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El perro de Roca está deshidratado

Dice el dicho que siempre pagan justos por pecadores. Y en este caso la realidad supera con creces el refrán, porque ‘el justo’ no es otro

Foto: El perro de Roca está deshidratado
El perro de Roca está deshidratado

Dice el dicho que siempre pagan justos por pecadores. Y en este caso la realidad supera con creces el refrán, porque ‘el justo’ no es otro que un perro de raza Golden Retriever, al que a menudo se le ve solo, abandonado y desubicado por los alrededores de la finca que el hoy preso malayo Juan Antonio Roca poseía en San Pedro de Alcántara. El mismo recinto donde, además del botín reunido durante los años en que Marbella era una especie de isla del tesoro sin ley y con los piratas campando a sus anchas, vivían los caballos de pura raza y otros animales adquiridos con el dinero de la corrupción. Ahora, los pobres malviven no por culpa del juez Torres, sino porque sus dueños o están en la cárcel o se escudan en que los bichos son “material incautado” y por lo tanto no pueden hacer nada por ellos. Incluso, como han escuchado algunos de boca de la mujer de Roca, se plantean demandar al magistrado por “dejadez”. Manda huevos, que decía el señor Trillo.

La historia del perrito abandonado a su suerte comienza un miércoles de agosto, cuando dos personas que circulaban en dirección a San Pedro se percataron de la presencia del precioso animal. No le dieron más importancia y pensaron que su propietario podría ser alguno de los pastores de la zona. De vuelta, pasadas las dos de la tarde y con un sol de justicia, los samaritanos ven de nuevo al animal. Pero ahora lo encuentran dando vueltas, aparentemente desorientado, buscando una sombra y con la lengua fuera, casi deshidratado. Llaman al timbre de la finca de Roca, pero nadie responde. Al tratarse de un perro de raza sin collar identificativo, lo llevan a un veterinario, que a través del microchip descubre que la dueña se llama María Rosa Gimeno, señora de Juan Antonio Roca.

Y aquí viene la segunda parte. Parece que, bastante airada, la mujer de Roca le dice al médico que se ponga en contacto con el secretario del juez y que le pregunte a él que hace con el perro, que a ella se lo han incautado y no lo puede tener en su casa. Culpa a los cuidadores designados por el magistrado de no vigilarlo igual que hicieron con los caballos. Y la pregunta es obligada: si en vez de echar balones fuera lo hubiera notificado ella misma a quien correspondiera, seguro que el pobre Golden no habría estado a punto de desaparecer de la faz de la tierra. Y siempre podía haber hecho como los ciudadanos ejemplares: llevar agua, comida y, si era necesario, una sombrilla.

Dice el dicho que siempre pagan justos por pecadores. Y en este caso la realidad supera con creces el refrán, porque ‘el justo’ no es otro que un perro de raza Golden Retriever, al que a menudo se le ve solo, abandonado y desubicado por los alrededores de la finca que el hoy preso malayo Juan Antonio Roca poseía en San Pedro de Alcántara. El mismo recinto donde, además del botín reunido durante los años en que Marbella era una especie de isla del tesoro sin ley y con los piratas campando a sus anchas, vivían los caballos de pura raza y otros animales adquiridos con el dinero de la corrupción. Ahora, los pobres malviven no por culpa del juez Torres, sino porque sus dueños o están en la cárcel o se escudan en que los bichos son “material incautado” y por lo tanto no pueden hacer nada por ellos. Incluso, como han escuchado algunos de boca de la mujer de Roca, se plantean demandar al magistrado por “dejadez”. Manda huevos, que decía el señor Trillo.