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Cuando Anne Igartiburu plantó al amigo del Príncipe
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Paloma Barrientos

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Cuando Anne Igartiburu plantó al amigo del Príncipe

Una de los rasgos más significativos de la televisiva es su capacidad para no involucrarse en los asuntos y temas del corazoneo, que son la base

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Cuando Anne Igartiburu plantó al amigo del Príncipe

Una de los rasgos más significativos de la televisiva es su capacidad para no involucrarse en los asuntos y temas del corazoneo, que son la base exclusiva del programa que presenta desde hace años en la cadena pública. Ese espacio que le ha hecho ser un personaje conocido y querido por parte del respetable, que la sigue en todas las variantes -primavera, verano, otoño e invierno- como si fuera la opera de Verdi. El mismo público que hace subir el share (la tortura china de los programadores) y al que por supuesto le interesa los avatares sentimentales y personales de la chica rubia que todos los días, a la hora de comer, entra en sus casas para contar cómo se encuentra Ortega Cano, cuánto cobró Paulina Rubio por la exclusiva de su boda o cómo lleva el verano de soltero el joven Miró.

Cada cierto tiempo, Anne se convierte en protagonista de esos rumores, noticias e informaciones que, como decía al principio, son el fundamento de Corazón de… y es aquí donde consigue desdoblarse. Y miren que debe ser desestabilizador leer el teleprinter pensando que, a continuación, una mente maquiavélica puede rotular “Anne Igartiburu con su nuevo novio” o “Anne de viaje con su amor” o “La ruptura de Anne…”. Mientras ella narra historias del mismo corte, en la competencia televisiva cuentan la suya. A veces con su consentimiento, como fue su boda con el bailarín Igor Yebra, de la que generosamente cedió imágenes y palabras a todos los programas de entretenimiento que lo solicitaron.

En cambio, su último noviazgo no quiso compartirlo con nadie ajeno a su intimidad y mucho menos explicar las causas de esa ruptura, ya que, al revés de lo que muchos pensaban, fue ella la que decidió dar carpetazo a su relación de más de un año con Álvaro Fuster, el mejor amigo del príncipe Felipe. Se llegó a decir que Anne ya tenía elegido el vestido de novia y que un par de viajes que hizo a Italia tenían como destino el taller en Milán de Valentino. Puede ser, pero el entorno (¡bendito entorno que todo lo habla!) del empresario me confirma que nunca hubo fecha de boda.

Parece que Ávaro es un hombre demasiado independiente para la vida matrimonial. Amigos y familiares dicen de él que nunca engaña, ni promete lo que no está dispuesto a cumplir. Le gusta salir con chicas, pero tampoco va de flor en flor como cuando era jovencito y compartía salidas nocturnas y ligues con el papá de la Infantita Leonor. Lo que sí hace cuando tiene pareja estable es compartir con ella casi todo, incluidas las fiestas familiares, ya sean bautizos, comuniones o cenas de fin de año, como ha hecho con Anne. Los que le conocen bien me lo catalogan como una persona educada, divertida, trabajador… Su único problema de cara a la pareja del momento es que no tiene intención de cambiar de estado civil. Una manera de ser muy parecida a la de su amigo Bertín Osborne, que se caso por segunda vez cumplido los 50.

Álvaro Fuster tiene ‘sólo’ 38 años. Por la parte contraria, sin embargo, me aseguran que la decisión la tomó Anne precisamente porque las coordenadas vitales de cada uno no confluían en ningún vértice. Además, la presentadora tiene una prioridad en su vida, que es su hija, y parece que a veces esa primacía no era bien comprendida por Álvaro. Los solteros suelen querer encandilar a sus parejas con viajes sorpresas al fin del mundo, cenas íntimas decididas a ultima hora y paseos a la luz de la luna…

El problema es que a veces no hay canguros para que se ocupen del hijo propio y no existe Rayo Verde (quien lo ha compartido nunca lo olvida), ni estrella fugaz que pueda competir con unas décimas de fiebre de la niña querida. Resumiendo, la vida de Anne resultaba incompatible con la independencia de Álvaro. Y además, y sobre todo, está Noa, que tiene un papá que se llama Igor Yebra.

Una de los rasgos más significativos de la televisiva es su capacidad para no involucrarse en los asuntos y temas del corazoneo, que son la base exclusiva del programa que presenta desde hace años en la cadena pública. Ese espacio que le ha hecho ser un personaje conocido y querido por parte del respetable, que la sigue en todas las variantes -primavera, verano, otoño e invierno- como si fuera la opera de Verdi. El mismo público que hace subir el share (la tortura china de los programadores) y al que por supuesto le interesa los avatares sentimentales y personales de la chica rubia que todos los días, a la hora de comer, entra en sus casas para contar cómo se encuentra Ortega Cano, cuánto cobró Paulina Rubio por la exclusiva de su boda o cómo lleva el verano de soltero el joven Miró.

Anne Igartiburu