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La redención de Nilo Manrique
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Paloma Barrientos

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La redención de Nilo Manrique

A ciertos personajes, que lo son o lo han sido por haber tenido una relación sentimental con un titular de primera categoría, el tiempo se encarga

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La redención de Nilo Manrique

A ciertos personajes, que lo son o lo han sido por haber tenido una relación sentimental con un titular de primera categoría, el tiempo se encarga de hacerlos invisibles o todo lo contrario, es decir, acabar catapultándolos al paraíso de los ‘frikis’; ese reducto de gente estrambótica y follonera que -guste o no- suele dar bastante juego en aquellos programas televisivos que ven hasta los que juran ser espectadores únicos de los documentales de La 2. Por cierto, ¿no se han percatado de que la pobre gacela y la leona que se la zampa son las mismas desde hace veinte años? Hagan la prueba del algodón que, ya saben, no engaña: graben en tiempo y espacio diferentes y verán como se trata de la misma historia.

Con mi explicación primera intentaba aclarar que hay elementos perturbadores que, a pesar de haber estado compartiendo intimidad con personajes con oficio y proyección publica, no sólo no se les pega nada, sino que además intentan rentabilizar los afectos. Y, en cambio, hay otros que consiguen demostrar que siempre han sido buenas y honestas personas a pesar de los cambios estructurales que se originaron en sus vidas al compartirla con una estrella mediática.

Esto viene a cuento porque, durante un tiempo, Nilo Manrique, novio primero, esposo después y ex marido en estos momentos de Isabel Gemio, recibió toda suerte de descalificaciones por el mero hecho de ser su pareja. El muchacho dio la callada por respuesta y cuando sus vidas se distanciaron tomó el portante y se instaló en la costa valenciana, donde siguió un curso de cocina en la Escuela de Hostelería, sin olvidar lo que más le gustaba, que era trabajar la escultura. Aunque en este aspecto tampoco le dieron cuartelillo.

Es ahora cuando una importante empresa de arte catalana le ha contratado en exclusiva, igual que hizo en su momento con Josep María Subirachs, Lorenzo Quinn o Luis Llongueras, entre otros muchos artistas. Por el momento, ha realizado una serie de obras de pequeño formato de las que se harán series numeradas que no excederán de cien o de quinientas unidades, dependiendo de la demanda. A diferencia de otros que pasaron por el mismo programa de Supervivientes con más pena que gloria, Nilo Manrique demostró, y por eso ganó, que además de saber buscarse la vida, era un tipo legal, buen compañero y artista. En este caso y, como decía al principio, el tiempo ha puesto las cosas en sus sitio.

A ciertos personajes, que lo son o lo han sido por haber tenido una relación sentimental con un titular de primera categoría, el tiempo se encarga de hacerlos invisibles o todo lo contrario, es decir, acabar catapultándolos al paraíso de los ‘frikis’; ese reducto de gente estrambótica y follonera que -guste o no- suele dar bastante juego en aquellos programas televisivos que ven hasta los que juran ser espectadores únicos de los documentales de La 2. Por cierto, ¿no se han percatado de que la pobre gacela y la leona que se la zampa son las mismas desde hace veinte años? Hagan la prueba del algodón que, ya saben, no engaña: graben en tiempo y espacio diferentes y verán como se trata de la misma historia.