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El escondite de Isabel Preysler
A diferencia de otros veranos en que la veíamos surcar los mares como un holograma feliz en los superbarcos de amigos del tipo Fernández Tapias, este
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A diferencia de otros veranos en que la veíamos surcar los mares como un holograma feliz en los superbarcos de amigos del tipo Fernández Tapias, este año el único recurso gráfico que hemos tenido de ella fueron unas compras pre-vacacionales en la Milla de Oro madrileña, donde muchos de los clientes pagan a golpe de binladenes. Ya saben, los billetes de 500 euros que existen pero poca gente los ha visto. A partir de ese “su” momento laboral concreto, se la perdió la pista.
Y con pena y tristeza tampoco hemos podido disfrutar del posadito exclusivo y bianual con alguna de sus hijas o con todas a la vez. A las que, por cierto, en ese tipo de reportajes gráficos cuesta distinguir del original. Las tres -Chabeli, Tamara y Ana- se han convertido gracias al ‘Photoshop’ que le aplican a supermami en clones difícilmente identificables. Para quien desconozca la trayectoria vital de la que fuera durante años la reina de las baldosas, esa descompensación física donde los hijos parecen mayores que la madre que los/las parió resulta tan inquietante como los protagonistas de Los Otros.
Emulando a Escobar y adecuando la pregunta “¿Dónde estará mi carro?” a ¿Dónde estará mi Preysler?, nos encontramos que ha desaparecido de la órbita oficial y social de sus endogámicos amigos y conocidos, una ruta que este año ha tenido el epicentro en Baleares con paradas marítimas en las costas italianas y adriáticas. Pero de Preysler ni rastro. Ni tan siquiera se supo de ella o de su marido en las reuniones nocturnas organizadas por la bella Elenita Cue y Alberto Cortina en la casa mallorquina que este año alquilaron a los March. Tampoco en Guadalmina, la zona elegante de Marbella, daban razón de su existencia. Preysler missing como si fuera el ‘Arca Perdida’.
Pero de pronto, cuando ya las esperanzas estaban perdidas, Tamara, la hija megachuli, se encargó de mostrar las coordenadas vacacionales de su mami, que no eran otras que la urbanización Valderrama en Sotogrande. Allí se encuentra uno de los campos de golf más espectaculares del sur de España. Durante quince días, o más, Isabel Preysler ha permanecido recluida en su escondite de lujo sin participar en las cenas caseras e informales que los veraneantes de toda la vida de la zona –Araoz, Urquijo, Semenat, Lapetra… –organizan día sí y día también en su villas de lujo. Esa falta de actividad social de Isabel Preysler parece que tiene que ver con lo poco que les gusta mezclar churras con merinas a ciertas familias pudientes de Sotogrande.
La modelo publicitaria y su marido Miguel Boyer tampoco formarán parte de los más de cien invitados convocados por la estupenda Cristina Macaya en su casa de Mallorca con motivo del cumpleaños de su amiga Mayte Arias. Cristina, mujer generosa y gran anfitriona, lleva semanas preparando la reunión festiva de mañana sábado. Diandra Douglas y su amigo/novio, los duques de Kent o el matrimonio Swaroski son algunos de los muchos “íntimos” que disfrutarán de una cena servida por la Alacena de Mallorca cuyas dueñas, Marilena y Paloma, llevan doce años sorprendiendo a su clientela. Me pregunto si Jaime de Marichalar, que ha permanecido en Marivent y no ha acompañado a la Infanta Elena ni a sus cuñados los duques de Palma en el viaje privado y de placer por Croacia, acudirá a esta cita festiva. ¿O se quedará cuidando a todos los niños urdangarines y a los suyos propios?
A diferencia de otros veranos en que la veíamos surcar los mares como un holograma feliz en los superbarcos de amigos del tipo Fernández Tapias, este año el único recurso gráfico que hemos tenido de ella fueron unas compras pre-vacacionales en la Milla de Oro madrileña, donde muchos de los clientes pagan a golpe de binladenes. Ya saben, los billetes de 500 euros que existen pero poca gente los ha visto. A partir de ese “su” momento laboral concreto, se la perdió la pista.