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La fortuna de la nuera de Tita Cervera
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Paloma Barrientos

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La fortuna de la nuera de Tita Cervera

Se conocieron cuando él tenía 17 años y acababa de dar carpetazo a una adolescencia dorada supervisada por su madre Tita y por la abuela Carmen.

Se conocieron cuando él tenía 17 años y acababa de dar carpetazo a una adolescencia dorada supervisada por su madre Tita y por la abuela Carmen. La yaya fue quien le enseñó a leer y a escribir, y era quien supervisaba absolutamente todo lo que tuviera que ver con el “príncipe” de la casa, mientras la madre ejercía de baronesa por medio mundo junto a su marido. Los inviernos los pasaba en Villa Favorita, la casa-museo propiedad del barón que a su muerte heredó íntegramente su viuda. En ese caso y a pesar de lo que se dijo no hubo que repartir nada. Los cuadros pasaron a formar parte de la colección propiedad del estado español y el resto del mobiliario y enseres domésticos permanecen en la vivienda/palacio de Lugano.

A trancas y barrancas, sacó el equivalente al bachillerato español. Después, nada de nada a pesar de los intentos familiares para que estudiara una carrera universitaria o al menos cursos especializados relacionados con el arte en todas sus vertientes. Todo fue inútil. A Borja el aprendizaje académico le interesaba lo mismo que a Beckham la energía cuántica. Y mientras el niño aún permanecía bajo el cobijo materno, Blanca Cuesta era una mocita de 24 años que veraneaba en Playa de Aro con sus padres. Hasta ese momento, su dedicación laboral no iba más allá de unas sustituciones hospitalarias. Según sus propias declaraciones, es enfermera diplomada además de maestra.

De su vida profesional lo único que se sabe es que no está en activo en ninguna de las variantes anteriores. Vive con el rentista Borja en Ibiza y se dedican –según sus conocidos- a no hacer nada o, mejor dicho, a realizar todo tipo de actividades relacionadas con el ocio. Viajar, navegar, tomar el sol, esquiar y muchas horas de gimnasio, que como lo tienen en casa tampoco deben someterse a un horario rígido. Que se sepa, el hijo de Carmen tampoco “disfruta” de horario laboral remunerado e imagino que, salvo las reuniones con los gestores de su patrimonio, poco tiene que esforzarse. El barón le dejó una gran fortuna además de iniciarle en lo rentable que pueden ser las obras de arte. (Ver Borja Thyssen se gasta tres mil euros en petardos).

Por parte de Blanca Cuesta, su patrimonio hasta que se convirtió en pareja del joven millonario era ella misma y sus encantos naturales, tanto de personalidad como físicos. En este apartado -el del cuerpo- también ha sabido invertir. Borja le regaló por un cumpleaños una operación de aumento de pecho. Un buen obsequio, porque a diferencia de otros objetos materiales -joyas, coches, pieles….- no hay posibilidad de reembolso si se rompe la estabilidad amorosa. Se puede exigir la devolución del “rosario de mi madre”, pero no las prótesis de silicona.

Durante estos diez años de noviazgo, Blanca se ha convertido en una mujer de negocios. Unas veces con patrimonio propio y otras, compartido con el hombre de su vida. El hijo de Tita Cervera, generoso y solícito, le ha regalado a su chica tres casas –Ibiza, Barcelona y San Feliú- y además comparten varias sociedades mercantiles, una de ellas Caribian Briss SL, con una inversión inicial de 100.000 euros. En otra, CAS CAPETO S.L, la administradora es Blanca y se constituyó con un capital de 955.126 euros, que en 2005 se incrementó con 3 millones de euros más.

Así las cosas, no me extraña nada que Blanca asegure que cuando se case lo hará en régimen de separación de bienes, dada la curva ascendente del capital inmobiliario y económico de la enfermera personal del joven Thyssen. ¿Se imaginan que llegara el día en que fuera ella la que tuviera que mantener al marido? De todas formas, si se casan en Cataluña, este sistema es por defecto.

Fotos cedidas por la revista GQ

Se conocieron cuando él tenía 17 años y acababa de dar carpetazo a una adolescencia dorada supervisada por su madre Tita y por la abuela Carmen. La yaya fue quien le enseñó a leer y a escribir, y era quien supervisaba absolutamente todo lo que tuviera que ver con el “príncipe” de la casa, mientras la madre ejercía de baronesa por medio mundo junto a su marido. Los inviernos los pasaba en Villa Favorita, la casa-museo propiedad del barón que a su muerte heredó íntegramente su viuda. En ese caso y a pesar de lo que se dijo no hubo que repartir nada. Los cuadros pasaron a formar parte de la colección propiedad del estado español y el resto del mobiliario y enseres domésticos permanecen en la vivienda/palacio de Lugano.