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El pato laqueado de Emma Penella
Una de las últimas alegrías profesionales que tuvo Emma fue cuando José Luis Moreno la llamó por teléfono para darle un papelito en la serie ‘Aquí
Una de las últimas alegrías profesionales que tuvo Emma fue cuando José Luis Moreno la llamó por teléfono para darle un papelito en la serie ‘Aquí no hay quien viva’. Esta intervención fue aumentando poco a poco hasta convertirse en un personaje casi imprescindible haciendo trío con Mariví Bilbao y Gema Cuervo, otras dos clásicas. A diferencia de otros egocéntricos colegas que renegaban de la televisión alegando falta de profundidad en los textos, Emma disfrutaba una barbaridad con “su” serie.
Quizás lo único que echaba de menos era el poco tiempo libre que tenía y del que nos hacía participe a los amigos. “Ya no tengo tiempo ni para ir al chino”, me decía la última vez que intentaba quedar con ella vez para almorzar en uno de sus restaurantes preferidos de Majadahonda, muy cerca del que fuera su domicilio en la Urbanización La Florida. Su plato preferido era el “pato laqueado”, que le gustaba compartir y preparar para el resto de los comensales. Al menos para los de más confianza.
Nunca dejaba que el camarero preparara la tortita con las porciones de ave, el puerro y el pepino. “Se envuelve muy bien y después te chupas los dedos”, explicaba mientras aderezaba la conversación con anécdotas y “sucedidos”. Los sucedidos no eran otra cosa que historias relacionadas con traspiés, zancadillas profesionales y amorosas de “cuando era joven… en la época jurásica”, aclaraba si estaba presente alguien de menos de cincuenta.
Emma Penella tenía muchas cualidades y defectos también, como todo el mundo. Pero quizás su mayor atractivo, y de esto pueden dar fe todos los actores jóvenes con los que trabajó y, por supuesto, los equipos de rodaje y de producción de la televisión, haya sido su cáustico sentido del humor. “La edad, hija, la edad es la que da o quita. O te hace más mala que la madrastra de Blancanieves o intentas pasar por la vida disfrutando de ella y no fastidiando al personal”, decía.
Como no tenía nada que demostrar porque ya había debutado y requetedebutado con los grandes del cine y del teatro (Suárez, Gas, Nieva, García Berlanga, Bardem, Marsillach…), amén de recibir menciones, premios, reconocimientos y toda la parafernalia que rodea la carrera de un artista de primera, le gustaba enredar y atormentar a los que iban de listos. Y cuando en alguna cena más o menos oficial le tocaba un preboste de la cultura o intelectuales de pacotilla les escandalizaba contando que era adicta a los programas rosas. “Sobre todo me gusta el Tomate”, decía ante el estupor de su compañero/a que en los postres acababa reconociendo que ellos también. “Me partía de risa ante esos elementos, algunos capaces de criticar las series españolas que son las que de verdad crean una buena cantera de actores y actrices. Además de atraer a los más jóvenes a los teatros. Yo por ejemplo, era una total desconocida para los menores de treinta años y a los de cuarenta para arriba les sonaba por la “estanquera” (La estanquera de Vallecas de Eloy de la Iglesia). Ha servido para que muchos de nosotros no nos sintiéramos ya como muebles viejos y abandonados en un trastero”, me contaba al iniciar el doblaje de la película Los Increíbles de Disney.
Cuando Jose Luis Moreno le ofreció el papel de Doña Charo de la Vega en la replica televisiva de Tele 5 La que se avecina, no lo dudó ni un momento. Sobre todo porque era una forma de seguir en la brecha. “Para mi la actividad me da la vida. No creo que fuera capaz de quedarme en casa organizando los álbumes de fotos o con el petit point”, reconocía. Aprovechó el parón del verano para que la operaran de un problema en la espalda que llevaba arrastrando de años y del que, salvo con los más cercanos, nunca comentaba. Ema Penella, mujer recia y noble, se quejaba lo justo “Ya habrá tiempo para llorar… que de eso nunca falta”. Y en estas estamos querida Emma, llorando por los rincones como la protagonista de Zarzamora que tanto te gustaba.
Una de las últimas alegrías profesionales que tuvo Emma fue cuando José Luis Moreno la llamó por teléfono para darle un papelito en la serie ‘Aquí no hay quien viva’. Esta intervención fue aumentando poco a poco hasta convertirse en un personaje casi imprescindible haciendo trío con Mariví Bilbao y Gema Cuervo, otras dos clásicas. A diferencia de otros egocéntricos colegas que renegaban de la televisión alegando falta de profundidad en los textos, Emma disfrutaba una barbaridad con “su” serie.