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La duquesa de Alba, de mochilera en el Ampurdán
La duquesa de Alba está más fresca que una rosa. Y encantada de la vida. Así se lo dice a sus amigos y conocidos cuando le
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La duquesa de Alba está más fresca que una rosa. Y encantada de la vida. Así se lo dice a sus amigos y conocidos cuando le preguntan cómo se encuentra tras ver unas imágenes en las que parecía que sufría un desmayo y acababa con sus huesos aristocráticos en la arena de la playa de Ibiza. Rápidamente la socorrieron y volvió a la sillita de verano apara tomar el sol. “Ni fue un desmayo, ni me dio un vahído. El único problema que tuve es que al ser la hamaca baja no calcule las distancias. Le puede suceder a cualquiera tenga ochenta o treinta años”, explicaba la buena duquesa a los que se preocupaban por ella el sábado en la boda de Rocío, la hija de Rafael y Mamen Peralta.
Cayetana fue una de las invitadas de lujo y estuvo acompañada por sus grandes amigos Curro Romero y Carmen Tello, que la recogieron en Dueñas, su palacio sevillano para de ahí trasladarse a Puebla del Río donde se celebró la ceremonia religiosa. Para la ocasión eligió un vestido de Victorio & Lucchino combinado con un tocado de plumas diseño de Adriana Torres, la joven que pudo convertirse en princesa de los belgas. La novia se decantó por Miguel Palacio. El futuro marido es primo hermano de Almudena Roca de Tagores, amiga del que durante un tiempo fue casi costurero oficial de la Princesa Letizia, quizá su mejor época en lo referente a elecciones textiles.
Dada la temperatura ambiental, capaz de fundir los helados inderretibles (así reza la publicidad) de Elsa Pataky se obsequió a los invitados con sombrillas japonesas. El convite lo organizaron en la finca familiar redecorada con casetas de feria. Primero, un aperitivo del que dio buena cuenta Cayetana y, después, el almuerzo a base de salmorejo, langosta, carrillada y de postre soufflé. Me aseguran que aunque es de buen comer, la duquesa se cuida una barbaridad. Por ejemplo, y salvo excepciones, sólo cena un yogur o fruta. Por eso se mosquea una barbaridad cuando dicen que está mal, que tiene problemas para hablar, que no puede andar… y, curiosamente, la mamá del airado jinete se mueve más que las maracas de Machín.
Además de asistir a la boda de Rocío Peralta tiene previstos dos convites más. El enlace de la de la hija de Antonio Donaire, dueño del restaurante Puerta Grande, uno de sus lugares preferidos y el casorio en Jerez de Rafael, el chico del torero Rafael de Paula. Entre banquete y banquete, Cayetana se releja en casa de su hijo Jacobo, casado con Inka Martí. La pareja tiene una residencia preciosa en el Ampurdán y hasta allí se ha trasladado la aristócrata trotamundos. Tiene previsto realizar excursiones por la zona como cualquier mochilera.
Quizá las únicas secuelas que le quedan de la operación de espalda de antes del verano sea su escasa movilidad internacional. Esta vez se ha quedado sin los viajes exóticos que tanto le gustan. Los últimos años estuvo en India. Unas veces fue acompañada María Eugenia Fernández de Castro, madre de sus dos nietos Jacobo y Brianda y otros de Lola, su secretaria de toda la vida. Las dos son persona animosas, agradables y con sentido del humor, cualidades imprescindibles para compartir experiencias turísticas. Tenía previsto viajar a China, un país que le fascina y al que pensaba acudir coincidiendo con las Olimpiadas para ver saltar a su hijo jinete. Como no ha sido seleccionado ha pospuesto para más adelante la ruta de la seda.
Tampoco irá a Venecia, uno de los lugares donde se encontraba más a gusto porque nadie la importunaba. Era su ‘palazzo-refugio’, el único lugar que no prestaba a sus hijos, salvo en un par de ocasiones a Eugenia coincidiendo con sus separaciones de Francisco Rivera. A la duquesita de Montoro siempre le acompañaba su paño de lágrimas, en forma de prima abnegada y solicita. Con el tiempo Blanca Martínez de Irujo dejó de enjugar penas ajenas y se convirtió en confortable novia del torero.
La duquesa de Alba está más fresca que una rosa. Y encantada de la vida. Así se lo dice a sus amigos y conocidos cuando le preguntan cómo se encuentra tras ver unas imágenes en las que parecía que sufría un desmayo y acababa con sus huesos aristocráticos en la arena de la playa de Ibiza. Rápidamente la socorrieron y volvió a la sillita de verano apara tomar el sol. “Ni fue un desmayo, ni me dio un vahído. El único problema que tuve es que al ser la hamaca baja no calcule las distancias. Le puede suceder a cualquiera tenga ochenta o treinta años”, explicaba la buena duquesa a los que se preocupaban por ella el sábado en la boda de Rocío, la hija de Rafael y Mamen Peralta.