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El arma secreta de Carmen Alborch
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Paloma Barrientos

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El arma secreta de Carmen Alborch

Una de las cosas que me maravilla de Carmen Alborch en su vertiente más lúdica es la capacidad que tiene para igualar la plusmarca de un

Una de las cosas que me maravilla de Carmen Alborch en su vertiente más lúdica es la capacidad que tiene para igualar la plusmarca de un velocista con sus plataformas de esparto o sus stilettos de once centímetros. Su llegada se acompaña del consabido taconeo que cambia de tono dependiendo de la altura a la que ese día la inefable Carmen se haya subido: Toc, toc si son de aguja, y plof, plof en el caso de las alzas.

Tiene una buena colección de zapatos, y además presume de que todos ellos -o la mayoría- tienen el sello de “fabricados en la Comunidad Valenciana”. Nada de ‘Manolos’, ni de Chimy Choo, ella usa productos de la tierra. Todo este panegírico sobre el plof, plof y el toc, toc de la ex ministra tiene que ver, porque hace unos días sus tacones de aguja se convirtieron en arma letal del tipo Swarzeneger. Como hace todos los años, no quiso perderse el desfile de su amigo Francis Montesinos en la pasarela Cibeles. Esta vez no calculó el tiempo. O serían los atascos de Madrid. El caso es que la diputada apareció casi al galope, sólo que en vez de botas de caballista lucía sus taconcitos de aguja.

Nada habría pasado si en medio de su ruta no hubiera encontrado un obstáculo en forma de pie de Cuca Solana. Y ahí se redescubrió en que se habían convertido sus zapatitos de vestir: en un arma de destrucción masiva que atacó involuntariamente a la directora de la pasarela Cibeles. El tacón de Carmen penetró directamente en el dedo meñique de Cuca. Este percance no impidió que la directora acudiera todos los días a los desfiles, aunque algunos asistentes no entendían porque doña Leonor Pérez Pita (Cuca) lucía chanclas. El motivo de ese look no era otro que los peligrosos stilettos de la concejala valenciana.

Por cierto, un estudio encargado por el propio organismo de moda reflejó que la colección de Montesinos del año pasado fue la de mayor repercusión en los medios de comunicación, con impactos por valor teórico de 6 millones de euros. El segundo de la lista fue Ángel Schlesser, con algo más de tres millones. En la edición de este año, la Infanta Elena, que suele vestirse con sus diseños cuando va de civil, estuvo en la primera fila. Como en anteriores ocasiones, muchos de los asistentes se preguntaban el porqué de la ausencia del duque de Lugo. La consulta popular no tenía que ver con cuestiones personales, sino con el apoyo a la moda española.

Enhorabuena, en cambio, a la reina, que acudió al preestreno de ¿Y tú quién eres?, la última película de Antonio Mercero, donde los actores Manuel Alexandre y López Vázquez ponen rostro al drama del Alzheimer. La abuelita de Leonor permaneció durante toda la proyección, y al finalizar el acto se unió al aplauso general que duró más de cinco minutos. Después felicitó al director y a los actores con un beso de agradecimiento por actualizar un drama que afecta a miles de personas y a su familias. La reina está totalmente involucrada a través del proyecto Alzheimer de la Fundación Reina Sofía.

Secretos de alcoba

Lo bueno que tiene la periodista Charo Izquierdo es su capacidad para fusionar gente diversa en pelaje y condición, con la consiguiente variedad de comentarios, chascarrillos e informaciones. Con la disculpa de la pasarela Cibeles reunió a sus ochocientos mejores amigos en una convocatoria cuyo fin era homenajear a los creadores españoles a través de una impactante colección de fotografías que formaban parte de un sugerente reportaje de moda en Yo Dona, la revista que dirige. En la reunión festiva, a la que acudieron desde Gallardón y su impagable Marisa González Casado hasta todo el modeleo nacional e internacional y políticos en ejercicio, quedaron de manifiesto varias cuestiones. Primero, que los políticos en activo disfrutan una barbaridad en este tipo de reuniones y hasta se sueltan la melena. Segundo, que los que no están en primera línea persiguen a la prensa para que al menos su nombre aparezca en negrita al final de un texto. Tercero, que se nota que algunos ya están en campaña, porque ríen la gracia del director, presentador o cargo superior del medio de comunicación que sea. Y, por ultimo, y quizá la más divertida, las indiscreciones de algunas figuras del diseño, que tras liquidar tres margaritas revelan datos de alcoba de las clientas que frecuentan la competencia.

Uno de estos secretos tenía que ver con el docudrama de una de ellas, que utilizaba el local del costurero para sus encuentros sexuales. La historia acabó con la llegada del novio, que además de pagar las facturas descubrió que su amor le era infiel con ¡¡el ex marido!! El modisto se quedó sin clienta y sin cobrar -“que te paguen ellos”, dijo el ofendido enamorado-. El siguiente chascarrillo que relataron esa noche fue el de una dama de posibles que se gastaba un dineral en un diseñador concreto porque con éste gastaba la talla cuarenta, mientras con el resto no bajaba de la cuarenta y seis. Resulta que el hábil profesional cambiaba las etiquetas, con lo cual contentaba a la clienta y hacia caja. Y todo con un simple corta y cose.

Una de las cosas que me maravilla de Carmen Alborch en su vertiente más lúdica es la capacidad que tiene para igualar la plusmarca de un velocista con sus plataformas de esparto o sus stilettos de once centímetros. Su llegada se acompaña del consabido taconeo que cambia de tono dependiendo de la altura a la que ese día la inefable Carmen se haya subido: Toc, toc si son de aguja, y plof, plof en el caso de las alzas.