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La boda de las tres vajillas
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Paloma Barrientos

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La boda de las tres vajillas

Si la boda de Blanca y Borja Thyssen fue del tipo “no pasarán”, con grueso de guardaespaldas, la de Fernando Sarasola y Tita Astolfi todo lo

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La boda de las tres vajillas

Si la boda de Blanca y Borja Thyssen fue del tipo “no pasarán”, con grueso de guardaespaldas, la de Fernando Sarasola y Tita Astolfi todo lo contrario. De puertas abiertas. Con luz y taquígrafos en los lugares públicos e íntima en la celebración festiva organizada en la finca El Espinar. Se trata de un lugar lleno de recuerdos familiares para el novio, su madre Cecilia y el hermano Quique, que tuvo el detalle de estar presente en el día más feliz en la vida de su hermano. Si hubo ciertos malentendidos anteriores por parte del desposado, desaparecieron. La generosidad es uno de los rasgos del carácter del hermano Quique y la simpatía en Gigi.

La ceremonia religiosa la celebró Ignacio Sánchez-Dalp, un sacerdote amigo de la familia Astolfi que también casó a Genoveva Casanova y Cayetano Martínez de Irujo. En el caso del hijo de la duquesa de Alba también hubo sus exclusivas previas. Aviso a navegantes: lo que mal empieza mal acaba. Y no me refiero a Gigi y Tita, sino a sus homólogos Blanca y Borja. Retar al destino tasando el amor a golpe de talonario no son buenos augurios. En fin… Allá cada cual con su ética y estética nupcial, incluido el sacerdote Fidel Catalán, que deberá dar explicaciones a sus fieles de la parroquia de Tarrasa de porqué convirtió el templo durante unas horas en un estudio de fotografía privado. Por cierto, que la pareja Blanca y Borja, a la que a partir de ahora denominaré B&B, estaban tan pendientes de preservar la exclusiva que dejaron cabos sueltos. Por ejemplo, no se acordaron de contratar a un profesional para que realizara el vídeo de la fiesta en la finca El Esquileo (Cabanillas). Tuvo que ser alguien de la zona quien resolviera el entuerto y al final llegó un muchacho vestido de civil -chándal y camiseta amarilla- quien grabara los “mejores momentos”.

Pero hoy no toca los B&B, sino Gigi y Tita, dos nombres que hubieran venido de miedo para el vídeo de los PPijos. Lo más llamativo de esta boda fue sin lugar a dudas la decoración, el espectáculo del “baile de caballos” andaluces, regalo de Rafael Peralta a los novios, y la cena servida por Samantha de España con tres vajillas diferentes, lo último en refinamiento. La restauradora es la hermana mayor de Colate y los niños Cloe y Pedro, que llevaron las arras vestidos de Caprile, sus sobrinos.

El menú está compuesto por ensalada de taglionini y bogavante con laminas de trufa. De segundo, solomillo con colmenillas a la crema de arroz salvaje y gratis dauphinois. El postre fue una tarta de chocolate crujiente que los novios cortaron como estaba previsto. Después, abrieron el baile con un bolero que cantó José Manuel Soto y más tarde sevillanas que la novia incluso se emparejó con el sacerdote que les había casado.

Aunque lo realmente espectacular, según los invitados, fue la fastuosa decoración de los picaderos donde se ubicaron las carpas. La más grande para el banquete y la otra para el baile donde tocó la orquesta Chatanooga. El recinto de la cena estaba dispuesto en tres alturas con fuentes; grandes ramos de flores en todas las variedades posibles del rosa y blanco; tiestos de terracota con aligustres e iluminado con cientos de velas, incluso las lámparas que colgaban del techo.

La mesa de los novios estaba presidida con dos candelabros de plata y detrás un gran tapiz que caldeaba el ambiente. Todo lujo y esplendor que se adecuaba al vestido nupcial. Un diseño de Lacroix valorado -sólo el vestido- en 120.000 euros. A esta cantidad habría que añadir el periplo que realizó Cecilia Sarasola con su nuera por París, Nueva York y Milán hasta encontrar el traje de sus sueños. Por cierto, que Naty Abascal tuvo mucho que ver a la hora de abrir puertas y dar facilidades para el encuentro entre el gran costurero y la joven novia. En este caso, el dinero no es lo más importante. Lacroix tiene el suficiente como para elegir a quien quiere vestir y de ahí que la amistad que le une con Naty fuera fundamental para aceptar el encargo. Pero tampoco hacía falta marcharse tan lejos.

María Castiella, Maite y Teresa, amiga íntima, madre y abuela respectivas de la desposada, lucieron unos diseños de quitar el hipo de Ladrón de Guevara. Maite una chaqueta rondeña color fucsia con guipur rojo y falda de cintas de grogen rojo. Teresa, la abuela querida de Madrid, un conjunto de terciopelo labrado en morado y falda de gasa en color aceite, también con brocado en morado y pistacho. Del resto de las invitadas destacaron Mar Saura, imponente en un Dior malva; Cary Lapique , con una pamela espectacular firmada por Michel Meyer; y Paulina Rubio, marcando tendencia con botines de gamuza. Lo menos favorecedor, la pantalla lámpara elegida por la madre del novio a modo de sombrero y el peinado del tipo “voy a comprar el pan cerquita de casa, que no me vea nadie” de Carmen Martínez-Bordiu.

Como guinda, los novios se han ido de viaje de idem a recorrer el mundo. La travesía durará hasta navidades.

Si la boda de Blanca y Borja Thyssen fue del tipo “no pasarán”, con grueso de guardaespaldas, la de Fernando Sarasola y Tita Astolfi todo lo contrario. De puertas abiertas. Con luz y taquígrafos en los lugares públicos e íntima en la celebración festiva organizada en la finca El Espinar. Se trata de un lugar lleno de recuerdos familiares para el novio, su madre Cecilia y el hermano Quique, que tuvo el detalle de estar presente en el día más feliz en la vida de su hermano. Si hubo ciertos malentendidos anteriores por parte del desposado, desaparecieron. La generosidad es uno de los rasgos del carácter del hermano Quique y la simpatía en Gigi.