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Cuando las madres cuentan todo y por su orden
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Paloma Barrientos

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Cuando las madres cuentan todo y por su orden

Hay escenas que se repiten a lo largo de generaciones. Las únicas variaciones, más o menos visibles, tienen que ver con el continente que no con

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Cuando las madres cuentan todo y por su orden

Hay escenas que se repiten a lo largo de generaciones. Las únicas variaciones, más o menos visibles, tienen que ver con el continente que no con el contenido. Me explico: da igual que la situación que voy a recrear tenga lugar en la Corte del Rey Juan Carlos que en la de su prima Isabel de Inglaterra. El apelativo de “prima” no va con segundas sino que entre ellos se llaman así porque se al ser oficialmente  endogámicos se les supone un gen común  en sus ADN. Que sea verdad o mentira ya es otra historia.

El caso es que la variante geográfica no es imprescindible a la hora de valorar la siguiente cuestión: ¿Por qué las madres lo cuentan todo cuando los novios/novias de los hijos aparecen por primera vez en la escena familiar? La mueca inaugural surge en el rostro del hijo querido con el saludo inicial de la feliz mamá. “¡Que bien que estés en casa, te voy a enseñar las fotos de su último cumpleaños”!.

Al cumpleaños siguen las imágenes del niño/niña vestido de árbol en la función escolar. Y después llorando a lágrima viva y con la cara llena de pringue porque el hermano coñazo le ha estampado un pastel y hay constancia gráfica. Igual que el primer día que dejó de utilizar pañales porque estrenaba el orinal.

Llegado a este punto el “hijo querido” no sabe donde meterse y se quiere morir. El “por favor mamá que a (nombre del enamorado) no le interesa nada”. ¡Y vaya si le interesa! Porque además, la presencia gráfica va acompañada de todo tipo de explicaciones y referencias íntimas que hasta ese momento el “hijo querido” no habías desvelado. Y todo esta historia recreada viene a cuento porque la mama de Sara Carbonero, como todas las madres del mundo y con su mejor intención, lo ha contado todo y por su orden.

Ha explicado las heridas y arañazos que lucía su hija en su época infantil por jugar al fútbol, que sólo había tenido un novio anterior a Iker Casillas, que quiere que se case en la iglesia del pueblo que la vio nacer, que era una niña muy bien mandada. Resumiendo, las alabanzas de cualquier madre, que a Sara, como a todas las hijas del mundo, le han debido horrorizar. No se si habrá utilizado el “¿por que no te callas?” real, pero seguro que ha escondido los álbumes familiares. Por si las moscas.

Hay escenas que se repiten a lo largo de generaciones. Las únicas variaciones, más o menos visibles, tienen que ver con el continente que no con el contenido. Me explico: da igual que la situación que voy a recrear tenga lugar en la Corte del Rey Juan Carlos que en la de su prima Isabel de Inglaterra. El apelativo de “prima” no va con segundas sino que entre ellos se llaman así porque se al ser oficialmente  endogámicos se les supone un gen común  en sus ADN. Que sea verdad o mentira ya es otra historia.