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La perversidad de Carmen Cervera
Desde que adoptó a las mellizas Sabina y Carmen, la filiación biológica de las niñas ha sido un tema recurrente en la vida de la baronesa.
Desde que adoptó a las mellizas Sabina y Carmen, la filiación biológica de las niñas ha sido un tema recurrente en la vida de la baronesa. Primero fue la sorpresa ante su deseo de ser madre cuando acababa de cumplir los 63 años. Después vino el embarazo de alquiler en Estados Unidos y el nacimiento y la llegada de las pequeñas a España. En aquel momento, no se habló del padre donante. Se suponía que era desconocido y por lo tanto se trataba de un espermatozoide como otro cualquiera, sin ADN relevante. El asunto no daba más de sí.
El lío familiar estaba en otra parte, porque los desencuentros con su hijo ya eran el pan de cada día. Tita ya no escondía que no podía soportar a la nuera Blanca y le daba igual que la consideraran la madrastrona del cuento. Era superior a ella y se suponía que tenía razones de peso para este odio visceral. El tiempo ha demostrado que Borja y Blanca forman una pareja estable y que no entran en las guerras unilaterales de mamá, que ha vuelto a la carga con uno de los asuntos más escabrosos: el que afecta a las mellizas.
Durante el último año, se especuló con la idea de que fuera Borja el padre de las niñas. Una historia rocambolesca donde el espermatozoide sin filiación adquiría un protagonismo desmedido, convirtiéndose en el eje central de programas y debates mediáticos. Se le definió como espermatozoide vago, veloz y viajero, atendiendo a las informaciones que los “expertos” daban de él. Hubo leyendas urbanas que acusaban a Tita de las filtraciones que, por supuesto, ella negó.
Borja se inhibía, porque como explicó a Vanitatis: “No tengo nada que decir por respeto a mis hermanas”. Después de la tempestad vino la calma. Pero ésta no ha durado mucho. Carmen Cervera acaba de abrir la caja de los truenos en una entrevista que ha concedido a Vanity Fair, donde retoma la paternidad de sus mellizas a través de unas frases perversas: “Busqué al mejor padre para las niñas. Cuando tengan uso de razón, a los siete años, sabrán quién es”.
En otro momento, la periodista Virginia Galvin le comenta si piensa querellarse contra los que dicen que Borja es el progenitor. La respuesta de Carmen es inquietante: “La imaginación puede ir donde quiera. Cuando se inventan otras cosas que no son ciertas es cuando me molesta”. La lectura de esta afirmación no da lugar a dudas.
Lo sorprendente e incomprensible es que se queda tan pancha. Borja, que no ha querido entrar al trapo públicamente, aún no se ha repuesto del dardo envenenado enviado por su madre querida. Menos mal que las mellizas siguen en su burbuja particular de San Feliu compartiendo ocio con los perritos de la portada de la revista, como si fueran la versión catalana de Mowgli, el niño de la selva.
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