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Las señoras se rifan a Marichalar
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Paloma Barrientos

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Las señoras se rifan a Marichalar

El viernes pasado, Elisabeth Horcher se casaba en Guadalajara, en el monasterio de Lupiana, con Diego Fernández. Una celebración de las catalogadas como bodón, por el número

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Las señoras se rifan a Marichalar

El viernes pasado, Elisabeth Horcher se casaba en Guadalajara, en el monasterio de Lupiana, con Diego Fernández. Una celebración de las catalogadas como bodón, por el número de caras conocidas que acudieron como testigos de este singular sí quiero, donde coincidían en el mismo espacio físico Jaime Marichalar, Ana Gamazo, Cristina Macaya o el alcalde de Madrid con Carmen Lomana y los proveedores del elitista restaurante que lleva el apellido de la recién casada.

Cuando en 1904, Gustav Horcher inauguraba en Berlín el primer local, no imaginaba que, un siglo después, su bella descendiente se haría con las riendas de este lugar, al que suelen acudir empresarios de altos vuelos, políticos con sus contactos clandestinos y millonarios con su futura cuarta esposa, además de gente rica de vida normal. Hasta el Rey suele cenar con sus amigos y, antes de casarse, el príncipe Felipe también era un asiduo. Iba con el grupo de pijos que desapareció de la agenda social del heredero gracias a la princesa Letizia, que hizo una limpia del elenco ocioso que rodeaba a su marido. Horcher es un lugar discreto y, por lo tanto, es posible tener encuentros en la tercera fase sin que públicamente se sepa.

La treintañera Elisabeth estudio hostelería en Lausanne y se ha hecho cargo del día a día del restaurante. Dicen que, pudiendo ser una insulsa con pedigrí sin necesidad de trabajar, está siempre al pie del cañón. La definen como una mujer muy trabajadora, decidida y con carácter. El monasterio de Lupiana es un lugar precioso que suelen elegir para sus celebraciones los ricos que aún no tienen campo.

El convite lo sirvió Samantha Vallejo-Nágera y, entre canapé, croqueta y jamón, muchos de los invitados se acercaron a Carmen Lomana para fotografiarse con ella. No querían ni con el duque ni con Gallardón ni con Gunilla. La estrella fue la presentadora de Las joyas de la corona. La razón que daban las más jovencitas para preferir posar con ella era de índole existencial: “Nos encanta porque hace lo que quiere. Se lo pasa de maravilla y encima las que van de súper elegantes le tienen envidia porque se está forrando”.

Y si Lomana cautivó al sector más radical de la boda, a Jaime de Marichalar se lo rifaban las damas de alto copete, que no lo dejaron ni a sol ni a sombra. “Se lo disputan como si fuera un Hermes de cocodrilo”, comentó alguien al ver el operativo femenino que se organizaba alrededor del que fuera yerno real, mientras Dj Ratón animaba musicalmente la fiesta. Un detalle, cuando ya los tacones imposibles hacían estragos, se repartieron zapatillas Victoria de colores.

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El viernes pasado, Elisabeth Horcher se casaba en Guadalajara, en el monasterio de Lupiana, con Diego Fernández. Una celebración de las catalogadas como bodón, por el número de caras conocidas que acudieron como testigos de este singular sí quiero, donde coincidían en el mismo espacio físico Jaime Marichalar, Ana Gamazo, Cristina Macaya o el alcalde de Madrid con Carmen Lomana y los proveedores del elitista restaurante que lleva el apellido de la recién casada.