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Antonio Mingote, el intelectual que regalaba sus editoriales de humor
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Paloma Barrientos

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Antonio Mingote, el intelectual que regalaba sus editoriales de humor

Mi primer encuentro con Antonio Mingote fue telefónico, a través de una encuesta para la revista Tiempo de la que no recuerdo la pregunta. Debía ser

Foto: Antonio Mingote, el intelectual que regalaba sus editoriales de humor
Antonio Mingote, el intelectual que regalaba sus editoriales de humor

Mi primer encuentro con Antonio Mingote fue telefónico, a través de una encuesta para la revista Tiempo de la que no recuerdo la pregunta. Debía ser absurda, porque con bastante ironía me respondió: "Ya...¿Y para esto ha estudiado usted  una carrera?". Por supuesto, contestó porque ante todo era una persona respetuosa, comprensiva, elegante con la prensa y, sobre todo, con la gente que empezábamos. Me  dijo que no me preocupara y que si al dia siguiente me encargaban la misma tarea que lo volviera llamar.

Y cumplió con creces su promesa, porque, desde ese momento, no hubo ni una sola vez que me dejara colgada con asuntos absurdos que encargan a veces jefes doblemente absurdos. Nunca escuché una mala palabra de su boca cuando algunos reporteros con un nivel de analfabetismo total, vagos para documentarse, le preguntaban en algun acto social a qué se dedicaba o por qué no publicaba un libro con sus chistes. Tengo la inmensa suerte de poseer varios originales que el gran maestro de la generosidad me regaló cuando colaboraba en dicha revista y sus trabajos pasaban por mis manos camino del departamento de efición.

Era un intelectual con una cabeza privilegiada llena de anécdotas, que salpicaba con una ironía demoledora cuando trataba temas interés general. Siempre fue exquisito en sus expresiones y feroz ante lo que consideraba injusticias sociales o personales, como ocurrió cuando a María San Gil su partido no la apoyó. "Después de ser capaz de ofrecer su vida a los terroristas a cambio de la libertad de otros, le dieron la patada", espetó.

No soportaba la mala educación y era tremendo con los compañeros de mesa, que comían con la boca abierta. "¿No se daran cuenta que no me interesan nada sus empastes?", decía , mientras Isabel, la mujer de su vida, lo reprendia. "Antonio, que te van a escuchar". Isabel, su compañera, su amiga y su todo ha sido y será siempre parte importante en la vida de todos los que tuvimos la suerte de tratar a Mingote. Que sepas que nunca estarás sola.

Mi primer encuentro con Antonio Mingote fue telefónico, a través de una encuesta para la revista Tiempo de la que no recuerdo la pregunta. Debía ser absurda, porque con bastante ironía me respondió: "Ya...¿Y para esto ha estudiado usted  una carrera?". Por supuesto, contestó porque ante todo era una persona respetuosa, comprensiva, elegante con la prensa y, sobre todo, con la gente que empezábamos. Me  dijo que no me preocupara y que si al dia siguiente me encargaban la misma tarea que lo volviera llamar.