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El brazalete de la discordia
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Paloma Barrientos

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El brazalete de la discordia

El día que se supo que la sala de subastas Sotheby’s tenía en su poder un brazalete propiedad de la reina Victoria Eugenia, con un precio

Foto: El brazalete de la discordia
El brazalete de la discordia

El día que se supo que la sala de subastas Sotheby’s tenía en su poder un brazalete propiedad de la reina Victoria Eugenia, con un precio de salida de 620.000 euros, el interés era descubrir quién lo había heredado, por qué se ofertaba o qué razones existían para ese absoluto secreto sobre la identidad de la propietaria, que forma parte del organigrama de los Borbón.

Las combinaciones y permutaciones no se hicieron esperar y los propios colaterales hacían las quinielas. "Pues yo creo que es ésta, porque esta canina", decían; "el primo tal lo ha perdido todo en una timba, seguro que es él"; "la joya no ha formado parte del joyero de los Torlonia"; "Y tampoco de los Marone", reivindicaban unos; "pues solo quedan los Barcelona", concluían otros. La historia se complicaba y todo podía ser dadas las características de la joya, que nunca había salido del entorno directo de la reina Victoria Eugenia.

Mutismo absoluto, que es la norma que impera en las casas reales cuando sus miembros tienen que empeñar las joyas como si fueran folclóricas al uso. Lo que sí que es una realidad es que la Lola Flores de turno y su camino a la casa de empeño de la calle Arenal tiene ahora su espejo en un descendiente de Alfonso XIII. Aunque entre el Monte de Piedad madrileño y Sotheby's haya muchos kilómetros de distancia, al final las joyas sirven para salir de un entuerto, pagar una deuda o quizá una fianza millonaria, como la que tendrá que afrontar Iñaki Urdangarin.

No hay constancia, pero el brazalete podría haber sido un obsequio de la condesa de Barcelona a cualquier de sus nietas. ¿Y si fuera la infanta Cristina la dueña?

El día que se supo que la sala de subastas Sotheby’s tenía en su poder un brazalete propiedad de la reina Victoria Eugenia, con un precio de salida de 620.000 euros, el interés era descubrir quién lo había heredado, por qué se ofertaba o qué razones existían para ese absoluto secreto sobre la identidad de la propietaria, que forma parte del organigrama de los Borbón.