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¿Y si la princesa Letizia regalase las fotos de su primera boda?
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Paloma Barrientos

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¿Y si la princesa Letizia regalase las fotos de su primera boda?

La venta de las  fotos  de la primera boda de la princesa Letizia tienen muy poco recorrido, entre otras cosas porque no hay nada que ofrecer.

Foto: ¿Y si la princesa Letizia regalase las fotos de su primera boda?
¿Y si la princesa Letizia regalase las fotos de su primera boda?

La venta de las  fotos  de la primera boda de la princesa Letizia tienen muy poco recorrido, entre otras cosas porque no hay nada que ofrecer. Son imágenes comunes a las de cualquier enlace de estas características. Foto dentro del juzgado, fuera y después, el convite. El novio, familia y amigos en todas las combinaciones posibles. Todo muy normal. En la fiesta  nupcial de Letizia y Alonso Guerrero no hubo corte de corbata ni de la liga de la hoy princesa. Ni siquiera un Paquito Chocolatero como broche final que quizá hubiese dado lugar a imágenes más coloristas.

El caso es que el traidor que ha querido emular a Diego Torres, el ex socio malvado del excelentísimo imputado Urdangarin, se ha quedado compuesto y sin dinero porque nadie va a pagar 600.000 euros por algo que no tiene más valor que recordar el pasado de la consorte real. Un pasado del que la protagonista de esta historia de supuesta intimidación monetaria no debería avergonzarse.

Letizia Ortiz Rocasolano se casó hace quince años con su profesor de instituto cuando ni en sus sueños más irreales y locos pensaba que algún día su futura hija lo sería también del heredero de la jefatura del Estado de España. La joven estaba tan interesada en la monarquía en aquel momento como los integrantes de Gandia Shore en visitar el museo del Prado.

El problema de la princesa (o de quien le aconsejó en aquel momento)  fue pensar que las biografías pueden pasar a ser invisibles. Hay quien intenta reescribir su vida al cabo de un tiempo. Esa decisión resulta peligrosa porque el pasado siempre vuelve. La mujer del heredero quiso ser como Cristo del que, una vez perdido en el Templo, no se volvió a saber de él hasta los 33 años. La ex periodista hizo desaparecer su anterior existencia el día que dio el “sí, quiero” en la catedral de la Almudena. Cuando entró a formar parte de la Primera Familia se esfumo Alonso Guerrrero y todo lo que tuviera que ver con él.

Los años de convivencia con el periodista David Tejero también se evaporaron e incluso provocaron que fuese convocado en Zarzuela para un “cambio de impresiones” como él mismo ha confirmado hace poco. También se eclipsaron los años locos de México, los posados para Maná, las escapadas nocturnas, los amigos con derecho a roce, los bailes hasta la madrugada… Nada de eso quedó, lo cual supone una metedura de pata. Letizia Ortiz no tenía  una biografía escandalosa, censurable o indigna. No era diferente de la de muchas mujeres mayores, menores o de su misma edad y, por tanto, no era necesario esconder nada. Mucho menos las imágenes de una boda por amor

Si la consorte real fuese hábil repartiría esas fotos y ya no habría posibilidad de que nadie negociara. Sería esta una excelente idea y alternativa para cerrar ese capítulo de su vida. En aquellos años, Letizia Ortiz sí era propietaria de su intimidad y de su privacidad. Ahora, cuando el mantenimiento de su casa, de sus hijas y su marido corren a cargo de los presupuestos generales que pagan todos los españoles, no lo es. 

La venta de las  fotos  de la primera boda de la princesa Letizia tienen muy poco recorrido, entre otras cosas porque no hay nada que ofrecer. Son imágenes comunes a las de cualquier enlace de estas características. Foto dentro del juzgado, fuera y después, el convite. El novio, familia y amigos en todas las combinaciones posibles. Todo muy normal. En la fiesta  nupcial de Letizia y Alonso Guerrero no hubo corte de corbata ni de la liga de la hoy princesa. Ni siquiera un Paquito Chocolatero como broche final que quizá hubiese dado lugar a imágenes más coloristas.