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El Fortuna, un quebradero más de cabeza
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Paloma Barrientos

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El Fortuna, un quebradero más de cabeza

Desde que Patrimonio Nacional comunicó a la Casa Real que no podía hacerse cargo del mantenimiento del Fortuna, el dichoso barco se convirtió en un problema.

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El Fortuna, un quebradero más de cabeza

Desde que Patrimonio Nacional comunicó a la Casa Real que no podía hacerse cargo del mantenimiento del Fortuna, el dichoso barco se convirtió en un problema. Como no había dinero ni posibilidad de recaudar por cuestiones presupuestarias, como así explicaron desde dicho organismo, la cuestión era zanjar el asunto antes de verano para evitar especulaciones. Después del invierno sombrío, con Nóos y Urdangarin como elementos perturbadores, una primavera con imputación sin imputación para la infanta, y todo aderezado con pitadas cada vez más frecuentes, el Fortuna podía ser la siguiente pieza desestabilizadora. Sacar el barco era malo y no hacerlo también.

Por lo tanto, hubo que tomar decisiones de urgencia y lo mejor que hizo la Casa fue adelantarse. El Rey, que sabe lo importante que son los gestos, y más en estos momentos, decidió que ya estaba bien de navegar y que lo mejor en tiempos de crisis era devolverlo para su reutilización. Es decir, que Patrimonio gestionara un barco emblemático y si tenía que venderlo que lo hiciera.

Y fue entonces cuando surgieron las complicaciones, porque los empresarios que en su día le regalaron el Fortuna, por el que pagaron 21 millones de euros, al jefe del Estado, pretendían rentabilizarlo no se sabe muy bien atendiendo a qué razones. Las que plantearon respecto a que el obsequio iba unido a la condición del uso y disfrute de la Primera Familia en Mallorca demostraban el interés tan criticado siempre por la utilización tan descarada de la Institución. Y una vez que el Rey ya no tiene nada que ver, los empresarios siguen en sus trece e insisten en que el barco es suyo y nada más que suyo. Pero, mientras se dilucida esta cuestión, que requiere dictámenes de la abogacía del Estado y el visto bueno del Consejo de Ministros, el mantenimiento del Fortuna cuesta un congo y no hay un euro. El dilema es complicado y puede salpicar a la Corona.

Hace unos días  hubo una reunión entre los pagadores del Fortuna y Patrimonio en la que no se produjo acuerdo. El organismo que vigila, cuida y mantiene las propiedades reales (que son de todos los españoles) quiere que en el caso de que el barco vuelva a manos de quienes se encargaron de ofrecerlo se hagan cargo desde ya del mantenimiento de la embarcación. Y por ahora no hay arreglo y los costes siguen aumentando en perjuicio de otras responsabilidades de Patrimonio. El Fortuna se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para todos.

Desde que Patrimonio Nacional comunicó a la Casa Real que no podía hacerse cargo del mantenimiento del Fortuna, el dichoso barco se convirtió en un problema. Como no había dinero ni posibilidad de recaudar por cuestiones presupuestarias, como así explicaron desde dicho organismo, la cuestión era zanjar el asunto antes de verano para evitar especulaciones. Después del invierno sombrío, con Nóos y Urdangarin como elementos perturbadores, una primavera con imputación sin imputación para la infanta, y todo aderezado con pitadas cada vez más frecuentes, el Fortuna podía ser la siguiente pieza desestabilizadora. Sacar el barco era malo y no hacerlo también.