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Ortega Cano y su eterno “me van a matar a disgustos”
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Paloma Barrientos

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Ortega Cano y su eterno “me van a matar a disgustos”

La detención de su hijo José Fernando ha sido por ahora el último capítulo de una vida complicada desde que murió Rocío Jurado. La enfermedad de

Foto: El torero Jose Ortega Cano con su hijo Jose Fernando
El torero Jose Ortega Cano con su hijo Jose Fernando

La detención de su hijo José Fernando ha sido por ahora el último capítulo de una vida complicada desde que murió Rocío Jurado. La enfermedad de la cantante pilló a Ortega Cano con el pie cambiado y siempre pensó en el milagro de última hora. No lo hubo y a partir de ahí vivió un cambio radical con un poso de tristeza que quiso tapar con su vuelta a los ruedos. Tampoco funcionó y sus propios colegas le dijeron que era un error, porque su estado mental no era el más adecuado. Coincidiendo con la segunda alternativa, aparecieron protagonistas e historias colaterales relacionadas con su entorno que le hicieron mucho daño. Algunos de los responsables de esos comentarios maliciosos y calumniosos relativos a su sexualidad, su querencia al alcohol, su falta de dedicación a los hijos y su enemistad con Rocío Carrasco provenían de su familia más directa. Fue una de las primeras veces que comentó la frase que ahora ha vuelto a repetir como si fuera un mantra: “Me van a matar a disgustos”.

Durante esos años manejó más o menos su vida pública hasta que tuvo el accidente que le costó la vida a Carlos Parra, un hombre que no salía de ninguna fiesta, sino que madrugaba para ir a trabajar. Ortega Cano ha declarado al respecto: “Ojalá hubiera muerto yo”. Después conoció a su pareja actual Ana María Aldón, madre de su hijo biológico. De ella dijo: “Me da tranquilidad”. Y de nuevo las broncas con José Fernando, que Ortega sabe “no va por buen camino, pero no puedo hacer nada más”. Los que conocen los temas familiares reconocen que al hijo lo intentó enderezar con buenos y estrictos colegios o trabajo en el campo para ganarse el dinero de fin de semana. En aquellas discusiones, siempre la frase de Ortega era la misma: “Me van a matar a disgustos”, que se acompañaba de fuertes arritmias.

Hasta que fue mayor de edad, José Fernando se enfrentó verbal y casi físicamente con él porque quería la herencia de su madre y se marchó de casa con la cuenta corriente a su disposición para gastarla a manos llenas en actividades poco recomendables para nadie. El muchacho está en la cárcel acusado de cuatro delitos, el padre destrozado con medicación y sin saber qué hacer con lo que se le viene encima. Y dicen que ahora más que nunca acordándose de Rocío: “Si ella hubiera estado viva no habría pasado nada de esto”, ha dicho a sus íntimos. Pero sobre todo repite una frase, una que ya es mantra: “Me van a matar a disgustos”.

La detención de su hijo José Fernando ha sido por ahora el último capítulo de una vida complicada desde que murió Rocío Jurado. La enfermedad de la cantante pilló a Ortega Cano con el pie cambiado y siempre pensó en el milagro de última hora. No lo hubo y a partir de ahí vivió un cambio radical con un poso de tristeza que quiso tapar con su vuelta a los ruedos. Tampoco funcionó y sus propios colegas le dijeron que era un error, porque su estado mental no era el más adecuado. Coincidiendo con la segunda alternativa, aparecieron protagonistas e historias colaterales relacionadas con su entorno que le hicieron mucho daño. Algunos de los responsables de esos comentarios maliciosos y calumniosos relativos a su sexualidad, su querencia al alcohol, su falta de dedicación a los hijos y su enemistad con Rocío Carrasco provenían de su familia más directa. Fue una de las primeras veces que comentó la frase que ahora ha vuelto a repetir como si fuera un mantra: “Me van a matar a disgustos”.

José Ortega Cano