El viaje más cinematográfico de la infanta

Si a Pedro Almodóvar se le ocurriera rodar una segunda parte de Los amantes pasajeros, el viaje de ida y vuelta de la infanta Cristina a Palma sería la excusa perfecta para un guión perfecto. Y con los suficientes ingredientes para que la película resultara un éxito de taquilla. Amor en estado puro de una mujer hacia un marido traicionero, un juez instructor indeleble a los apremios externos, un mundo mediático pendiente de una declaración y una puesta en escena por tierra, mar y aire en la que Almodóvar podría dar lo mejor de sí mismo.

Y quizá el punto de arranque debería ser ese avión que trasladaba a la hija del Rey lleno de periodistas camuflados intentado tomar imágenes de la viajera real. Aderezado por los comentarios de un equipo de fútbol repleto de muchachotes robustos pendientes de lo que ocurría en la zona delantera. A todo esto, los escoltas interponiendo sus cuerpos 3x4 entre los deseos de los reporteros y su obligación de cuidar a la protegida y preocupados porque en un espacio tan reducido su capacidad de acción era mínima. Tanto es así que en el viaje de regreso, también tomado por los reporteros intrépidos, uno de los policías soltó un: “¡Joder, no me lo puedo creer!”, al identificar a varios periodistas.

No era cuestión de montar un tinglado a bordo solicitando la identidad al pasaje como sucede en otras situaciones, cuando los miembros reales no quieren que se les fotografíe en lugares públicos y, por lo tanto, hicieron lo que pudieron y los reporteros igual. Esta vez la suerte estuvo de parte de los informadores y esa misma noche se emitieron las imágenes del viaje judicial de la infanta a la ciudad de su ducado. Y quizá lo que más llamó la atención fue la tranquilidad de la protagonista, que pasó la hora y media que duró el vuelo tranquila a pesar de saber que era objetivo prioritario de los excolegas de su cuñada Letizia.