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El tatuaje sorpresa de Bibiana Fernández en 'Supervivientes'
Bibiana Fernández promete dar mucho juego en Supervivientes, el programa que abandona a su suerte a personajes mediáticos en una isla
Bibiana Fernández promete dar mucho juego en Supervivientes, el programa de Telecinco que abandona a su suerte a una serie de personajes relativamente mediáticos en una isla. Ninguno es Robinson Crusoe y Bibiana la que menos, aunque ella ya es una superviviente nata. A lo largo de su existencia, dependiendo de sus subidas y bajadas de la noria de la vida, ha ido reinventándose. Unas veces por necesidad, para tomar aire y seguir, y otras por puro atrezzo del escenario en el que estaba inmersa. Pero siempre sin cruzar ese margen que marca la ética y el espectáculo sin corazón.
Le ofrecieron una isla y dijo que sí. No adornó sus razones amparándose en discursos poco creíbles en forma de frases llamativas del tipo: “Quiero vivir experiencias diferentes”. Ha sido muy clara en sus explicaciones: “Me viene muy bien el dinero. ¿Por qué voy a contar otra cosa? Una oferta muy razonable para lo que voy a pasar”.
Pero como la artista es muy positiva, enumera las cosas beneficiosas de este exilio isleño: “Voy a adelgazar porque estoy como un trullo y además dejaré de fumar. Como no me fume las hojas de una palmera allí ni hay tabaco ni nos lo dan. Y en cuanto a la comida me veo con atracones de medusas. En fin, procuraré disfrutar y no creo que no me pueda adaptar porque he sobrevivido al franquismo, a los novios, a los amantes, a terremotos existenciales. Ahora me agobia dejar organizada mi casa”.
En este punto, la cuenta atrás es importante. Lo más prioritario y primordial: su perro. “Se queda en casa con unos amigos que se instalan ya para que vayan acostumbrándose a convivir con él”.
Bibiana Fernández promete dar mucho juego en Supervivientes, el programa de Telecinco que abandona a su suerte a una serie de personajes relativamente mediáticos en una isla. Ninguno es Robinson Crusoe y Bibiana la que menos, aunque ella ya es una superviviente nata. A lo largo de su existencia, dependiendo de sus subidas y bajadas de la noria de la vida, ha ido reinventándose. Unas veces por necesidad, para tomar aire y seguir, y otras por puro atrezzo del escenario en el que estaba inmersa. Pero siempre sin cruzar ese margen que marca la ética y el espectáculo sin corazón.