Los amores de Teresa Campos

Todos los veranos suele haber una noticia que se convierte en tema de conversación y de interés general en el mundo social. Este año la sorpresa ha llegado por donde menos se esperaba. Una vez agotado el tema de los desencuentros de la hija de Isabel Pantoja con su novio NiNi (ni estudia ni trabaja) ya quedaba poca cosa para analizar de esta pareja, que tenía desde los inicios fecha de caducidad. Los posados de los Reyes y sus hijos en Palma han resultado recurrentes, pero tras examinar la vestimenta, los complementos y los gestos de cada miembro del núcleo duro tampoco daba para más.

Por eso hay que agradecer a María Teresa Campos que haya resuelto las tertulias televisivas, las portadas de las revistas de entretenimiento y, sobre todo, las charlas postsiesta con este amor de última hornada, Bigote Arrocet. Los dos son personas queridas por la mayoría del público que les ha seguido desde hace años. La fama de ambos no es de ida y vuelta sino ganada a golpe de trabajo y de muchos madrugones.En el caso de Teresa, soy testigo. De Arrocet, lo intuyo.

Campos ha sido siempre una mujer liberal en sus relaciones afectivas y no se ha dejado mangonear o seducir como otras por cantos de sirena de caballeros potentes que ofrecen bolsos Birkin a cambio de libertad. Ha tenido amores de larga duración como fue Felix, un hombre bueno y divertido. Estacionales que daban de sí tres hojas de calendario. Ahora Campos se ha convertido en la heroína de jóvenes y mayores. “Si ella puede (enamorarse) porque yo no?”. Y es lo que ha ocurrido. Teresa está viviendo “su momento”. Puede guardarse de los paparazzis, pero lo que la traiciona es esa sonrisa permanente que pone la gente cuando encuentra al hombre/mujer de su vida. Aunque esta vida dure mucho o poco.