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Los excesos de Pe y Bardem
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Los excesos de Pe y Bardem

No soporto los excesos ni los defectos y, de la misma manera que me empalaga el exhibicionismo twitero de una Shakira convertida en ‘cheerleader culé’ por

Foto: Los excesos de Pe y Bardem
Los excesos de Pe y Bardem

No soporto los excesos ni los defectos y, de la misma manera que me empalaga el exhibicionismo twitero de una Shakira convertida en ‘cheerleader culé’ por obra y gracia de Piqué, me pone de los nervios el extremado celo con que la Cruz protege una imagen de la que vive, cuando está perfumada de Lancome.

Y es que, mientras la una mostraba como esas caderas que habían mareado a medio mundo habían perdido forma cobijando el mejor gol de Gerard, la otra se empeñaba en esconder el fruto del pecado original, consiguiendo que, de tanto negar y ocultar, la foto de su incipiente barriga se haya convertido, esta semana, en la manzana prohibida que gracias a un ávido paparazzi muchos han podido devorar.

No hay nada que le ‘ponga’ más a un reportero que conseguir lo imposible y esta vez ni guardaespaldas, ni avionetas privadas, ni una fortuna invertida en el arte del despiste, han logrado evitar lo inevitable: que la bella estampa de una mujer embarazada se cuele en los kioscos junto al Vogue, que es donde a la de Alcobendas le gusta lucir escote de Virgen Madona erotizada.

Avión y embarazo que, por cierto, sirvieron de excusa a la señora de Bardém para no presentarse en la gala de los Goya, donde estaba anunciada su presencia, debido a su avanzado estado de gestación. Y es que la Cruz solo se acuerda del mundo patrio cuando al otro lado del teléfono se encuentra su ‘amante pasajero’, Pedro Almodóvar, para ofrecerle uno de esos papeles que ella borda a la perfección, dentro del estereotipo algo manido de latina pasional.

¡Es una lástima! Qué le vamos a hacer, Penélope es de las prefiere dar una entrevista a Jimmy Kimmel en la BBC para promocionar a su hermana Mónica o hablar de las ventosidades de Johnny Depp y de su afición al karaoke, que contestar a las preguntas sobre cine que cualquiera de nuestras blancas presentadoras de programas matutinos estarían encantadas de hacerle, aunque de refilón cayese alguna cuestión sobre el rudo de su marido, que anda por ahí enfadado con el mundo.

Según la de Alcobendas, la prensa del corazón en España “sólo busca drama y hasta que no tienen un muerto delante de ellos no paran”. Debe ser por eso que prefiere desmelenarse ante las cámaras americanas, en cualquiera de los show a los que acude, sin que el pudor ruborice su mejilla de chica exótica de calendario.

En esta ocasión no hay muerto, sino futura vida. No hay persecución por las calles, sino el trabajo bien elaborado del que trabaja en la distancia sin molestar para mostrar una imagen robada pero cuidada, sin artificio ni publicidad.

Nacerá el segundo hijo del matrimonio y la prensa deberá evitar sacar su rostro, porque así lo han decidido sus padres en su legítimo derecho. Una cara borrosa, la del futuro vástago Bardém- Cruz, frente a la expuesta en las redes del pequeño Milan Piqué. Dos maneras de entender la relación de la fama con la afición. Una me empalaga por excesiva, la otra me exaspera, exactamente por lo mismo.  

No soporto los excesos ni los defectos y, de la misma manera que me empalaga el exhibicionismo twitero de una Shakira convertida en ‘cheerleader culé’ por obra y gracia de Piqué, me pone de los nervios el extremado celo con que la Cruz protege una imagen de la que vive, cuando está perfumada de Lancome.

Javier Bardem