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Malditos bastardos
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Malditos bastardos

“Si una adúltera se queda embarazada, los hijos son de su marido. Esa niña no es mía”. Con esta contundencia de verbo fluido, muy dada en

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Malditos bastardos

“Si una adúltera se queda embarazada, los hijos son de su marido. Esa niña no es mía”. Con esta contundencia de verbo fluido, muy dada en él, negaba Pepe Sancho la paternidad de María José, la hija que en su día Margarita Matellanes proclamó a los cuatro vientos que era fruto de una relación que años atrás había mantenido con el actor. Pepe se eximía de la culpa al entender que la señora en cuestión era mujer de otro, como si las señoras casadas no tuviesen episodios de noches furtivas en las que nueve meses después se descubre el pastel. ‘El Estudiante’ suponía que un rollete pasajero no podría traer tales consecuencias, pero a la vista de lo que les ha sucedido a muchos otros famosos, la máxima del actor no siempre se ha cumplido.

Que los hijos bastardos (palabra que nunca me ha gustado y que muchos que se consideran caballeros han utilizado para menospreciar a los de su propia estirpe) son molestos, es incuestionable. Y más cuando se descubre que, a pesar de haber dado la espalda y haber mirado para otro lado, en el momento de la creación los que estaban casados eran ellos y no ellas.

Todavía recuerdo los gritos que pegaba el maestro Jaime Ostos, más maestro en los últimos tiempos en los ruedos mediáticos que en los otros, cuando apareció una señora asegurando que de aquellos encuentros en el hotel Eurobilding había nacido una niña de nombre Gisela. La guinda del culebrón la puso su exmujer que, despechada con el torero, se sumó a la causa, bajo la excusa de los derechos filiales de la menor. El matador entró a matar, mientras la Doctora Grajal, esa esposa a la que se la entiende menos según avanza la noche, intentaba calmar los envites e insultos de su marido poniendo la mano en el fuego por él y negando la existencia de cuernos fuera de la plaza.

Una actitud muy similar a la de Paca, mujer del cantante Francisco, aunque a esta la noche no la confunda como a la otra. La señora del que cantaba Latino en ningún momento creyó que en las escapadas que su marido hacia Madrid hubiesen existido relaciones extraconyugales. En ambos casos la justicia pudo más que las palabras y las negaciones y hoy hay dos señoritas más por el mundo con el apellido Ostos y González.

Porque bastardos los ha habido siempre, sin distinción de clases, que hasta Don Leandro consiguió después de mucho pleitear que le otorgasen lo que por nacimiento le correspondía: el apellido Borbón.

“Los hijos de mis hijas hijos son, los de mis hijos lo son o no lo son”. Gran frase que se acuñará en los libros y no precisamente de arte, cuando se escriba en los próximos lustros sobre la obra y milagros de la Baronesa Thyssen. Hasta cinco pruebas exigió Carmen Cervera a su nuera Blanca Cuesta durante su primer embarazo (caso único en el mundo de suegra desconfiada). Pero es que aquí lo que se jugaba no era la honra de su hijo Borja, sino fortuna y linaje. Con el tiempo a Borja le salió un hermano secreto y a Blanca otro y es que los árboles genealógicos de los más pudientes están llenos de brotes que de vez en cuando asoman entre las ramas. Hasta el cuerpo del millonario Juan March Ordinas ha tenido que ser exhumado después de que una señora de 65 años criada en un orfanato reclamase su paternidad.

Como decía el banquero, la riqueza no se crea ni se destruye solamente cambia de bolsillo. Quizá es ahí, en el reparto del parné, donde resida el odio que muchos destilan al denominar a los cachorros nacidos en clandestinidad “malditos bastardos”.

“Si una adúltera se queda embarazada, los hijos son de su marido. Esa niña no es mía”. Con esta contundencia de verbo fluido, muy dada en él, negaba Pepe Sancho la paternidad de María José, la hija que en su día Margarita Matellanes proclamó a los cuatro vientos que era fruto de una relación que años atrás había mantenido con el actor. Pepe se eximía de la culpa al entender que la señora en cuestión era mujer de otro, como si las señoras casadas no tuviesen episodios de noches furtivas en las que nueve meses después se descubre el pastel. ‘El Estudiante’ suponía que un rollete pasajero no podría traer tales consecuencias, pero a la vista de lo que les ha sucedido a muchos otros famosos, la máxima del actor no siempre se ha cumplido.