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El lenguaje hipócrita de la Familia Real
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

El lenguaje hipócrita de la Familia Real

Pongo la tele y oigo a la Princesa Letizia decir: “Hay que afinar, con las palabras, lo que pensamos” y eso es lo que voy a

Foto: El lenguaje hipócrita de la Familia Real
El lenguaje hipócrita de la Familia Real

Pongo la tele y oigo a la Princesa Letizia decir: “Hay que afinar, con las palabras, lo que pensamos” y eso es lo que voy a hacer hoy, afinar con el lenguaje que emplea la Casa Real cada vez que no se atreve a llamar ‘al pan pan y al vino vino’ y se refugia en eufemismos para definir cosas cotidianas para cualquiera de los mortales, pero que para ellos, debido a la estirpe noble de la que proceden, deben rozar casi lo pecaminoso.

Doña Letizia ha dado una charla sobre lo conveniente de utilizar un lenguaje apropiado en los medios a la hora de hablar de la crisis. Como si a quien la sufre le importasen demasiado las definiciones que otros dan a sus lamentables situaciones. La princesa pone empeño en manifestar que no es lo mismo decir ‘ayudas’ que ‘rescate’, o ‘reestructuración’ en lugar de ‘recortes’. Con estos cambios semánticos, debe entender la futura reina que la cosa se dulcifica, y que cuando en una escuela se reducen los gastos de comedor, bastará con decir a los niños que su recorte en la bandeja es debido a una 'reestructuración', como si con eso ahuyentaran los rugidos de sus diminutos estómagos.

Claro, que no puede extrañarnos esta singular utilización del diccionario, cuando la Familia Real evita la palabra ‘divorcio’ o ‘separación’ utilizando la frase, ya acuñada para la posteridad, “cese temporal de la convivencia”. La cosa no se quedó en tan singular definición y, con el paso de los años, tuvimos que entender el significado de nuevas palabras. La rinoplastia de Letizia no fue una ‘operación estética’ debida a los complejos que la princesa llevaba a cuestas, sino un ‘problema respiratorio’ que había que subsanar. Además, su  extrema delgadez en ningún caso estuvo vinculada al término ‘anorexia’ sino al ‘estrés’. ¿Es cuestión de afinar el lenguaje o de ocultar tras un velo de opacidad lo que realmente es?

El mismo día en que Letizia pronunciaba su discurso, en el VII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, el Rey renunciaba al uso del yate Fortuna para mostrar una imagen de austeridad más acorde con los duros tiempos que corren. Los mismos tiempos en los que hemos conocido los gastos desembolsados en la finca la Angorrilla, que ocuparon su amiga Corinna y el hijo de ésta durante un tiempo y, exactamente el mismo día en que, el periodista Antonio Montero, contaba que el monarca habría invertido 60 mil euros en construir un picadero en Zarzuela para que su hija pudiese disfrutar de la hípica sin ser molestada por los incómodos paparazzi. Los ‘recortes’, o la ‘reestructuración’, como diría Letizia, han debido ir a parar de un lado a otro.

En esto del empleo de los términos todos hemos tenido culpa y aquí entono la mía. Por ejemplo, cuando a la hora de definir a Corinna utilizo aquello de “amiga entrañable del Rey”. Las mujeres o son ‘amigas’ o ‘esposas’ o ‘amantes’, pero quedarnos a medias y utilizar el término ‘entrañable’, como si de la estampa de un bebé en brazos de su madre se tratara, cuando los protagonistas ya peinan canas y sus comportamientos están siendo criticados por la gran mayoría, es de ser hipócrita. Es creer que al público y al lector se le convence con un eufemismo estúpido. Pero de momento es lo que hay, aunque tal y como está la cosa, puede que ellos mismos inventen un nuevo término con el que definir tan absurda situación. A lo mejor a la experiodista Letizia, que ahora da charlas sobre lenguaje, se le ocurre alguna. 

Pongo la tele y oigo a la Princesa Letizia decir: “Hay que afinar, con las palabras, lo que pensamos” y eso es lo que voy a hacer hoy, afinar con el lenguaje que emplea la Casa Real cada vez que no se atreve a llamar ‘al pan pan y al vino vino’ y se refugia en eufemismos para definir cosas cotidianas para cualquiera de los mortales, pero que para ellos, debido a la estirpe noble de la que proceden, deben rozar casi lo pecaminoso.

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