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Cayetano, Abascal y el terrorismo
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Cayetano, Abascal y el terrorismo

Hay quien asegura que no hay mejor defensa que un buen ataque. Eso es lo que debió de pensar Cayetano Martínez de Irujo cuando, hace años,

Foto: Cayetano, Abascal y el terrorismo
Cayetano, Abascal y el terrorismo

Hay quien asegura que no hay mejor defensa que un buen ataque. Eso es lo que debió de pensar Cayetano Martínez de Irujo cuando, hace años, tras salir de cenar de un restaurante, se encontró con dos paparazzi que querían fotografiarle. El conde de Salvatierra, que de Conde debe tener el título, que no los modales, la emprendió a golpes con los reporteros tal y como dicta la sentencia que acaba de hacerse pública. Sin embargo, lejos de disculparse, como hacen los nobles y señores, el hijo de la duquesa ha utilizado un argumento que no es nuevo en la Casa de Alba. Cayetano ha asegurado ante el tribunal que confundió a los paparazzi con terroristas y que ante la amenaza de un atentado siempre es mejor emplear el ‘puño de oro’ de la ilustre casa, que emprender la huída clamando auxilio. Cayetano es de los que prefiere mantenerse en sus trece a recular y pedir perdón, algo que le haría grande por sus gestos y no por su nacimiento.

Pocos días después era Nati Abascal, esa mujer que según avanza la noche menos se la entiende, quien llamaba terroristas a los periodistas que le llamaban por teléfono para preguntarle por la ya ex nuera de la Pantoja. Con ese hilo de voz nasal inconfundible de musa ‘demodé’ de Valentino, Nati gritaba, como alma que lleva el diablo, cargando contra el periodista que al otro lado del teléfono no entendía cual era su delito. Es curioso que, la misma dama que utiliza a la prensa para transformar con sus estilismos de alta costura a algunas mujeres en damiselas de postín, arremeta de esta forma.

Hace años que llevo oyendo la misma cantinela. Cuando en el año 1997 un accidente de tráfico acabó con la vida de Lady Di en París, fue necesario buscar al culpable que había roto los sueños de un pueblo que había convertido en mito a la frágil princesa. A partir de ese momento, se instaló en las conciencias de los que no entendían una muerte prematura, la frase de: “Paparazzi asesinos”. La frase supone una losa que muchos actualizan cada vez que se sienten perseguidos por el brazo armado de un fotógrafo. Un ejercicio de irresponsabilidad en el caso del Conde de Salvatierra, a quien un juez ha condenado por lesiones. Fue su brazo, y no el de un paparazzi, quien cometió un delito.   

Que en esta profesión hay desalmados, no seré yo quien lo niegue. Como en todas. Que en ocasiones las cámaras y el teléfono se convierten en guardianes permanentes de aquellos que por un motivo u otro son noticia, no cabe duda. Pero de ahí a utilizar algo tan serio como el terrorismo para arremeter contra quienes tienen como única arma una cámara de fotos, me parece una imprudencia y una falta de respeto hacia quienes han sufrido realmente un atentado. Sobre todo si tenemos en cuenta que en ocasiones algunos de los que acusan se pavonean ante los flashes (terroristas) cuando les conviene y en el caso de Nati Abascal vive de ello.

Hay quien asegura que no hay mejor defensa que un buen ataque. Eso es lo que debió de pensar Cayetano Martínez de Irujo cuando, hace años, tras salir de cenar de un restaurante, se encontró con dos paparazzi que querían fotografiarle. El conde de Salvatierra, que de Conde debe tener el título, que no los modales, la emprendió a golpes con los reporteros tal y como dicta la sentencia que acaba de hacerse pública. Sin embargo, lejos de disculparse, como hacen los nobles y señores, el hijo de la duquesa ha utilizado un argumento que no es nuevo en la Casa de Alba. Cayetano ha asegurado ante el tribunal que confundió a los paparazzi con terroristas y que ante la amenaza de un atentado siempre es mejor emplear el ‘puño de oro’ de la ilustre casa, que emprender la huída clamando auxilio. Cayetano es de los que prefiere mantenerse en sus trece a recular y pedir perdón, algo que le haría grande por sus gestos y no por su nacimiento.

Naty Abascal