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Los Thyssen: las sectas y el ADN
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Los Thyssen: las sectas y el ADN

“Mi vida y la de Blanca no se parecen. No tiene nada que ver conmigo”. Este el mantra que, año tras año, ha pronunciado la baronesa

Foto: Los Thyssen: las sectas y el ADN
Los Thyssen: las sectas y el ADN

“Mi vida y la de Blanca no se parecen. No tiene nada que ver conmigo”. Este el mantra que, año tras año, ha pronunciado la baronesa Thyssen en un intento de inocular en la mente del colectivo social la idea de que, por mucho que nos empeñemos en comparar, en su curriculum reinventado no existe la ambición desmedida de su odiada nuera.

Para la señora baronesa poco importa que ambas hayan protagonizado las portadas más sonadas de Interviú, eso sí, la primera con pecho al natural y la segunda con silicona pagada por la Thyssen, o que se haya cuestionado la paternidad de los herederos del imperio. Lo suyo es un título forjado a base de esfuerzo y tesón, por mucho que en su día se deslizase en la liana de Tarzán, y lo de Blanca, un golpe de melena que ha mareado a ese cachorro al que siempre quiso emparentar con alguien de su nivel.

La mente siempre fresca de la baronesa la llevó a tomar medidas insólitas para evitar que ese hijo suyo, al que le gustan más los tatuajes y el gimnasio que la pintura, heredase toda la fortuna que durante tantos años Tita había amasado a fuego lento para él. Fue entonces cuando urdió el plan, digno de culebrón de sobremesa, de contratar un vientre de alquiler y perpetuar la especie. Al mundo llegaban dos niñas fecundadas por la donación de un esperma que voló hasta Los Ángeles y sobre el que la propia Tita no tiene reparos en hablar con todo aquel que le pregunta, a sabiendas de que nadie lo va  a publicar. La paternidad de las pequeñas es un secreto a voces con el que la baronesa ha jugado en numerosas ocasiones, hasta el punto de intentar contarlo en unas memorias desmemoriadas. Pero ni por esas consiguió que el hijo pródigo regresase al hogar y mantuviese relación con unas hermanas, que curiosamente guardan un gran parecido físico con él. Borja prefirió perpetuar la saga a su manera y ya tiene tres niños con los que Tita no mantiene ningún contacto.

La vida de la insigne Tita ha estado marcada por su lucha titánica en los tribunales. Peleó por la herencia de Lex Barker, se vio inmersa en un largo proceso judicial por la fortuna Thyssen y, mientras le quede aliento, lo seguirá haciendo con tal de impedir que Blanca goce de unos privilegios que, a su entender, no se ha ganado. Pero en este juego de tronos, Tita ha visto como sus batallas no siempre han finalizado con su victoria. Ni pudo impedir la bochornosa boda de Borja y Blanca, en la que todo se hizo a escondidas para salvaguardar la exclusiva, ni ha conseguido, por el momento, que su hijo se doblegue. Por mucho que la baronesa grite que a Borja le ha abducido una secta que solo busca dinero, Blanca continúa ganándole por la manga y así seguirá siendo mientras no le falte ese 'parné' por el que varias generaciones llevan luchando.

“Mi vida y la de Blanca no se parecen. No tiene nada que ver conmigo”. Este el mantra que, año tras año, ha pronunciado la baronesa Thyssen en un intento de inocular en la mente del colectivo social la idea de que, por mucho que nos empeñemos en comparar, en su curriculum reinventado no existe la ambición desmedida de su odiada nuera.