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Iñaki Urdangarin, arrojado a la hoguera
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Iñaki Urdangarin, arrojado a la hoguera

En una noche en la que cientos de hogueras se encienden con el fin de purificar los ambientes enrarecidos, limpiar las almas y alejar los maleficios,

Foto: Iñaki Urdangarin, arrojado a la hoguera
Iñaki Urdangarin, arrojado a la hoguera

En una noche en la que cientos de hogueras se encienden con el fin de purificar los ambientes enrarecidos, limpiar las almas y alejar los maleficios, una pequeña fogata se debe haber encendido en el hogar de la Familia Real para arrojar a los infiernos a Iñaki Urdangarín. Un aquelarre simbólico que lleva tiempo fraguándose y en el que se ha ido recogiendo leña con un cuidado exquisito a fin de no dañar a una esposa desengañada, que nada sabia y nada veía.

En la misma semana en  la que Iñaki es sacrificado por las llamas de esta inquisición moderna, su amante esposa ha salido de las tinieblas en las que se encontraba agazapada, por órdenes de la institución, para rendir tributo precisamente a otro Juan: su abuelo. Una casualidad que ha utilizado la real casa, a medio camino entre acto familiar e institucional, para situar de nuevo las piezas en el tablero de un juego cuyas reglas solo ellos conocen, y en el que a la “Dama” nadie se la come.

Los supuestos errores de la Agencia Tributaria han intentado colocar a la mujer en cuestión en el bando de damnificados, es decir, en el de aquellos contra quienes todos confabulan a fin de que parezcan culpables, sin reparar en que muchos de los errores continuados y en una misma dirección son sospechosos, y que en las mentes de los malpensados se va instalando, cada vez con más fuerza, la idea de que sólo los alfiles y las torres caerán cuando la partida se dé por concluida.    

El cúmulo de datos en torno a las actividades del singular matrimonio se va saldando, una vez más, a favor de la señora, que con la llegada del verano se deja ver de nuevo con su parentela mientras su amante esposo, cual libro prohibido, arde ante la multitud ávida de justicia.

El difícil juego de estar a dos bandas es el que ha elegido, o el que han elegido, para la infanta. En su vida privada apoya a ese esposo para el que ya no hay salida y cuyo final ya se pronostica. En la institucional sigue amparada por el paraguas de una casa que ante el Jaque Mate arroja a la hoguera a un peón, a fin de no arder todos. 

En una noche en la que cientos de hogueras se encienden con el fin de purificar los ambientes enrarecidos, limpiar las almas y alejar los maleficios, una pequeña fogata se debe haber encendido en el hogar de la Familia Real para arrojar a los infiernos a Iñaki Urdangarín. Un aquelarre simbólico que lleva tiempo fraguándose y en el que se ha ido recogiendo leña con un cuidado exquisito a fin de no dañar a una esposa desengañada, que nada sabia y nada veía.

Iñaki Urdangarin