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Beatriz, Alberto...¿ha llegado la hora de don Juan Carlos?
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Beatriz, Alberto...¿ha llegado la hora de don Juan Carlos?

Escándalos, infidelidades, una posible hija ilegítima y un heredero que se casó bajo presión, tras las amenazas de un padre de apartarlo de la sucesión si

Foto: Beatriz, Alberto...¿ha llegado la hora de don Juan Carlos?
Beatriz, Alberto...¿ha llegado la hora de don Juan Carlos?

Escándalos, infidelidades, una posible hija ilegítima y un heredero que se casó bajo presión, tras las amenazas de un padre de apartarlo de la sucesión si no ponía fin al idilio con un conocido aristócrata y se casaba con una mujer. Todo un culebrón cuyo capítulo final se escribirá el próximo 21 de julio, cuando el Rey Alberto II abdique en su hijo, el Príncipe Felipe.   

Las comparaciones son odiosas pero inevitables y muchos, a estas alturas, se preguntan por qué si en Bélgica es posible, aquí no. Los dos monarcas tienen una edad similar, a los dos se les reclama por vía judicial una paternidad, ambos están tocados por escándalos financieros, en los que los enriquecimientos familiares han dado de lleno en la línea de flotación y han hecho temblar la corona. Además, los dos tienen herederos preparados y una excusa común, porque el estado de salud es eso, una excusa para salir airoso de una situación insostenible en la que ya nadie grita: “Larga vida al Rey”.

Con estas cartas sobre la mesa debería de haber llegado la hora de dar pasos al frente y dejar de esconder bajo la alfombra los trapos sucios de la corrupción que el ventilador de los medios ha sacado a luz, a pesar de los impedimentos. La otra opción es mirar para otro lado y asistir al declive no solo físico de un monarca que únicamente ha pedido perdón por un viaje a Botsuana del que ya nadie se acuerda, mientras las líneas de los periódicos resaltan las “no” cuentas en Suiza y dos jueces no admiten a trámite las demandas de paternidad aplicando la “inviolabilidad” del Rey. Además, las investigaciones apuntan que el contable de Gurtel pagaba el jet privado de la ‘amiga entrañable’, Hacienda se equivoca con la Infanta Cristina y Zarzuela vive la instrucción del Caso Nóos como “un martirio”.

Los ejemplos de Beatriz de Holanda, Alberto de Bélgica y hasta el mismísimo papa Benedicto XVI, que han preferido retirarse a tiempo, no le han debido servir a nuestro monarca, que ha preferido montarse una campaña para mejorar su imagen pública sin entender que, en ocasiones, las manchas están tan pegadas que no hay blanqueador que las devuelva a su pulcritud original. Algunas voces contrarias a la abdicación aseguran que esta manzana envenenada no puede caer en manos del príncipe Felipe, sin caer en la cuenta de que lo que hoy está envenenado mañana podría estar podrido y que en España se juega con la ventaja de que nuestro Príncipe permanece impoluto en medio de tanto devaneo familiar; un devaneo en el que los cotilleos de alcoba han quedado como algo anecdótico para la ciudadanía frente a la cada día menos ejemplar actitud de sus parientes.

A esta monarquía a la que tanto le gustan esas frases arcaicas de “un Rey no se jubila y un Rey muere Rey en su lecho”, más le valdría emplear otras como la de “una retirada a tiempo es una victoria”, aunque para ello fuese necesario emplear el argumento  belga del delicado estado de salud del noble monarca.

Escándalos, infidelidades, una posible hija ilegítima y un heredero que se casó bajo presión, tras las amenazas de un padre de apartarlo de la sucesión si no ponía fin al idilio con un conocido aristócrata y se casaba con una mujer. Todo un culebrón cuyo capítulo final se escribirá el próximo 21 de julio, cuando el Rey Alberto II abdique en su hijo, el Príncipe Felipe.   

Rey Don Juan Carlos