Malas Lenguas
Por
El último tango de Felipe y Letizia
Durante los últimos días, todas las miradas andan puestas en una pareja que, a pesar de los rumores, simula llevar una vida normal pese a los rumores
Durante los últimos días, todas las miradas andan puestas en una pareja que, a pesar de los rumores, simula llevar una vida normal para alguien que es de todo menos normal. En un matrimonio que intenta utilizar la modernidad como excusa y en una institución que puede ser de todo menos moderna; en definitiva, en el futuro de la corona que representan un príncipe y una princesa sobre los que la rumorología -porque todavía es más sencillo hablar de rumor que de información sin el peligro de que te corten la mano o la voz- apunta una distancia cada vez mas insalvable.
Me cuentan desde Buenos Aires que, alejados de las cámaras y los focos que estudian al detalle si existen miradas furtivas de complicidad entre ellos,la pareja no muestra síntomas de debilidad. De ser así, no entiendo por qué ella, tan perfeccionista para todo, se ha empeñado en demostrar hasta ahora justamente lo contrario, alentando comentarios que por primera vez se han atrevido a pronunciar la palabra ‘divorcio’.
Doña Letizia no disimula que cada vez le aprieta más el zapato que calza, por muy de marca que este sea, y que su obsesión por la belleza es inversamente proporcional a la imagen de amargura y tristeza que proyecta en aquellos actos a los que se ve obligada a asistir, en calidad de lo que es y en ocasiones olvida.
Mientras Letizia y Felipe han bailado su último tango en Argentina, en España se apuntaba que la desaparición de la princesa de la escena pública durante todo un mes se ha debido a un nuevo cambio estético. Al parecer, no contenta con su nariz, la princesa habría vuelto a pasar por quirófano. Un retoque rinoplástico que le habría servido a la futura reina para apurar su olfato y oler lo que de verdad preocupa, que poco tiene que ver con su aspecto y mucho con el futuro de la única rama de una institución, que tras las Corinas, los Urdangarines y la chamusquina, de momento no apesta a quemado.
Los resultados han saltado a la vista y no me refiero a los estéticos. Un mes de rumores han valido para que Letizia y Felipe regalen la única imagen que recuerdo de ellos agarrados de la cintura, cuerpo contra cuerpo, moviéndose al mismo son. Solo esperemos que tan particular tango nada tenga ver con aquel interpretado por Reynaldo Martin titulado Triste Espejismo.
Durante los últimos días, todas las miradas andan puestas en una pareja que, a pesar de los rumores, simula llevar una vida normal para alguien que es de todo menos normal. En un matrimonio que intenta utilizar la modernidad como excusa y en una institución que puede ser de todo menos moderna; en definitiva, en el futuro de la corona que representan un príncipe y una princesa sobre los que la rumorología -porque todavía es más sencillo hablar de rumor que de información sin el peligro de que te corten la mano o la voz- apunta una distancia cada vez mas insalvable.
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