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Las adicciones de Bárbara Rey
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Las adicciones de Bárbara Rey

A pesar de una verborrea impresionante y una incontinencia dialéctica a la hora de describir un currículo profesional en el que reclama algo más que su

Foto: La actriz, en el Starlite Festival 2014
La actriz, en el Starlite Festival 2014

A pesar de una verborrea impresionante y una incontinencia dialéctica a la hora de describir un currículo profesional en el que reclama algo más que su paso por el mítico Palmares, Bárbara Rey, es de las que tira de freno de mano cuando tiene que desnudar un interior lleno de carencias y sórdidas veladas en soledad.

El pasado viernes, Bárbara contaba el penúltimo episodio de una vida llena de secretos a voces y mirando a cámara afirmaba: Estoy enferma.

Sin embargo, y a pesar del peso de la confesión, pocos creyeron, empezando por ella misma, que su gusto por el juego alcanzase cotas tan altas. Y aquí cabe la duda de si Bárbara utilizó el último cartucho que le quedaba para sacar un sobresueldo en época de crisis y jugar a fuegos de artificio, o si realmente no ha sido capaz de interiorizar y verbalizar una adicción que lleva años arrastrando y negando públicamente.

Particularmente, espero que sea esta segunda opción y que sea capaz de superar una enfermedad que conduce a muchos a la miseria, la ruina y la autodestrucción, porque de lo contrario estaría coqueteando con un hecho muy grave a cambio de un puñado de parné, algo absolutamente vomitivo y despreciable, no sólo para el público que contempló sus semi lágrimas, sino para los verdaderamente enfermos.

Hace años que la vedette lleva reclamando entrevistas en las que se ensalce su labor profesional en el cine, el teatro y la televisión. Sin embargo, conocedora como nadie del interés mediático que suscitan otro tipo de cosas más personales, Bárbara se ha ido abriendo en canal para detallar una vida llena de episodios tremendos. La adicciones de su marido, los malos tratos, un cáncer, los problemas de su hija Sofía y ahora, la ludopatía. En el fondo, la querencia a la silla de los bien pagados también es una especie de droga o adicción de la que cuesta salir y a la que ella se ha agarrado como única tabla de salvación en los momentos en los que nadie la llamaba para trabajar. Algo absolutamente lícito y cuyo único límite reclamable por parte de los que entrevistamos es que, al menos a pesar de la gravedad del problema, sea verdad.

A pesar de una verborrea impresionante y una incontinencia dialéctica a la hora de describir un currículo profesional en el que reclama algo más que su paso por el mítico Palmares, Bárbara Rey, es de las que tira de freno de mano cuando tiene que desnudar un interior lleno de carencias y sórdidas veladas en soledad.