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La Pantoja asesta el último golpe a la monarquía
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

La Pantoja asesta el último golpe a la monarquía

He intentado resistirme, pero me ha sido imposible. Después de años hablando de la señora que canta y de la infantísima, hoy me era imposible sentarme

Foto: Isabel Pantoja en una imagen de archivo (Gtres)
Isabel Pantoja en una imagen de archivo (Gtres)

He intentado resistirme, pero me ha sido imposible. Después de años hablando de la señora que canta y de la infantísima, hoy me era imposible sentarme a escribir y no sacar mi mala lengua a pasear para comentar los designios de unas señoras cuyas hormonas se pusieron al servicio de unos machos alfas que blanqueaban algo más que las paredes de sus casas.

No pretendo reflexionar ni sobre leyes, ni sobre códigos penales, ya que para eso están los expertos de El Confidencial, que analizan minuciosamente autos y sentencias que se escapan al entendimiento del ciudadano de a pie. La pena es que, al final, ciertas decisiones judiciales conviertan a la Pantoja en mártir, un papel que interpreta a las mil maravillas cuando su dedo se levanta para afirmar, mirando a cámara como sólo ella sabe hacer, aquello de: " Ellos tendrán que demostrar que soy culpable".

La folclórica sigue convencida de que va a la cárcel por ser quien es, mientras que en la mente del colectivo global se extiende la creencia de que no es lo mismo pasear la bata de cola por el Palau de la Música, que la tiara por el Palacio de la Zarzuela. En este punto, estoy de acuerdo. Al final, el último golpe a la monarquía no lo asestan las banderas republicanas, sino la España de Isabel que ya tiene nueva Pasionaria.

La viuda de España ya tiene pretexto para movilizar a los miles de acólitos que durante días llevan recabando firmas para solicitar su indulto. “Pantoja va pa dentro porque con la otra no se atreven se ha convertido en la letra de la nueva copla que entonan los pantojistas. Y aquí es donde me revuelvo, porque al margen de lo que pueda suceder con la señora que vive retirada en su jaula de oro en Suiza, Isabel va al talego porque es culpable, porque blanqueó dinero, porque la ambición fue superior a la honradez y porque su soberbia le ha impedido reconocer que su relación con un alcalde corrupto le reportó pingües beneficios.

Y ahora tendré que soportar durante unos días como la legión de fans, más bien fanáticos, de la tonadillera me lanzan dardos a matar con el pretexto de que con la infanta no me atrevo. A todos ellos les invito a que hagan un repaso por los blogs dedicados durante los últimos meses a la ‘esposa atontada’, por aquello de que no se enteraba de nada y a que lean los que quedan por venir. Porque la historia de Cristina, (el doña a estas alturas no me parece apropiado) no se ha terminado de escribir y el de Pantoja de momento tiene un final: la cárcel.

He intentado resistirme, pero me ha sido imposible. Después de años hablando de la señora que canta y de la infantísima, hoy me era imposible sentarme a escribir y no sacar mi mala lengua a pasear para comentar los designios de unas señoras cuyas hormonas se pusieron al servicio de unos machos alfas que blanqueaban algo más que las paredes de sus casas.

Isabel Pantoja Infanta Cristina