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Telecinco, ese frenético frenopático
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Telecinco, ese frenético frenopático

Hace poco leí por ahí que la locura, supongo que como arte, como ciencia, había perdido prestigio. Y, pensándolo bien, puede que sea cierto. Si uno

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Telecinco, ese frenético frenopático

Hace poco leí por ahí que la locura, supongo que como arte, como ciencia, había perdido prestigio. Y, pensándolo bien, puede que sea cierto. Si uno se para a pensar un poco, se percatará de inmediato de que ya no quedan locos como los de antes. Locos como Friedrich Hölderlin o Virginia Woolf. Ahora se lleva más otro tipo de locura. Otro tipo de loco. El que se lo hace.

Se hacen las locas cada fin de semana las dos últimas habitantes de ese frenético frenopático llamado Telecinco. En el título de su programa, otro magacín de corta y pega, sin chicha, sin hueso, está la trampa. Ellas dicen Vuélveme loca, cuando en realidad saben bien que su trabajo consiste precisamente en lo contrario: en atontar al personal, en adormecer al espectador en esa cuna de vanidades expuestas en forma de carrusel lisérgico, bucle interminable del fornicio.

Vuélveme loca es el último eslabón de una ‘cadena-serpiente’ que está a punto de morderse la cola. Desde el esperpento matinal de Ana Rosa Quintana, hasta el circo vespertino de Jorge Javier Vázquez, pasando por el reality de turno o el ranking tocapelotas de Risto Mejide, a punto de volver a la ‘parrilla’, toda la programación de Telecinco esta interconectada por el chichinabo.

Basura: el bucle infinito

Faltaba un espacio realmente fuerte los fines de semana. Y ya lo tienen. Vuélveme loca, además, en virtud de su desparpajo, de su buena acogida entre las masas dementes, se emitirá todos los días de tres a cuatro de la tarde en La Siete. Y eso porque a los programadores de la casa les queda aún cierta vergüenza torera como para merendarse el informativo de Piqueras, lo que uniría definitivamente la cola y la cabeza de la serpiente. Algo que sin duda harán en el futuro.

Todos los programas de la cadena serán entonces un único programa, un reality permanente, los capítulos de una interminable novela rosa, encargada de alimentar la paranoia de las lunáticas de mediana edad -su público objetivo-. La explicación es bien sencilla: la basura televisiva es, además de muy barata, la que más y mejor se recicla.

Y de eso trata Vuélveme loca. De eso trata un poco todo en Telecinco. De reciclar. Este último espacio de petardeo y puterío, alejado de la realidad, desactualizado, falto de información, dado al plagio y a la cita, sin referentes reales ni referencias, es televisión vacía, televisión sin televisión, antitelevisión. Es el eslabón perdido que une a la cadena con su idiosincrasia los días de fiesta. Basura sin formato que más que volverte loco, te deja gilipollas.

Hace poco leí por ahí que la locura, supongo que como arte, como ciencia, había perdido prestigio. Y, pensándolo bien, puede que sea cierto. Si uno se para a pensar un poco, se percatará de inmediato de que ya no quedan locos como los de antes. Locos como Friedrich Hölderlin o Virginia Woolf. Ahora se lleva más otro tipo de locura. Otro tipo de loco. El que se lo hace.

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