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De cómo 'el manchego universal' se convirtió en el vencedor moral de la noche
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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De cómo 'el manchego universal' se convirtió en el vencedor moral de la noche

Fue hace ahora veinte años. Mismo sitio, quizá incluso misma hora. Pedro Almodóvar no estaba llamado a ser el protagonista de la velada. Acudía al convite

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De cómo 'el manchego universal' se convirtió en el vencedor moral de la noche

Fue hace ahora veinte años. Mismo sitio, quizá incluso misma hora. Pedro Almodóvar no estaba llamado a ser el protagonista de la velada. Acudía al convite como un simple entregador de goyas, después de haberse dado el festín el año anterior con aquella comedia inolvidable: Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Antes de ceñirse al guión que le habían escrito, Almodóvar optó por la inventiva, arte para el que está especialmente dotado. "Si un muro tan espantoso e irracional como el de Berlín ha caído, ése que nos separa a ti y a mí puede caer también", dijo. Las palabras iban dirigidas a la que hasta entonces había sido su musa, Carmen Maura, protagonista de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) Entre tinieblas (1983), ¡Qué he hecho yo para merecer esto! (1984) y La ley del deseo (1987). Su relación se había visto enturbiada en el proceso de promoción de Mujeres..., de la que por supuesto también era cabeza principal del cartel.

El auditorio quedó petrificado ante las palabras del manchego, absorto, al igual que Maura, que sonreía en el patio de butacas, atónita ante aquel ejercicio insólito de reconciliación multitudinaria. Almodóvar demostró entonces que siempre, incluso en aquellas ocasiones que no está llamado a serlo, puede convertirse en el protagonista de la función, cosa que, dada su insaciable vanidad, de todos conocida, cabría calificar como algo que entraba dentro de los límites de lo previsible.

Protagonista, otra vez, casi siempre ocurre

Ayer volvió a ocurrir. 12:30 de la noche. Andreu Buenafuente, maestro de ceremonias, y Rosa María Sardá, que pasaba por allí, presentaron al manchego en la antesala al premio a la Mejor Película. Todo parecía formar parte de una farsa, de una trampa de guión, pero no. Almodóvar apareció para ser de nuevo, una vez más, la estrella absoluta de la película. Ocurre con todas las que firma. Parece que también con las que no produce él mismo.

El auditorio enmudeció ante la aparición sorpresiva del fantasma. Después se levantó y le dedicó la mayor ovación de la noche, mientras Alex de la Iglesia, artífice del milagro, se felicitaba a sí mismo, pleno de placer, por haber conseguido regresar al hijo pródigo, manchego universal, habitualmente vilipendiado por sus compañeros de gremio, a los que abandonó premeditadamente cuando éstos ignoraron en los Goya 2003 su película Hable con ella, ganadora del Oscar al Mejor Guión Original.

"Dicen que los Goya y su público tienen fama de ser fríos: habéis demostrado que no lo sois en absoluto", dijo tras escuchar el aplauso cerrado que le habían dedicado. "Tenéis un presidente -Alex de la Iglesia- muy pesado. Realmente estoy aquí porque ha insistido hasta la saciedad. Yo tenía mis peros, pero él me dijo 'hacemos como si fuera una cosa de espionaje' y me han llevado a un hotel de enfrente", donde ha estado "escondido" hasta el último momento, desveló.

Y entonces ya nada más importó aquella noche. Ni siquiera que cinco minutos después los responsables de Celda 211 estuvieran recogiendo el premio gordo de la cita anual con el pintor de Fuentetodos. Los abrazos rotos se iban de vacío de la gala, con la única mención a la música de ese genio del pentagrama llamado Alberto Iglesias. Y sin embargo Almodóvar salió del Palacio de Congresos de Madrid como el vencedor moral de la noche. Otra vez. Casi siempre ocurre.

Fue hace ahora veinte años. Mismo sitio, quizá incluso misma hora. Pedro Almodóvar no estaba llamado a ser el protagonista de la velada. Acudía al convite como un simple entregador de goyas, después de haberse dado el festín el año anterior con aquella comedia inolvidable: Mujeres al borde de un ataque de nervios.