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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Fatuos, serviles, aduladores

Leo en la versión online de The New York Times una noticia que me deja K.O. El productor de una película independiente titulada Iron Cross (Cruz

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Fatuos, serviles, aduladores

Leo en la versión online de The New York Times una noticia que me deja K.O. El productor de una película independiente titulada Iron Cross (Cruz de hierro) ha denunciado a la revista Variety por publicar una mala crítica de su película. El tema es algo más complicado que todo eso, porque al parecer uno de los peces gordos de Variety, tras ver la cinta, se había puesto en contacto con el tipo en cuestión para regalarle los oídos y venderle un acuerdo comercial para la promoción de la misma de cara a los Oscar. 400.000 euros han tenido la culpa. Dinero, medias verdades y críticas de cine. No, no es una película de Steven Soderbergh, es un galimatías de difícil diagnóstico. Pero mejor lean la noticia ustedes mismos. Recuerden en todo momento, ojo, esto es importante, que yo soy solamente un crítico.

Corren malos tiempos para nosotros, los críticos. Sobran críticos en el mundo. Curiosamente, apenas veinticuatro horas antes de que The New York Times publicara esta noticia, dos de los críticos de cine que formaban parte de la plantilla de Variety se veían obligados a hacer las maletas ante la necesidad de llevar a cabo un recorte de plantilla que redujera los costes. Ya saben, la crisis. Todd McCarthy y David Rooney son desde hace un par de días trabajadores por cuenta propia. Casi todos los críticos lo son.

Fatuos...

Son los críticos también personas, personajes, más bien, extraños, singulares. Ir a un pase de esos que organizan las distribuidoras para que la prensa especializada vea las películas antes de su estreno en pantallas es toda una experiencia surrealista. De hecho, deberían cobrar la entrada. La mayoría de los críticos tienen cara de pocos amigos, gesto malhumorado, ceño permanentemente fruncido. Se saludan entre ellos de lejos, como guardando las distancias, y posteriormente se sientan a ver las películas en la más absoluta soledad. Una silla para ellos y otras dos para el Ego que les acompaña. Oí a un tipo decir en cierta ocasión, en un día de inspiración tremendamente lúcida, que todo escritor debe ser un jodido ególatra. Es cierto. Si no está perdido.

Los críticos además de ser vanidosos hablan poco. Lo justo para no meter la pata. Ven una película y después esquivan las conversaciones sobre la misma. Nadie hace nunca la primera valoración. Cuando alguien por fin se atreve a hablar, entonces todos a una. Si uno opina lo contrario, calla. ¿Conocen la teoría de la espiral del silencio de Elisabeth Noelle- Neumann? Pues eso. Una vez, en el único intento de acercamiento que he tenido a otro de los miembros de la manada, pregunté: “Y bien… ¿qué le ha parecido el film?”. “Bueno, lo tengo que reposar”, me contestó él. Y después se marchó por donde había venido.

En ocasiones, durante las proyecciones, creo haber oído el sonido de los latigazos que algunos de ellos se meten en sus butacas en un intento de reprimir las emociones que les provocan los productos que han de valorar. La autoflagelación está de moda en este mundillo. Para sobrevivir en él, para mantener un cierto estatus sibarita, cierto crédito en el gremio, es necesario guardar las apariencias. Un buen crítico de cine no puede disfrutar jamás viendo Avatar, del mismo modo que uno de televisión no puede hacerlo tampoco con Gran Hermano. Mejor dicho, pueden hacerlo, sí, pero nunca reconocerlo. Es una de la las reglas básicas de la supervivencia del crítico: todo lo comercial se aleja de las élites que, al fin y al cabo, son nuestro objetivo, no como público lector, sino como estatus. Queremos formar parte de la élite cultural y la élite cultural no consume productos concebidos para las masas. Primer mandamiento.

Serviles...

En la mitad de las ocasiones el crítico se ve obligado a enmascarar lo que en realidad quiere decir. En la mitad restante simplemente no puede hacerlo. Sinergias entre medios, amiguismos, acuerdos comerciales, tipejos que denuncian a una revista por una mala crítica o anormales que te llaman por teléfono para recordarte lo insignificante que eres y lo poco que vas a trabajar cuando tu jefe se percate de que lo muy prescindible que eres el día que, ¡oh cielos!, hay que hacer un recorte de plantilla… Como pueden comprobar, se trata siempre de razones de peso.

Una vez conocí a un crítico que, de camino al Metro (un crítico que monta en Metro, por descontado, no es un crítico de fiar), me contó que pocos días antes se había visto obligado a dar cuatro estrellas a una película penosa (“un bodrio”, creo que dijo exactamente) porque la revista en la que iba a ser publicada, uno de los cuadernillos especializados en la materia más conocidos de este país, tenía un acuerdo comercial con la distribuidora de la cinta para que dicha película ocupara la portada del mes. Por cierto, ¿saben cómo se decide en una de estas publicaciones quién redacta la crítica de una película española? Sencillo: el redactor jefe pregunta a quién le ha gustado más.

Uno siempre se puede rebelar, claro, recordemos que la mayoría de los críticos son autónomos. La historia reciente ha demostrado, eso sí, que la mayor parte de las rebeliones acaban fracasando. Conozco precisamente la historia reciente de un crítico en concreto que publicaba artículos sobre televisión en un periódico muy importante de este País al que, un día, de repente, mandaron a Jerusalén a hacer unos recados. Le pasó algo parecido a otro crítico de televisión que escribía en otro de los más importantes periódicos del Mundo. En fin, ya saben. Conocí incluso a un crítico que en una ocasión dijo la verdad. Era un buen hombre. Era.

Entre la censura y la autocensura está todo el pescado vendido en la lonja insignificante de la crítica. Pero no me hagan caso, recuerden en todo momento, esto es muy importante, se lo avisé al comenzar, que yo soy sólo un crítico y que, por tanto, o todo lo que han leído es mentira o me lo ha hecho escribir alguno de mis jefes.  

Aduladores...

Leo en la versión online de The New York Times una noticia que me deja K.O. El productor de una película independiente titulada Iron Cross (Cruz de hierro) ha denunciado a la revista Variety por publicar una mala crítica de su película. El tema es algo más complicado que todo eso, porque al parecer uno de los peces gordos de Variety, tras ver la cinta, se había puesto en contacto con el tipo en cuestión para regalarle los oídos y venderle un acuerdo comercial para la promoción de la misma de cara a los Oscar. 400.000 euros han tenido la culpa. Dinero, medias verdades y críticas de cine. No, no es una película de Steven Soderbergh, es un galimatías de difícil diagnóstico. Pero mejor lean la noticia ustedes mismos. Recuerden en todo momento, ojo, esto es importante, que yo soy solamente un crítico.

The New York Times