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Urkullu y Feijóo, valores seguros
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Antonio Casado

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Urkullu y Feijóo, valores seguros

La prolongación del reinado del PP en Galicia y del PNV en Euskadi no está en cuestión

Foto: El lendakari, Iñigo Urkullu (d), y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. (EFE)
El lendakari, Iñigo Urkullu (d), y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. (EFE)

Estabilidad, divino tesoro. Es lo que cuenta en los atribulados días de la legislatura tonta bis, bajo documentada amenaza de una tercera. Gallegos y vascos, al menos, se apuntan al método ignaciano de rechazar las mudanzas en tiempos de tribulación y apuestan por el continuismo.

Iñigo Urkullu en Euskadi y Núñez Feijóo en Galicia, ambos de eficacia probada en la gestión, tienden a subir en las encuestas como valores seguros y hasta cierto punto —solo hasta cierto punto— exentos de los estigmas que afectan a sus respectivas familias políticas. A saber: si Feijóo puede permitirse denunciar la desidia de su partido, que no supo atajar a tiempo la corrupción (“Nos costó perder tres millones de votos”), Urkullu rechaza las aventuras sediciosas sin renegar del ideario (Por “un pacto con el Estado sobre la realidad nacional de Euskadi”).

En otras palabras: la prolongación del reinado del PP en Galicia y del PNV en Euskadi no está en cuestión. Feijóo volverá a gobernar por mayoría absoluta y, en el caso de Urkullu, la aritmética y la política apuntan hacia un Gobierno en minoría del PNV, con pactos de geometría variable, según los temas. O, en su caso, solo con el apoyo para toda la legislatura de los 8-9 diputados a los que quedarán reducidos los socialistas vascos.

Si Feijóo puede permitirse denunciar la desidia del PP, que no supo atajar la corrupción, Urkullu rechaza las aventuras sediciosas sin renegar del ideario

A partir de ahí, el interés se centra en saber si los resultados del domingo modificarían la relación de fuerzas a escala nacional frente al grave desafío de la gobernabilidad. La variable es el PSOE en clave interna. Su secretario general y aspirante alternativo a la presidencia del Gobierno se la juega en Galicia, en cuya campaña electoral ha empeñado su presencia física en pos de un doble objetivo: impedir la mayoría absoluta del PP y seguir siendo la segunda fuerza de la comunidad.

Tiene muy difícil lo primero, por no decir imposible, aunque sueña despierto con un Gobierno alternativo al de Feijóo, con En Marea y los nacionalistas, presidido por Fernández Leiceaga. Más a su alcance tiene lo segundo, pero insuficiente para acallar a los barones críticos que, tras el 25 de septiembre, se desprenderán de la careta y el silenciador para frenarle si se obstina en amontonarse con Podemos, Ciudadanos y nacionalistas en un Gobierno alternativo al del partido ganador del 26-J.

La peor de las hipótesis para Sánchez es 'sorpasso' en Galicia e irrelevancia en Euskadi. Daría alas a los críticos de su partido y en eso consistiría la “debacle”

La peor de las hipótesis para Pedro Sánchez es 'sorpasso' en Galicia e irrelevancia en Euskadi. Daría alas a los críticos de su partido y en eso consistiría la “debacle” manejada por sus adversarios internos y externos. O sea, llanto y crujir de dientes en el comité federal que se celebrará con toda probabilidad el sábado 1 de octubre.

Gracias a los dioses en el País Vasco, todos hacen campaña en libertad y salen a la calle con los hombros ligeros. Ya es mucho decir en una tierra con un pasado trágico de sangre y miseria moral, perfectamente recreado por Fernando Aramburu en 'Patria', mientras los candidatos en liza cruzan sus apuestas programáticas entre los parias de la tierra y la Euskadi grande y libre.

Mejor así, donde lo único que anticipa una campaña con poca tensión es la irrupción de Podemos, a costa del voto clásico socialista y el 'aberztalismo' de reciente incorporación a la causa de los desheredados de la fortuna en el País Vasco.

Estabilidad, divino tesoro. Es lo que cuenta en los atribulados días de la legislatura tonta bis, bajo documentada amenaza de una tercera. Gallegos y vascos, al menos, se apuntan al método ignaciano de rechazar las mudanzas en tiempos de tribulación y apuestan por el continuismo.

Iñigo Urkullu Alberto Núñez Feijóo Pedro Sánchez