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Elpidio y Blesa, tal para cual
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Javier Caraballo

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Elpidio y Blesa, tal para cual

“El muerto en la primera línea”, como aconsejaban enfáticos los periodistas veteranos, sin quitarse el cigarrillo de la boca, con la larga punta ceniza desafiando la

Foto: El exjuez Elpidio José Silva (2i) conversa con su abogado. (EFE)
El exjuez Elpidio José Silva (2i) conversa con su abogado. (EFE)

“El muerto en la primera línea”, como aconsejaban enfáticos los periodistas veteranos, sin quitarse el cigarrillo de la boca, con la larga punta ceniza desafiando la gravedad. Pues eso, lo esencial a la primera línea: que la Justicia española está infinitamente mejor sin que tipos como Elpidio Silva se puedan poner la toga el resto de su vida profesional, que con la edad que tiene (nació en el 59), los 17 años de inhabilitación por prevaricar en el ‘caso Blesa’ dejan la certeza de una condena definitiva.

El muerto en la primera línea, sí, para que con ese titular se embarren otra vez de demagogia todos los que ensalzaron a Elpidio Silva como el símbolo de la Justicia en España, el único juez valiente que se atrevió a encarcelar a un banquero. Entre todos ellos, Elpidio y los que lo jaleaban desde sus tribunas de radio o de papel, lo único que han conseguido es generar frustraciones en el personal. Frustraciones ‘marca España’.

Elpido Silva, como lo fue en su día Baltasar Garzón cuando degeneró en justiciero universal, disfrazó de Justicia la ambición personal, los objetivos personales. Se quitó la venda alegórica que ciega a la Justicia, y se plantó en el juzgado en plan sheriff del Oeste para encarcelar a los banqueros. Hasta el mismo juicio en el se le sentó en el banquillo, y en el que por cierto sólo quiso responder a las preguntas de su abogado, mantuvo la obsesión que le condujo directamente a la prevaricación.

“Existía algo que era algo más que un indicio de criminalidad [en la actuación de Miguel Blesa]; lo que en doctrina americana se llama evidencia, y eso fue el hundimiento de la tercera entidad del país llevando al país a la bancarrota, a que se disparase la prima de riesgo…” Por eso, por esa sentencia previa que Elpidio Silva tenía en su cabeza, le bastaban tres consultas de Wikipedia y dos búsquedas de Google para armar un auto de encarcelamiento sin fianza del banquero. Como admitió el propio Elpidio, “las sociedades requieren hacer sus ajustes ante situaciones de crisis tan tremendas. ¿Un banquero en la cárcel? Pues sí”.

El muerto en la primera línea y los reproches también en la primera línea. Porque se leen las cosas que decía, y dice, Elpidio Silva, y responderán muchos: "Yqué inconveniente existe en que vaya a la cárcel un tipo como Miguel Blesa, que efectivamente contribuyó al hundimiento de Caja Madrid, que nos ha costado a los españoles 20.000 millones de euros; qué problema supone que esté entre rejas un tipo como ese, que se ha enriquecido de la forma más grosera, más insultante, como acabamos de ver con las tarjetas opacas".Pues esa es la cuestión, que para llegar a ese objetivo, que el banquero que se ha enriquecido vilmente pueda acabar en la cárcel, lo único que se precisa es que su causa no caiga en manos de jueces como Elpidio Silva. Para juzgar a delincuentes, para garantizar que los delincuentes acaban en la cárcel, hacen falta jueces, no justicieros.

Desde aquella Justicia primitiva del ‘ojo por ojo y diente por diente’ hasta la actualidad, el proceso judicial ha evolucionado, por suerte para todos, hasta el garantismo actual, que protege y defiende los derechos individuales de todos para que no se puedan ver pisoteados. Por eso las instrucciones inquisitoriales, como la que emprendió el juez Elpidio Silva, son tan lesivas, porque en un sistema garantista como el nuestro los excesos judiciales en cualquier procedimiento se pueden pagar con la absolución de los delincuentes.

Eso es lo controvertido de todo esto, que durante la instrucción, el tipo de jueces como Elpidio Silva parecen, ante la opinión pública, como los más interesados en que paguen sus culpas los delincuentes y, en realidad, caminan en sentido contrario. Luego, cuando llega la absolución, la frustración social está garantizada y la condena general se repite: "La Justicia es un cachondeo".

Anda henchido de satisfacción el ya exjuez Elpidio Silva porque entiende que el hecho de que exista un voto particular en su sentencia condenatoria “quiebra la condena”. Eso dice. Aunque en realidad, el magistrado que ha emitido el voto particular lo único que hace es menospreciar el concepto justiciero que llevó a Elpidio a su desvarío judicial. Sostiene el magistrado Arturo Beltrán, que presidía el tribunal y que firmó el voto discrepante, que son ciertas las “irregularidades” cometidas por Elpidio Silva, como lo es también que actuó “con desmesura”, pero que de forma general “por deplorable que sea, puede explicarse al margen del derecho penal”.

Es decir, en el mismo ámbito de ‘justicia social’ que lo entendía el propio Elpidio Silva. Parece que también olvida lo esencial, que el único fin del proceso contra Miguel Blesa es que pague por todos los posibles delitos cometidos y toda actuación que ponga en peligro ese objetivo debe ser reprobada y rechazada.

El falso debate que ha planteado siempre Elpidio Silva es el que nos obliga a elegir entre él, su actuación judicial, y Miguel Blesa, su gestión en Caja Madrid. Es tan falso ese debate que, más bien al contrario, cuando se analizan los rasgos de personalidad de ambos, tan pagados de sí mismo, tan dispuestos a aprovechar el sistema público en su favor, a la primera conclusión a la que se puede llegar es que, en realidad, son tal para cual. Prevaricar para hacer prevalecer el interés personal por encima del interés público. A cada uno de ellos, cada cual en su ámbito, cada cual frente a la distinta gravedad de sus actuaciones, se podría aplicar esa degeneración profesional. Tal para cual.

“El muerto en la primera línea”, como aconsejaban enfáticos los periodistas veteranos, sin quitarse el cigarrillo de la boca, con la larga punta ceniza desafiando la gravedad. Pues eso, lo esencial a la primera línea: que la Justicia española está infinitamente mejor sin que tipos como Elpidio Silva se puedan poner la toga el resto de su vida profesional, que con la edad que tiene (nació en el 59), los 17 años de inhabilitación por prevaricar en el ‘caso Blesa’ dejan la certeza de una condena definitiva.

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