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Miguel Blesa, 'back to black'
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Javier Caraballo

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Miguel Blesa, 'back to black'

Cuando un hombre, implicado en casos de corrupción, decide quitarse la vida, uno nunca sabe si ha decidido salir de la vida o huir de la vida

Foto: Unos operarios de la funeraria trasladan el féretro con el cadáver del expresidente de Caja Madrid Miguel Blesa al Instituto Anatómico Forense. (Reuters)
Unos operarios de la funeraria trasladan el féretro con el cadáver del expresidente de Caja Madrid Miguel Blesa al Instituto Anatómico Forense. (Reuters)

El estruendo de un disparo seco levantó un revuelo de palomas torcaces desde un árbol cercano al garaje, una nave de techos altos que habían mandado construir junto al cortijo. Los perros, ya dispuestos para la caza, comenzaron a ladrar impacientes, como si la cacería hubiera comenzado sin ellos. Dentro de la nave, el cuerpo de un hombre ensangrentado. “Varón, adulto, presenta una herida en el pecho, perforación en el tórax de una bala de rifle. Los servicios de Emergencias han certificado su muerte de las 8:40 horas. El fallecido, de 69 años, ha sido identificado como Miguel Blesa de la Parra, nacido en Linares, Jaén, el 8 de agosto de 1947”. El escueto parte oficial del levantamiento de un cadáver es el primer síntoma de una verdad que arrastran los siglos, esa que nos enseña que la muerte nos iguala a todos tras una vida de diferencias. Allí, en las cocheras del cortijo de un coto de caza, estaba tendido el símbolo de una época, vestido de cazador, muerto de un disparo certero de su propio rifle. Allí estaba el estandarte de una degeneración que no ha querido esperar a que llegara su final.

Muchos años antes, cuando aún jugaban a ser mayores, Miguel Blesa lanzó una moneda al aire para repartirse la suerte con su amigo José María Aznar. Los dos habían llegado a Logroño para ocupar la plaza de su primer destino como inspectores de Hacienda y echaron a suerte el piso que cada cual ocuparía; en el mismo bloque, uno con mejores vistas que otro. Lanzaron la moneda al aire y Aznar, con su esposa, Ana Botella, embarazada de su primer hijo, salió ganando. Nunca más se separarían Miguel Blesa y José María Aznar y, pasados los años, consumida ya la vida entera, parece como si aquella moneda hubiera decidido entre los dos la suerte para el resto de sus vidas.

Aznar llegó a presidente del Gobierno de España y nunca se olvidó de su amigo, pero cuando los tiempos de gloria se marchitaron siguió disfrutando de las mejores vistas. Los dos juntos volaron alto, muy alto, como si tuvieran alas de gaviota, pero solo uno de ellos acabó cayendo en el barro. Aznar nunca tuvo que mirar a través de la reja pequeña de una celda en la cárcel, nunca tuvo que soportar que lo insultaran mientras paseaba por las aceras, nunca vio su nombre en los sumarios, nunca se vio convertido en el símbolo de una época de corrupción que arrasó todo el país.

El carácter emblemático de una época, como esta de corrupción, lo determina muchas veces el azar o el momento. Las tarjetas 'black' de Caja Madrid no han sido, ni de lejos, el mayor escándalo de corrupción de España, pero supusieron el punto de inflexión que acabó colapsando el sistema y la misma sociedad. Cuando peor lo estaba pasando el personal, por la tiesura de la crisis económica, aparecieron esos tipos con sueldos astronómicos y tarjetas de crédito para gastar a su antojo, sin justificaciones ni reservas, en fiestas, lujos y caprichos.

Nada es más exponencial que el recochineo, y por esa razón el escándalo de las tarjetas 'black' fue la gota que colmó el vaso; no va más. Fue en 2014 cuando se conocieron los detalles más groseros y humillantes de la gestión de Caja Madrid, y fue a partir de ese momento cuando los sondeos del CIS comienzan a detectar los primeros movimientos telúricos que afectarían al bipartidismo político, hasta entonces sólidamente establecido.

Dicen que, a lo largo de la historia, los suicidas siempre se han podido dividir en dos, los que han querido salir de la vida y los que han decidido huir de la vida. En la antigua Roma, Lucio Anneo Séneca afrontó su propia muerte con la convicción de que la vida no lo era todo para el hombre, que no se trata de vivir, sino de vivir bien. “A unos, la vida los llevó velozmente a donde se había de llegar aunque se retrasaran; a otros los agotó y los atormentó. Y, como sabes, ella no se ha de retener siempre; pues no es cosa buena el vivir, sino el vivir bien. Así, pues, el sabio vivirá cuanto debe, no cuanto puede: verá dónde ha de vivir, con quiénes, cómo, qué ha de hacer. Piensa siempre en la cualidad, no en la cantidad de la vida; si se presentan muchas cosas molestas y perturban la tranquilidad, se sale él mismo de la vida”.

No son más que cadáveres civiles que se ocultan y vuelven la cara cuando caminan por la acera, abrasados por el dinero que acumularon

En un mes de abril, abandonado y condenado por Nerón, que había sido su pupilo, Séneca se cortó las venas. Se fue de la vida. Cuando un hombre, implicado en casos de corrupción, decide quitarse la vida, uno nunca sabe si ha decidido salir de la vida o huir de la vida. Acaso el sentimiento que se impone es el abatimiento, el deshonor, la sensación de que ya se ha consumido todo el tiempo en el que pudieron ser felices. Y no son más que cadáveres civiles que se ocultan y vuelven la cara cuando caminan por la acera, abrasados por el dinero que acumularon.

Es difícil imaginarse a Miguel Blesa, con su eterna sonrisa flemática y su pelo blanco engominado, pegándose un tiro, y quizá por eso sus amigos y sus familiares no se crean que se trate de un suicidio sino de un accidente de caza. Tan difícil es imaginarlo como complejo resulta comprender que un cazador de su experiencia se disparase fortuitamente en el pecho, ni en la pierna, ni en un brazo, cuando revisaba su rifle momentos antes de salir a cazar ciervas, en una batida de descastes autorizada fuera de veda. Pero da igual: el final ya está escrito.

En aquella misma finca en la que Miguel Blesa obtuvo alguno de sus mejores trofeos de caza, grandes cornamentas desnudas de un venado o de un gamo colgadas de una pared, figura ahora la imagen recreada de su cuerpo ensangrentado, tendido en las cocheras, vestido de cazador, como epílogo trágico de una época de infamia en España. Amanece en un cortijo lejano de Sierra Morena. Suena un disparo, hay un revuelo de palomas, ladran los perros. Se cierran los ojos, se acaba la luz, todo se inunda de negro. 'Back to black'.

El estruendo de un disparo seco levantó un revuelo de palomas torcaces desde un árbol cercano al garaje, una nave de techos altos que habían mandado construir junto al cortijo. Los perros, ya dispuestos para la caza, comenzaron a ladrar impacientes, como si la cacería hubiera comenzado sin ellos. Dentro de la nave, el cuerpo de un hombre ensangrentado. “Varón, adulto, presenta una herida en el pecho, perforación en el tórax de una bala de rifle. Los servicios de Emergencias han certificado su muerte de las 8:40 horas. El fallecido, de 69 años, ha sido identificado como Miguel Blesa de la Parra, nacido en Linares, Jaén, el 8 de agosto de 1947”. El escueto parte oficial del levantamiento de un cadáver es el primer síntoma de una verdad que arrastran los siglos, esa que nos enseña que la muerte nos iguala a todos tras una vida de diferencias. Allí, en las cocheras del cortijo de un coto de caza, estaba tendido el símbolo de una época, vestido de cazador, muerto de un disparo certero de su propio rifle. Allí estaba el estandarte de una degeneración que no ha querido esperar a que llegara su final.

Caso Bankia Miguel Blesa José María Aznar Caja Madrid