Business Class
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Namibia, un trozo de Baviera en África
Tierra para los sentidos. En África el cielo es infinito y parece no tener fin. Una luna enorme, de color anaranjado, refleja su luz al caer
Tierra para los sentidos. En África el cielo es infinito y parece no tener fin. Una luna enorme, de color anaranjado, refleja su luz al caer la noche. El viento sopla y peina las dunas del desierto más antiguo del mundo y el sol, radiante, presta sus tonalidades rojizas cada amanecer. Una costa donde las frías aguas del océano chocan con el calor sofocante del desierto creando nieblas y brumas que esconden el paisaje, pero cuya esencia no escapa cuando se percibe el olor a mar y al aire seco del interior.
Tierra para los sentidos. En África el cielo es infinito y parece no tener fin. Una luna enorme, de color anaranjado, refleja su luz al caer la noche. El viento sopla y peina las dunas del desierto más antiguo del mundo y el sol, radiante, presta sus tonalidades rojizas cada amanecer. Una costa donde las frías aguas del océano chocan con el calor sofocante del desierto creando nieblas y brumas que esconden el paisaje, pero cuya esencia no escapa cuando se percibe el olor a mar y al aire seco del interior.