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Liubliana, ciudad de cuento en el corazón de Europa
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Daniel Camiroaga

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Daniel Camiroaga

Liubliana, ciudad de cuento en el corazón de Europa

Liubliana es una ciudad pequeña, manejable, encantadora y elegante. Su centro histórico semeja un decorado, con casas pintadas de tonos color pastel, calles pavimentadas de adoquines,

Foto: Liubliana, ciudad de cuento en el corazón de Europa
Liubliana, ciudad de cuento en el corazón de Europa

Liubliana es una ciudad pequeña, manejable, encantadora y elegante. Su centro histórico semeja un decorado, con casas pintadas de tonos color pastel, calles pavimentadas de adoquines, casas barrocas, pequeñas callejuelas y plazas recogidas.

Contagiada del gusto y refinamiento italiano, la elegancia monumental de Austria, la belleza salvaje de Croacia y el encanto de Praga, pero sin turistas. Ha heredado también lo mejor de la gastronomía de sus vecinos: las pastas italianas, las carnes austriacas, las sopas húngaras y los pescados croatas.

Entre el río que luce color esmeralda cuando brilla el sol y la frondosa colina en la que se alza el castillo del siglo XIII, se extiende una pequeña marea de tejados rojos, más oscuros, casi burdeos, que contrastan con el verde de la exuberante vegetación que predomina en la ciudad por encima de cualquier otra tonalidad.

Puentes monumentales tendidos sobre el río arman una ciudad encantadora repleta de cafés  y terrazas, en las que apetece parar a tomar algo. El puente Cobbler se llena los domingos de anticuarios que venden viejos objetos musicales y elegantes vajillas. En el del Dragón cuatro bestias aladas vigilan el paso de un lado a otro de la ciudad. El puente Triple. Curiosa secuencia de pasos sucesivos sobre el río, unos junto a otros.

Al otro lado del puente del Dragón, en la encantadora plaza central, los tradicionales puestos del mercado ofrecen estupendos quesos del país. Alrededor, bajo la hilera de soportales, hay pequeños cafés y bares en los que tomar un cappuccino y un buen pan.

Liubliana rinde homenaje a la cultura y a sus héroes, y viste de bronce a sus más insignes poetas y escritores. Preseren preside, como testigo mudo, la plaza del mismo nombre, en la que late la esencia y el alma del país. El parque Tivoli, imagen del homónimo francés, es un lugar idóneo para pasear.

Se puede subir al castillo a pie por senderos entre árboles o en el funicular que sale desde la plaza Krek, y disfrutar de las mejores vistas de la ciudad. Allí se puede optar por esperar a la puesta de sol tomando un picnic de queso comprado en el mercado central y acompañarlo de una buena botella de vino tinto, o comer en el restaurante que regentan tres de los mejores chef de la ciudad, Gostilna na Gradu, en el que se ofrece buena cocina tradicional.

Encontrar antigüedades curiosas que llevar a casa en el mercado que abren los domingos en Cankarjevo Nabrezje. No olvidarse de regatear para conseguir precios interesantes.

Vinoteka Movia es una bodega que ha abierto un bar en el mismo centro de la ciudad y en el que se puede probar buenos vinos del país por copas. Para comer, en la misma plaza del mercado, en el restaurante Valentin, ambiente marinero y muy buen pescado a precios razonables.

Para dormir, el fabuloso Hotel Antiq, en el centro, está muy bien situado. Para mochileros, el hostal Celica, una antigua prisión, cuyas celdas se han convertido en habitaciones, cada una de ellas decoradas por artistas diferentes. Ha sido nombrado el hotel más ‘hip’ del mundo.

Liubliana es una ciudad pequeña, manejable, encantadora y elegante. Su centro histórico semeja un decorado, con casas pintadas de tonos color pastel, calles pavimentadas de adoquines, casas barrocas, pequeñas callejuelas y plazas recogidas.