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Ruta de los pueblos blancos de Málaga
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Daniel Camiroaga

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Daniel Camiroaga

Ruta de los pueblos blancos de Málaga

A muy pocos kilómetros de la costa malagueña, lejos del bullicio, de las playas y de las aglomeraciones, a uno y otro lado de Sierra Bermeja,

Foto: Ruta de los pueblos blancos de Málaga
Ruta de los pueblos blancos de Málaga

A muy pocos kilómetros de la costa malagueña, lejos del bullicio, de las playas y de las aglomeraciones, a uno y otro lado de Sierra Bermeja, en un entorno abrupto pero amable, entre cerros y colinas y al abrigo de viejas fortalezas defensivas, los pequeños pueblos blancos salpican el paisaje.

Son pueblos nacidos de la sabia arquitectura popular, hechos de cal y tejas, de la brisa del mar y de jazmín, del rojo de los geranios y los morados de la buganvilla, de tranquilidad y de largos y prolongados silencios, de fachadas blancas, encaladas y relucientes, de maceteros y flores que cuelgan de las rejas que cubren las ventanas, de atardeceres a cuya señal acuden los mayores a ocupar los bancos de la plaza para continuar la tertulia iniciada el día anterior.

Torreones y castillos encaramados sobre atalayas como nidos de águilas se asoman para contemplar el horizonte, mientras buitres de imponente envergadura permanecen quietos, suspendidos en el aire. La brisa se cuela entre las estrechas, empinadas y silenciosas callejuelas, para templar los efectos de un sol que cae a plomo sobre los tejados rojizos de las casas. Un olor a sal, apenas perceptible, se mezcla con otros aromas que proceden del continente de más allá del mar.

Casares

Al doblar una curva, de la nada, aparece Casares, como una montaña de terrones de azúcar apilados unos encima de otros, parecen resbalar desde la cima de la atalaya en la que los vestigios del castillo del siglo XII siguen dominando el horizonte. La vieja muralla, conocida como la plana, se confunde con el barranco, auténtica defensa natural del sitio. Espectaculares vistas sobre el peñón del mar y África velada por la neblina.

Para comer: típicas migas de la sierra, queso hecho de leche de cabra Payoya. Se puede comprar para llevar de vuelta a casa en la quesería Sierra Crestellina. Casa Curro, muy buenas y abundantes raciones en un menú de solo diez euros. Muy buenas chuletas de cordero.

Gaucín

Gaucín tiene el embrujo que ha sabido cautivar a un grupo de artistas que han elegido la tranquilidad de su entorno blanco, como fuente y taller de inspiración. En sus alrededores, los ríos Guadiaro y Genal han convertido la naturaleza en un auténtico oasis de exuberante vegetación. Álamos, fresnos y sauces en sus riberas, naranjos por doquier y alcornoques, pinos y acebuches, arriba, en la sierra.

Una cena en la terraza del restaurante La Fuente. Muy buena comida y a buen precio, un sitio maravilloso.

Ronda

Sobre el tajo vertical y bestial, que ha hoyado el río Guadalevín, las casas blancas de Ronda parecen suspendidas sobre el vacío en un equilibrio frágil que rompe un vértigo escalofriante. Las murallas abrazan la ciudad, los patios mudéjares decoran las calles, los baños árabes construidos en el siglo XIII son los mejor conservados de la región. La plaza de toros es la más antigua de España, de fabulosa doble galería y columnata. Para comer, en el restaurante Almocabar, sin duda el mejor de la ciudad. Se come bien y de verdad. Es un imprescindible en Ronda. Su dueño y chef, Manolo, sigue atendiendo a sus clientes tan bien como cocina. En la calle Virgen de los Remedios, cerca del tajo y del puente nuevo, el bar El Lechuguita, tapas a buen precio. 

A muy pocos kilómetros de la costa malagueña, lejos del bullicio, de las playas y de las aglomeraciones, a uno y otro lado de Sierra Bermeja, en un entorno abrupto pero amable, entre cerros y colinas y al abrigo de viejas fortalezas defensivas, los pequeños pueblos blancos salpican el paisaje.

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