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Aterriza como puedas: guía del futuro cercano de los viajes en avión
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Juan Balarezo

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Aterriza como puedas: guía del futuro cercano de los viajes en avión

¿Creías que tus viajes largos en avión en la clase turista eran un infierno? Pues que sepas que todo es susceptible de empeorar… salvo honrosas excepciones

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Ahora que quizás ya hayas regresado de ese viaje que durante tanto tiempo planificaste, habrás experimentado, de nuevo, y si no eres un afortunado usuario de Business o Primera, los rigores de la clase Turista, en particular si de trayectos transoceánicos se trata. Los factores responsables de que un vuelo se convierta en una legítima experiencia religiosa –por la fe necesaria para convencerse de que uno va a salir del entuerto sin una contractura crónica o que será capaz de controlar la ira homicida– son muchos y de sobra conocidos. Las empresas del sector lo saben y, en su denodada lucha en pro de la satisfacción y comodidad del cliente, han registrado una serie de patentes y puesto en marcha nuevos servicios que, en la mayoría de los casos, hablan por sí mismos.

Seamos positivos y comencemos por la de cal. Una de las mayores proezas que puede lograr el ser humano hoy en día es, sin duda, la de dormir en un avión. Por muchos cachivaches que usemos o posturas que adoptemos, la gesta, sin ayuda química, es digna de los 12 trabajos de Hércules; por ello, la norteamericana Boeing acaba de patentar su “sistema de soporte para el sueño en posición erguida”, lo que en román paladino vendría a ser una suerte de camilla de fisioterapia portátil. El dispositivo se compacta en forma de mochila y se emplaza debajo de los asientos. Cuando sintamos que las cabezadas amenazan con dislocarnos el cuello, lo desplegamos, lo acoplamos a nuestro respaldo, ajustamos la inclinación y obtendremos una posición recostada que, en teoría, facilitará nuestro descanso.

La de arena viene de la mano de Zodiac Seats France. Esta compañía ha tenido a bien desarrollar lo que ellos llaman “el hexágono de la cabina Turista”. Bajo este sugerente nombre se esconde una de las ideas más estrambóticas y crueles para con el pasajero que puedan recordarse –sin contar, claro, con la patente de Airbus publicada el año pasado, y destinada al mercado de las aerolíneas de bajo coste, en la que se usan sin escrúpulo alguno sillines de bicicleta abatibles–. El concepto es simple: se trata de rotar el asiento central de la fila para que quede enfrentado a los otros dos.

De este modo, se gana espacio para embutir más plazas a costa de sacrificar aún más el confort del pasaje. Y todo esto añadido a que, con relación a los años 90, los asientos han perdido de media alrededor de cuatro centímetros de ancho.

Otro de los engorros con el que tenemos que lidiar cada vez que nos aventuramos en un aeropuerto es el embarque. Este momento, que tan magistralmente queda retratado y vilipendiado en una de las escenas finales de Los padres de ella, es aquel en el que contemplamos nuestra propia decadencia mientras nos apresuramos por ser los primeros en acomodarnos en un transporte del que no vamos a salir en horas y nos batimos el cobre por encontrar un hueco libre para nuestros bultos.

Es esta última situación la que provoca embotellamientos propios de la M-30 y termina retrasando sobremanera la salida hacia el anhelado destino. Delta Airlines cree haber dado con la solución gracias a su servicio Early Valet, con el que, al llegar a la puerta de embarque, un empleado recogerá nuestro equipaje de mano y lo depositará en el compartimento que nos corresponda. Así, la no tan altruista aerolínea, ahorra tiempo y, en definitiva, dinero.

Mientras imploras por que la mayoría de estos diseños no vean la luz del día, te recomendamos que consultes dos páginas imprescindibles: en Seatguru.com dispones de toda la información necesaria para una elección acertada del asiento (solo tienes que introducir el nombre de la compañía, el número de vuelo y la fecha del mismo), y con la página de Facebook Passenger Shaming, descubrirás que, probablemente, hayas tenido más suerte de la que pensabas en tus periplos por los cielos del mundo.

Ahora que quizás ya hayas regresado de ese viaje que durante tanto tiempo planificaste, habrás experimentado, de nuevo, y si no eres un afortunado usuario de Business o Primera, los rigores de la clase Turista, en particular si de trayectos transoceánicos se trata. Los factores responsables de que un vuelo se convierta en una legítima experiencia religiosa –por la fe necesaria para convencerse de que uno va a salir del entuerto sin una contractura crónica o que será capaz de controlar la ira homicida– son muchos y de sobra conocidos. Las empresas del sector lo saben y, en su denodada lucha en pro de la satisfacción y comodidad del cliente, han registrado una serie de patentes y puesto en marcha nuevos servicios que, en la mayoría de los casos, hablan por sí mismos.

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