En la cama con Marita
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Así se dice NO a un hombre
Cuando subes a casa de un potencial amante con la intención inicial de acostarte con él y cambias de opinión, que sepas que no tienes por qué dejarte llevar por las circunstancias
En realidad, es muy sencillo: basta con poner la lengua bajo las paletas (dentales, no hablo de las mujeres de 'Mujeres, hombres y vicecersa'), deslizarla y decir NO. Es así de fácil. Pero por alguna extraña razón, cuando las mujeres subimos a la casa de un hombre con el que hemos tenido una cita, nos damos, como dice Malena Pichot (y perdonad el lenguaje… ¡Bah! No me perdonéis si no queréis, siempre puedo ir a llorar al baño cuando lea comentarios de odio), “por folladas”. Y este sí que es un error colosal.
Si has subido a la casa de tu cita para usar el baño, para tomarte una copa o para tener sexo con él y de repente el sujeto no se te antoja apetecible, o termina por perfilarse como un Charles Manson en potencia, no tienes que tener sexo simplemente porque todo parecía indicar que así sería. Porque temes que se vaya a enfadar o que va a pensar que eres una 'estrecha'. Lo único estrecho, querida, son los pantalones pitillo. Si tú dices NO, eres una mujer libre, no una estrecha. Ellos no tienen problema alguno en huir como las ratas si algo no les apetece. Entonces, ¿por qué tú no puedes hacerlo?
“Lo hice por compromiso” es una de las frases que más veces he oído salir de la boca de mis amigas. Con lo mucho que les aterra a ellos (y a mí, no voy a negarlo a estas alturas) eso del compromiso, ¿ahora vamos a meternos en su cama en nombre del compromiso? ¿Qué es eso de tener sexo por compromiso? ¿Acaso estamos obligadas a satisfacerlos? ¿Tenemos miedo a ser tildadas como 'calientabraguetas', un término dolorosamente machista? Es mejor irte a casa con el eco de “eres una maldita calientabraguetas” que hacerlo pensando que has tenido sexo con alguien que te repugna. Porque el 'walk of shame', otro término inventado por el patriarcado, solo es tal si realmente te avergüenzas de haberte acostado con alguien que no te apetecía. Si Arévalo me invita a tomar algo a su casa y por alguna extraña razón lo hago (en mi caso, la razón es esta estúpida curiosidad periodística que me mete siempre en unos fregados dignos de 'CSI Las Vegas'), no voy a acostarme con él simplemente porque el hecho de 'ir a casa de un hombre' lleve ligado en su mente (no en la nuestra) la exigencia de tener sexo.
El miedo a decir NO en cuestiones sexuales es un clásico. Este miedo es habitual cuando, de repente, sin preguntar, el chico con el que vas a tener relaciones decide que vais a tener sexo anal. Sí: vais. Ambos. El plural del verbo ir, de toda la vida. Pero, por alguna extraña razón, parece que el responsable de conjugarlo es solo uno de los dos. Muchas mujeres temen el sexo anal (ya hablaré en profundidad de este tema en otra ocasión, porque da para mucho) y de repente se sorprenden mirando al cabecero de la cama con la cara con la que Drew Barrymore se enfrenta al asesino de la máscara en 'Scream' mientras él comienza a explorar zonas a las que no se le ha invitado. ¿Qué hacer entonces? ¿Es necesario estar a cuatro patas temiendo por tu movilidad a posteriori? NO. Claro que NO es necesario. Y es tan fácil como decir NO. Tan sencillo como girarte y cambiar de postura. Lo siento, cariño, pero si no me apetece hacer algo, no he venido aquí para satisfacer tus deseos. Ese es el mensaje que tenemos que tener claramente instalado en nuestras mentes.
Lo sé: el porno os ha enseñado, hombres del mundo, que las mujeres que nos lanzamos a la cama lo hacemos con la firme vocación de hacer realidad vuestras fantasías sexuales. Pero os voy a contar un secreto. Cuando vamos a la cama con vosotros de la mano, lo hacemos para disfrutar CON vosotros, no para que lo hagáis a nuestra costa. Así que, querida lectora, si hacer algo en la cama te causa pavor, bien sea bostezar, tener sexo anal o hacer un 69 porque las matemáticas nunca fueron lo tuyo, no lo hagas. Porque bastante miedo pasaste en tu primera vez como para seguir arrastrando ese pavor tantos años después.
Antimanual de Autodestrucción Amorosa (ed. Aguilar) es el primer libro que publica la periodista Marita Alonso, quien se convierte a partir de hoy en nuestra consultora semanal en cosas de amor, desamor, sexo y otras dichas y desdichas.
En realidad, es muy sencillo: basta con poner la lengua bajo las paletas (dentales, no hablo de las mujeres de 'Mujeres, hombres y vicecersa'), deslizarla y decir NO. Es así de fácil. Pero por alguna extraña razón, cuando las mujeres subimos a la casa de un hombre con el que hemos tenido una cita, nos damos, como dice Malena Pichot (y perdonad el lenguaje… ¡Bah! No me perdonéis si no queréis, siempre puedo ir a llorar al baño cuando lea comentarios de odio), “por folladas”. Y este sí que es un error colosal.