En la cama con Marita
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Nosotras también podemos hablar de sexo (y no solo practicarlo)
¿Qué sucede cuando una escritora con un libro sobre sexualidad sale al mundo a hablar de su obra? Que se encuentra con que a los hombres les resulta ofensivo que sea tan explícita
Lo sé: parece una obviedad. Pero no lo es. Lo he comprobado a lo largo de mis 31 años. Aunque, por supuesto, no fui consciente de ello los primeros, que una no supo de la existencia del sexo hasta que cayó en sus manos el libro '¿De dónde venimos?', un escrito con ilustraciones de simpáticos espermatozoides dispuestos a fecundar óvulos… con chistera. Elegancia sexual, podría decirse. Pero centrémonos: con mi libro 'Antimanual de Autodestrucción Amorosa' he intentado demostrar que las mujeres podemos y tenemos que hablar libremente de sexo, al igual que practicarlo. Hasta aquí, Señoría, todo en orden. El problema ha venido al presentarlo a los medios, pues supongo que una cosa es escribir un ensayo y otra presentarlo al mundo sin tapujos, como si -¿te imaginas?- estuvieras orgullosa de tu obra. Como si no estuvieras dispuesta a bajar la cabeza cuando alguien te dijera que hay algún pasaje subido de tono. Lo hay. Los hay. Y también los hay en la vida, así que ¿por qué tengo que censurarme al escribir? ¿Acaso es un secreto?
Tras diversas apariciones televisivas y tras escribir este blog, los comentarios me han demostrado -todos firmados, por cierto, por hombres- que el sexo en boca de las mujeres no está bien visto. Y soy consciente de que este post es carne de haters, pero queridos trolls míos: me gusta daros un poquito de gasolina. Y para los que ya estén tecleando el manido “Muy mal te han tenido que tratar los hombres para estar tan llena de odio” van estas palabras: estoy harta, no llena de odio. NO odio a los hombres. Me encantan. Me chiflan. Pero estoy harta de que no podamos hacer exactamente lo mismo que ellos. Lo sé: este último párrafo ya ha sido el lanzamiento de la cerilla sobre la gasolina. ¡Pues ardamos!
He descubierto que las mujeres…
• No podemos hablar de sexo… aunque se presupone que conseguimos cosas haciendo uso de él. Me explico. Muchos me han acusado de acostarme con los que me han entrevistado o apoyado con el libro, con los que me ascendieron a lo largo de mi carrera, con los que me dieron una oportunidad en su proyecto. Porque, por supuesto, una mujer no puede conseguir NADA sin acostarse con un hombre. Es imposible. Es inaudito. Pues… ¿sabéis qué? No lo es. Las mujeres tenemos una cosa llamada cerebro que nos es mucho más útil que la vagina.
Por cierto: cuán habitual es el cliché de la secretaria que se acuesta con el jefe, ¿verdad? Él queda retratado como el campeón absoluto, como el Macho mayúsculo y ella… como una mujer amoral que indudablemente ha usado sus encantos para conseguir un ascenso. Al menos, eso susurrarán por la oficina. “Esta guarra quiere dinero”, dirán en la máquina del café. Os voy a contar un secreto. Es más que probable que ella no buscara ascenso alguno y que lo único que le interesara de esa empresa fuera su -algo paupérrima- nómina. Muy posiblemente, ella solo quería un revolcón. Las mujeres disfrutamos del sexo y no lo utilizamos como moneda de cambio. De verdad que no. Os lo juro, incluso. Eso de que las mujeres usamos el sexo para conseguir amor no es -siempre- cierto, al igual que eso de que si nos acostamos con alguien buscamos algo a cambio. Bueno, sí. Se llama orgasmo. Ah: si yo alguna vez me he acostado con un compañero de trabajo -ha ocurrido, ha ocurrido-, tuviera el puesto que tuviera, no lo he hecho para conseguir mejora laboral alguna. Las mujeres no tenemos a nuestras vaginas por sindicatos y no las utilizamos para que regularicen situaciones de oficina.
• No podemos hablar de sexo… pero tenemos que ser sexuales de puertas para adentro. El clásico “Una señora en la calle, una puta en la cama”. No está bien visto que comentemos lo que hacemos por la noche (o por el día, o cuando demonios queramos practicar sexo) porque somos “señoritas”. Y lo somos. Señoritas que practican sexo. Porque queridos caballeros heterosexuales… ¿con quién, si no, lo vais a hacer?
• No podemos hablar de sexo… pero los hombres sí. Y no hablo únicamente de hablar en los bares. Hablo especialmente de hacerlo en los medios. Me han recomendado que sea menos explícita en mis apariciones. Me han dicho que sea menos sexy y, sobre todo, que intente ser menos sexual. Estas recomendaciones (todas provenientes de hombres, por cierto) me han hecho darme cuenta (de nuevo) de que los hombres pueden ser explícitos, sexuales y lo que les apetezca sin tener que temer por sus carreras. Los programas contratarán sin problema a un humorista que hace comentarios o bromas sexuales. Pero una mujer que ironiza acerca del sexo… Como que no. Porque la mujer tiene que provocar deseo sexual, pero jamás tenerlo y mucho menos, manifestarlo.
Así que las mujeres no podemos hablar de sexo. Pues ¿sabéis qué? Podemos. Y debemos hacerlo. Y doy las gracias a Vanitatis por dejarme hacerlo sin censura, aunque los comentarios de cada post estén cargados de odio. Mujeres del mundo: rebélense. Hablen de sexo. Hablen de lo que quieran. Pero hablen. Hablen.
Antimanual de Autodestrucción Amorosa (ed. Aguilar) es el primer libro que publica la periodista Marita Alonso, quien se ha convertido en nuestra consultora semanal en cosas de amor, desamor, sexo y otras dichas y desdichas. Plantéale tus preguntas e intentará darles respuesta.
Lo sé: parece una obviedad. Pero no lo es. Lo he comprobado a lo largo de mis 31 años. Aunque, por supuesto, no fui consciente de ello los primeros, que una no supo de la existencia del sexo hasta que cayó en sus manos el libro '¿De dónde venimos?', un escrito con ilustraciones de simpáticos espermatozoides dispuestos a fecundar óvulos… con chistera. Elegancia sexual, podría decirse. Pero centrémonos: con mi libro 'Antimanual de Autodestrucción Amorosa' he intentado demostrar que las mujeres podemos y tenemos que hablar libremente de sexo, al igual que practicarlo. Hasta aquí, Señoría, todo en orden. El problema ha venido al presentarlo a los medios, pues supongo que una cosa es escribir un ensayo y otra presentarlo al mundo sin tapujos, como si -¿te imaginas?- estuvieras orgullosa de tu obra. Como si no estuvieras dispuesta a bajar la cabeza cuando alguien te dijera que hay algún pasaje subido de tono. Lo hay. Los hay. Y también los hay en la vida, así que ¿por qué tengo que censurarme al escribir? ¿Acaso es un secreto?