En la cama con Marita
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¿Publicarías los mensajes sexuales que te mandan por las redes?
Planteamos si es o no es ético hacer públicos los mensajes no solicitados de alto contenido sexual que se reciben por privado en Instagram o Twitter. ¿La respuesta? Sigue leyendo
Las mujeres siempre hemos sido víctimas –sí: he dicho víctimas– de los piropos callejeros. Hay infinidad de testimonios, e incluso de documentos audiovisuales, que así lo demuestran. Uno de los casos más recientes de la exposición del acoso online al que son sometidas las mujeres es el de Noa Jansma, una estudiante de Ámsterdam que ha decidido hacerse selfies con todo aquel que osa pedirle su número de teléfono o soltarle perlas a su paso por las calles de la ciudad. En su Instagram, Dearcatcallers, que ya cuenta con 294.000 seguidores, sube estas imágenes acompañadas de un texto en el que explica la razón por la que cada uno de los sujetos que aparece tras su rostro tiene el dudoso honor de aparecer en su cuenta. Alexandra Tweten creó la cuenta Bye Felipe, en la que sube pantallazos en los que los hombres responden de forma hostil, amenazante o insultante ante las negativas de diversas mujeres a aceptar proposiciones indecentes… o al recibir imágenes repentinas de sus penes.
La pregunta es si es ético o no subir los mensajes que alguien te envía de forma privada. Mi respuesta, moral o legalidad al margen, es que lo es. Porque por el mero hecho de ser mujer no tienes que aguantar mensajes subidos de tono o imágenes pornográficas. Hace unos meses, un director de cine emergente con el que llevaba unos días tonteando leyó un artículo que había publicado en este blog acerca de la costumbre de los hombres de enviar fotografías de sus penes. “Me parece una exageración. Cuando mandamos una fotografía de esta índole, no os estamos violando”, me dijo sin titubear. Este comentario no solo condujo a una acalorada discusión, sino que a los pocos días, sin venir a cuento, me hizo comentarios obscenos. Él no había entendido nada, pero yo comenzaba a comprender lo necesario que es hacer público este tipo de comportamientos.
Lo hago harta de comentarios del tipo “no será para tanto” o “es que siempre posas muy sexy”
Porque por supuesto, mandar mensajes o imágenes eróticas cuando hay consentimiento, es decir, cuando ambas partes están de acuerdo, es totalmente lícito, pero hacerlo sin tener en cuenta lo que quiere el otro me parece un abuso. Y esa es la razón por la que cuando recibo este tipo de mensajes o fotografías en mis redes sociales, las publico en mis stories. Lo hago borrando sus nombres, porque lo que quiero es que la gente sea consciente de que esto ocurre realmente. Lo hago harta de comentarios del tipo “no será para tanto” o “es que siempre posas muy sexy”. El clásico “te lo estabas buscando” maquillado por eufemismos, en definitiva. El problema es que enseguida me echan en cara haber publicado la conversación, a lo que les respondo que si ellos se creen con el derecho a decirme semejantes perlitas, yo tengo todo el derecho del mundo a publicarlas. Compruebo que cada vez son más las mujeres que lo hacen, y me satisface que así sea, porque quizás esta sea la forma de que los hombres dejen de someternos a este incesante y molesto acoso virtual.
Un desconocido me preguntó el otro día si le daba permiso para masturbarse mirando mis fotografías. Otro me envió una imagen orinando sobre la pantalla -yo solo espero que su móvil sea sumergible- acompañada del texto “Quiero hacerte una lluvia dorada”. Lo sé: magia visual. Poesía. Romance. La guinda se la llevó un hombre con el que yo había estado y con el que llevaba meses sin hablar. De repente, me envió una foto de su pene erecto, a la que respondí con otra con el dedo corazón levantado y un “Los dos tenemos una erección, aunque son diferentes”. Al instante se disculpó y me rogó que no subiera ningún pantallazo a mis redes. Ojalá hubiera podido pedirle yo antes que no me enviara fotos de sus genitales…
Y vosotros, ¿estáis a favor o en contra de publicar este tipo de mensajes?
'Antimanual de autodestrucción amorosa' (ed. Aguilar) es el primer libro que publica la periodista Marita Alonso, quien se ha convertido en nuestra consultora semanal en cosas de amor, desamor, sexo y otras dichas y desdichas. Plantéale tus preguntas e intentará darles respuesta.
Las mujeres siempre hemos sido víctimas –sí: he dicho víctimas– de los piropos callejeros. Hay infinidad de testimonios, e incluso de documentos audiovisuales, que así lo demuestran. Uno de los casos más recientes de la exposición del acoso online al que son sometidas las mujeres es el de Noa Jansma, una estudiante de Ámsterdam que ha decidido hacerse selfies con todo aquel que osa pedirle su número de teléfono o soltarle perlas a su paso por las calles de la ciudad. En su Instagram, Dearcatcallers, que ya cuenta con 294.000 seguidores, sube estas imágenes acompañadas de un texto en el que explica la razón por la que cada uno de los sujetos que aparece tras su rostro tiene el dudoso honor de aparecer en su cuenta. Alexandra Tweten creó la cuenta Bye Felipe, en la que sube pantallazos en los que los hombres responden de forma hostil, amenazante o insultante ante las negativas de diversas mujeres a aceptar proposiciones indecentes… o al recibir imágenes repentinas de sus penes.