La alacena de Carlos Herrera
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El ancla... Lo mejor de Marbella (II)
Los chiringuitos de playa son casi tan antiguos como las propias playas. Alguno de ellos son rincones más que agradables para refrescarse, comer un buen pescado
Los chiringuitos de playa son casi tan antiguos como las propias playas. Alguno de ellos son rincones más que agradables para refrescarse, comer un buen pescado y beber sangría o tinto de verano a discreción. Arena, sal, calor, todo eso. Una de estas semanas repasaremos el contorno playero y celebraremos alguno de los garitos de comida y copas más sugerentes de España. Algunos desalmados han querido cargárselos con el mediocre argumento de que ocupan suelo público. Suelen ser funcionarios de Costas de esos que están convencidos de que la playa es de ellos. También intervienen muchos de los que tienen piscina y no suelen reparar en la gente normal que va a la playa y que tiene derecho a beber una cerveza a orillas del mar. Pero ese peligro parece haber pasado.
También proliferan en los clubs de playa, esos lugares con una piscina, ambiente agradable y restaurante con maneras. Particularmente habituales en la Costa del Sol. Que en Marbella son, además, lugares de moda. Eso que se llama Beach Club engloba todo tipo de locales: para clientes de hoteles, para más selecta clientela, caros de la muerte, pijos hasta el ahogo, normales para familias, exciting para jóvenes guapíííísimos, y así todo. No en todos se come bien, como parece lógico, pero de los de Marbella me quedo con uno que me parece, sinceramente, excepcional: El Ancla, en San Pedro de Alcántara.
En una serie que trata de encontrar los mejores lugares de la capital de la Costa del Sol no puede faltar esta espléndida casa, acogedora, ambientada, familiar, simpática, en la que el gran Eduardo Mackimtosh, su alma principal y jefe de la idea, está atento a cada detalle. Uno puede alquilar su hamaca y echar el día extraordinariamente bien servido por un grupo de camareros de primera división, atentos, amigables, serviciales, simpáticos y profesionales hasta decir basta. La piscina es grande y de agua salada.
El Ancla no puede estar más cerca del mar. Su terraza de verano, sobre la playa, te da la sensación de estar comiendo en un barco. El tiempo marbellero hace que esté abierta gran parte del año y que siempre tengas la sensación de que estás de vacaciones (el suelo pintado de blanco hace también bastante). Pero todo queda como accesorio ante su gran cocina: no se complica la vida, procura dar el mejor producto y ya está. Manuel Pecino, el gran Manolo, es el responsable de la cocina y quien sale a la captura del material cada día por los alrededores, Marbella, Estepona y así. Manolo es de Palmones, entre Algeciras y La Línea, donde tanta tradición se da de grandes casas de comidas, desde El Copo hasta Willy, y allí se curtió en su negocio familiar. Dio las debidas vueltas por fogones de toda España y acabó en este pequeño templo a la orilla de la mar salada. No defrauda: fríe con soltura y guisa con primor.
La materia prima la exhibe a la vista del cliente para que no haya duda de la frescura del marisco y el pescado, que resulta tentador camino del comedor. Y uno se deja llevar. Manolo borda el chipirón de cien maneras, y elabora arroces originales que te sorprenden cada día. Y trabaja el pescado a la sal con primor. Ello se combina con una bodega corta pero agradable y un precio que no te deja la sensación de haberte quitado la cartera.
Otros lugares completan esta serie marbellí. Merecerán capítulo aparte, espero que antes de que nos tomemos unas merecidas vacaciones.
Los chiringuitos de playa son casi tan antiguos como las propias playas. Alguno de ellos son rincones más que agradables para refrescarse, comer un buen pescado y beber sangría o tinto de verano a discreción. Arena, sal, calor, todo eso. Una de estas semanas repasaremos el contorno playero y celebraremos alguno de los garitos de comida y copas más sugerentes de España. Algunos desalmados han querido cargárselos con el mediocre argumento de que ocupan suelo público. Suelen ser funcionarios de Costas de esos que están convencidos de que la playa es de ellos. También intervienen muchos de los que tienen piscina y no suelen reparar en la gente normal que va a la playa y que tiene derecho a beber una cerveza a orillas del mar. Pero ese peligro parece haber pasado.