Es noticia
Menú
San Sebastián, una ciudad para enamorarse
  1. Estilo
  2. La mochila de Kike Sarasola
Kike Sarasola

La mochila de Kike Sarasola

Por

San Sebastián, una ciudad para enamorarse

Hoy me invaden muchas emociones, recuerdos, experiencias y sensaciones, todas ellas agradables pues os tengo que hablar de uno de los lugares más hermosos del mundo,

Foto: San Sebastián, una ciudad para enamorarse
San Sebastián, una ciudad para enamorarse

Hoy me invaden muchas emociones, recuerdos, experiencias y sensaciones, todas ellas agradables pues os tengo que hablar de uno de los lugares más hermosos del mundo, que he tenido la suerte de compartir y disfrutar durante toda mi vida: Donostia-San Sebastián.

Me emociona hablaros de la ciudad de donde era mi padre, un donostiarra de pro, que me inculcó este amor a San Sebastián desde mi niñez. Le encantaba escaparse siempre que podía y llevarnos con él para enseñarnos todos los rincones, conocer a sus gentes y disfrutar del carácter noble y hospitalario que poseen los donostiarras. Hoy quiero humildemente enseñaros y contaros todo lo que aprendí de San Sebastián gracias a mi padre y compartir mis experiencias con vosotros.

A San Sebastián la han denominado siempre con distintos calificativos, La Bella Easo o La Perla del Cantábrico, para destacar su belleza. Es una ciudad de postal que pasó de ser un recinto amurallado de carácter militar a finales del siglo XIX a una ciudad orientada al mejor turismo de la época. Eso se consiguió con el derribo de las murallas y su ensanche alrededor de una bahía natural hoy denominada La Concha y los márgenes del río Urumea, que tiene su desembocadura en la ciudad.

San Sebastián se hizo famosa en aquella época gracias a la reina regente María Cristina, que admiraba las arenas finas y aguas saludables del Cantábrico y fijó su residencia de verano en la ciudad, atrayendo a gran parte de la nobleza europea. Junto con Biarritz se convirtió en uno de los enclaves del veraneo europeo de finales del XIX.

Desde entonces, San Sebastián ha conservado esa clase y elegancia que los donostiarras miman con esmero. Allí las personas se preocupan de cualquier cambio estético, desperfecto que se produzca en la ciudad, participan de forma activa en los nuevos proyectos que se realizan y son valedores de sus costumbres y tradiciones, haciendo participar en las mismas a todas las personas que se acerquen a visitarles.

Esta ciudad, además de su belleza, puede presumir también de una actividad cultural de primer orden nacional e internacional y es epicentro uno de los mayores tesoros del País Vasco, su cocina venerada en todo el mundo y ensalzada en todas las mejores guías gastronómicas.

Manos a la obra

Bueno, vamos a visitar Donostia. Para empezar, alquilaremos una bicicleta para pasear por toda la ciudad. San Sebastián posee un servicio de alquiler de bicicletas automático en varios enclaves donde uno puede obtener una bici para desplazarse y se puede devolver en el enclave de bicicletas que le resulte más cómodo. La ciudad está prácticamente peatonalizada en su totalidad y surcada por carril bici.

Os aconsejo que recorráis el litoral, empezando desde el principio de la playa de la Zurriola en la zona de Sagüés y finalizando en el Peine de los Vientos, en la playa de Ondarreta. En este recorrido cruzaremos los famosos cubos del Kursaal, palacio de congresos obra del famoso arquitecto Rafael Moneo. A continuación atravesamos el puente del Kursaal, donde desemboca al mar el río Urumea. Dejando a la izquierda la parte vieja, bordeamos la falda del monte Urgull por su denominado paseo nuevo que en época de mareas vivas (septiembre) nos ofrece uno de los espectáculos más impresionantes que he visto nunca, cuando la fuerza de la naturaleza estrella sus olas ,de más de diez metros en muchas ocasiones, sobre la ladera del monte y contra el propio paseo elevando sus espumas al cielo. Es divertido ver cómo los más osados juegan a no mojarse con las olas, cosa que no siempre sucede…

placeholder

Hemos pasado ya el paseo nuevo y llegamos al Aquarium, de vista obligada, donde finaliza el muelle pesquero de San Sebastián y se nos abre la maravillosa bahía de la Concha con la Isla Santa Clara en medio y al fondo el monte Igueldo. Mientras atravesamos el muelle abundan los puestos donde las pescadoras nos ofrecen karrakelas (bígaros) y quisquillas (diminutos camarones) para degustar en el momento envueltos en cucuruchos de papel.

Descubrir el palacio de Miramar

Nada más pasar el muelle llegamos al Ayuntamiento, antiguo casino de la ciudad, y nos adentramos en el Paseo de la Concha por el parque de Alderdi-Eder, cruzamos el paseo hasta la mitad por debajo de sus tamarindos y bordeando su famosa barandilla, uno de los símbolos de la ciudad. En medio del paseo nos encontramos con las termas de La Perla, un centro de talasoterapia increíble con varios circuitos y al alcance de todos los bolsillos. Posee un gran jacuzzi con vistas a la bahía. Os sentiréis unos privilegiados. Recuerdo que el invierno pasado hacía mucho frío y después de darnos una buena sauna y todavía el cuerpo caliente, salimos a la carrera y nos dimos un baño en ese Cantábrico duro. ¡Qué locos!

Después de relajarnos seguimos el paseo en bicicleta hasta finalizar el Paseo de la Concha, pasando por debajo del Palacio de Miramar (antiguo palacio de Reyes, residencia de verano de la reina María Cristina) atravesando la playa de Ondarreta y finalizando en el Peine de los Vientos, obra del famoso escultor Eduardo Chillida.

En el Boulevard, centro neurálgico de la ciudad, encontramos tiendas para comprar un sinfín de cosas.

Otro paseo maravilloso es el que nos lleva por el Paseo de Francia, en la margen derecha del río Urumea, cruzando al otro lado del mismo por el Puente de María Cristina para seguir por el Paseo de los Fueros, que completa la denominada zona romántica de la ciudad, de influencia afrancesada que posee casi toda la ciudad en su arquitectura. En parte me recuerda a un paseo por las orillas del Sena en París.

Visitar el monte Igueldo nos traslada a otra época. En su atalaya se encuentra un parque de atracciones que conserva las mismas instalaciones que tenía cuando se inauguró a principios del siglo XX. Montar en su Montaña Suiza (que no Rusa), discurrir por el río misterioso en unas canoas movidas por un molino de agua, adentrarse en el laberinto o manejar las barcas a motor me trasladan a mi niñez con mi padre y sigue siendo un planazo para grandes y pequeños. Desde ahí se nos ofrece un espectacular mirador donde se puede divisar desde el cabo Machichaco hasta Biarritz y las Landas francesas, así como una vista privilegiada de la Bahía de la Concha y la ciudad de San Sebastián.

El Boulevard es el centro neurálgico de la ciudad y separa la Parte Vieja del Ensanche. Adentrándonos en la parte vieja podremos visitar la Basílica de Santa María y la Iglesia de San Vicente, la Plaza de la Constitución, con sus soportales y balcones numerados que antiguamente se alquilaban para ver espectáculos taurinos y deportivos. En uno de sus lados está la Biblioteca Municipal, antigua sede del Ayuntamiento, que todavía se utiliza en el día más grande de la ciudad, el 20 de enero, para izar la bandera de la ciudad y comenzar su famosa Tamborrada. También el Museo de San Telmo donde encontraremos parte de la historia de la ciudad, así como los maravillosos lienzos del maestro Sert, donde nos muestra con fuerza el carácter marinero arraigado en San Sebastián.

También encontramos tiendas y espacios para comprar un sinfín de cosas. Siempre me gusta pasar por Trip (C/ 31 de agosto). Aquí siempre he encontrado regalos originales para mis amigos. Si te gusta el mundo del surf, en Donostia está uno de sus templos, Pukas en la calle Mayor. También en la misma calle se encuentra para mí el espacio más puntero y vanguardista de la ciudad. Es como un hiper del Londres de los años 80, versión siglo XXI. Ahí nuestro amigo Marcial, uno de los mejores peluqueros de la ciudad, tiene 90 Grados. Se trata de una peluquería, tienda de moda y galería de arte. Es ‘lo más’.

Pero si hay algo que tiene de atractivo son sus innumerables cantinas, bares, tascas y restaurantes, así como sus sociedades gastronómicas. Os voy a decir mi sitios preferidos, pero hay muchísimos más donde experimentar un mundo de aromas y sabores creo que único en el mundo. Empezamos por El Gambara (C/ San Jerónimo), sus mini croissants rellenos ibérico y sus tartaletas de txangurro me apasionan. El bar Aralar es todo un clásico de la calle del Puerto, el bar Tiburcio y el bar Bartola de la calle Fermín Calcetón.

Y, por supuesto, La Cuchara de San Telmo, donde podréis disfrutar de mini platos como sus carrilleras, risottos, chipirón encebollado, etc. ¡Se me hace la boca agua cuando lo pienso!

No me quiero ir de la parte vieja sin tomar el mejor pescado de la ciudad. Para ello hay que ir a ver a nuestro amigo Bernardo, que regenta su restaurante con el mismo nombre en la C/ Puerto. La verdad es que me dejo un montón de sitios, pero eso os permitirá a vosotros descubrir el vuestro.

A pie por el centro

El centro de San Sebastián es precioso. Está todo peatonalizado y es muy agradable para pasear. Os aconsejo que veáis la Plaza Guipúzcoa, la Catedral del Buen Pastor y, sobre todo, su comercio fascinante. Por algo tienen fama los donostiarras de tener clase y elegancia, y el centro de Donostia no tiene que envidiar nada a ninguna capital. Yo aquí siempre tengo una cita obligada en Auzmendi, prestigioso sastre de San Sebastián que posee las colecciones de las mejores marcas y un gusto excepcional. Y siempre hago parada en la joyería de mi amiga Maider Quintana, Joyería Internacional, cada vez que voy me llevo algo para mi abuela Taki: “Sarasola, genio y figura”.

Si estamos cansados después de tanto shopping una parada para seguir de pinchos y raciones en el Iturrioz en la plaza del Buen Pastor o también cruzar el puente del río y en el barrio de Gros ir al bar Bergara, toda una experiencia degustativa y ganador de innumerables concursos de pinchos. ¡Qué festines nos damos! Se los recomiendo vivamente. Dejaos aconsejar por Patxi o Monti, que para mí son los genios de esos pinchos. Aquí hacemos parada y fonda nada más llegar a Donostia.

Qué os puedo decir que no se haya dicho ya del buen comer en el País Vasco y San Sebastián es su máxima expresión. Yo hoy os hablo de los que son para mí los cuatro grandes, y además personas que me han hecho sentirme en mi casa y con las que he forjado una fuerte amistad.

Empezamos con Martín Berasategui y su restaurante, remanso de paz, situado en el Barrio de Lasarte.

Hilario Arbelaitz, con su Restaurante Zuberoa en Oiartzun a las afueras de San Sebastián.

Pedro Subijana en el Restaurante Akelarre en el Monte Igueldo y que prepara un proyecto de un hotel maravilloso anexo al restaurante.

Y, por último, mi gran amigo y gran amigo de mi familia Juan Mari Arzak, situado en el alto de Miracruz, que siempre me abre su cocina y nos sirve él mismo. Un privilegio que sólo disfrutamos unos pocos, por eso desde aquí le doy las gracias con todo mi cariño. No me puedo olvidar de su hija Elena, que me agasaja con lo mejor de la casa.

Existen muchísimos más, pero no me entran en una sola Mochila, así que tendréis que ir descubriéndolos vosotros. Merece la pena.No quería tampoco dejar de contaros el vivir la experiencia de ir a comer a una Sociedad Gastronómica, y si tenéis algún amigo en Donostia que os pueda llevar, no dejéis de hacerlo.

Yo tengo la suerte de tener a mi socio en los hoteles y sobre todo gran amigo Gorka Atorrasagasti. Me llevó primero al mercado de la Bretxa a comprar las viandas que luego cocinaríamos en la sociedad Aitzaki de la parte vieja. Como habréis adivinado… ¡cocinó él!

Las sociedades son privadas y las mujeres no pueden entrar en la cocina, espacio reservado exclusivamente para los hombres. Se trata del único refugio que tienen en una sociedad donde el matriarcado es muy importante. En las sociedades todo el mundo es igual y no existen clases sociales, lo que aquí denominan “La Cuadrilla”, que se suele juntar una vez a la semana para pasar un buen rato alrededor de una buena mesa. Aquí todos los gastos de la cena se dividen a partes iguales entre todos los comensales (a escote). Las sociedades gastronómicas suponen un ejercicio de la amistad que se cultiva en el carácter noble que poseen los vascos.

Si todavía tenéis cuerda, os podéis ir a la denominada zona de pubs de Reyes Católicos; ahí tengo a mi amigo Eneko Matilla que regenta el Warhol y que te podrá orientar sobre dónde tienes que ir según tus gustos noctámbulos. También el Txirula en la calle San Martín con un ambiente mixto y muy buena música.

Para terminar, la discoteca Bataplán situada en pleno paseo de la Concha y donde Tristán Junior nos sorprende trayendo a los mejores DJ del panorama nacional e internacional.

Donostia-San Sebastián es un centro cultural y deportivo de primer orden nacional e internacional y te ofrece muchas excusas para escaparte cualquier fin de semana durante todo el año, como en enero para su fiesta más grande, La Tamborrada, en mayo su festival de Publicidad, en julio el Festival de Jazz...

En agosto la semana grande, con su concurso internacional de fuegos artificiales. ¡Ver para creer! No he visto una combinación de luces, sonido y tradición más genial en mi vida. Y la quincena musical en septiembre, las regatas de la Concha y su prestigioso Festival Internacional de Cine. En diciembre, el día de Santo Tomás y otras muchas más actividades deportivo culturales durante todo el año.

Sé que me dejo muchas cosas de esta ciudad maravillosa que me tiene robado parte de mi corazón, pero tengo otra Mochila para contaros más cosas de ella y sus alrededores, así que me despido de mi Donostia, con un agur amigos, gero arte! (¡adiós, hasta luego!).

 

Imágenes: Peine de los Vientos, Kursaal, tradicional bar de pinchos, vista desde el monte Urgull (sansebastianturismo.com)

Hoy me invaden muchas emociones, recuerdos, experiencias y sensaciones, todas ellas agradables pues os tengo que hablar de uno de los lugares más hermosos del mundo, que he tenido la suerte de compartir y disfrutar durante toda mi vida: Donostia-San Sebastián.

Kike Sarasola