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‘Bistronomía’ gratificante en Gresca
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‘Bistronomía’ gratificante en Gresca

Todos tenemos nuestro motivo para lanzarnos a hacer una reserva en un restaurante. Todos buscamos algo. El tipo de cocina, el precio, el local… Les confieso

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‘Bistronomía’ gratificante en Gresca

Todos tenemos nuestro motivo para lanzarnos a hacer una reserva en un restaurante. Todos buscamos algo. El tipo de cocina, el precio, el local… Les confieso que en mi caso busco el trasfondo de las personas que hacen posible la experiencia. Busco la emoción, las razones y los objetivos del cocinero y su equipo al desarrollar un determinado plato. Busco una sala con un servicio cercano y amable que sepa trasladar el mensaje de la propuesta de forma sencilla. Busco un lugar donde estar a gusto, estar cómodo. Un lugar que esté a la altura –material o conceptual- de la cocina. También busco la emoción en los vinos, en la elección idónea según mi presupuesto, mis expectativas y mis deseos.

 

El restaurante GRESCA de Barcelona ejemplifica mucho de aquello que busco en un restaurante. Desparpajo y rigurosidad. Solvencia, cordura y sensatez por todos los frentes. Pero también altas dosis de profundidad emocional y conceptual.

 

Rafa Peña y Mireia Navarro abrieron GRESCA hace tres años y medio. El modelo de negocio que querían desarrollar era aparentemente sencillo: Un bistrot sin abigarradas etiquetas, pocas mesas, elaboraciones contemporáneas con máximo respeto al producto y un trato personalizado. Él se encargaría de la cocina, mientras ella haría lo propio con la sala, aunque contaran con algunas ayudas en momentos de mayor actividad. Un modelo que nos recuerda los primeros pasos del antiguo DIVERXO o LA TASQUITA DE ENFRENTE. También otros como EDULIS, LA BUENA VIDA o CALDENI. Artesanía y sentido común en estado puro. ¿Resultado? Una experiencia gastronómica de altura con unos precios de derribo.

 

Propuesta convincente y llena de sensatez

 

Desde entonces, la voz corrió por el Barcelona más goloso y se convirtió paulatinamente en una dirección de referencia para los amantes la bistronomía, una de las tendencias culinarias más en boga. Además, el efecto llamada del artículo publicado por el New York Times ha convertido GRESCA en una dirección imprescindible para extranjeros bien informados que visitan la Ciudad Condal y llenan a diario su comedor, especialmente en horarios diurnos.

 

¿Qué tiene este restaurante que engancha a los gastrónomos más avezados? Una cocina de largo recorrido que ejerce gustosa fascinación por los productos de temporada. Las mejores verduras y hortalizas, los pescados más deseables y las carnes más codiciadas. Por ejemplo, en estos primeros compases de la caza, las aves llenan su carta en forma de tórtola, pichón, torcaz, perdiz…

 

Con su impecable técnica, Rafa actualiza recetas clásicas en las que imprime su acento personal, como apreciamos en el San Pedro con crestas de gallo, el hígado de cabrito con samfaina o la fondue de verduras. Acertadísimas ejecuciones, cocciones y temperaturas en unos platos de raíces catalanas que no buscan saltos mortales ni triples tirabuzones.

 

En definitiva, GRESCA ofrece una cocina que juega inequívocamente con lo autóctono y que muestra a un cocinero vacunado contra la complacencia. Rafa Peña moldea recetas en base a una cocina prudente, bien engrasada y de caudoloso repertorio.

 

Producto, imaginación y precio

 

El ingenio de Rafa y Mireia, los ebanistas que aquí bregan, se traduce también en los precios. Sirva de ejemplo que por cincuenta euros el comensal podrá degustar un menú degustación que incluye nueve propuestas. Unos pases que aunque bien escandallados, no escatiman en ofrecer el mejor producto, independientemente de su coste (dentro de unos límites, claro está). Pues aquí lo tienen claro: más vale una gustosa sardina que un besugo de segunda.

 

A pesar de contar con una cocina de diminuto tamaño y exiguos recursos, el ritmo y el nivel de las elaboraciones es realmente sorprendente. No duden, tras acabar el menú, en asomarse  a la cocina para cerciorarse de que no es David Copperfield el que oficia entre fogones. Pero lo parece, pues los malabarismos parecen inviables si tenemos en cuenta la profundidad de los platos, sus composiciones y el trabajo de cada uno de los ingredientes.


Por último, comentarles que se llevarán otra agradable sorpresa con la carta de vinos. Trufada de referencias apropiadas, está sólidamente diseñada por el extrovertido y entrañable Ferrán Centelles, uno de los sumilleres de EL BULLI. De nuevo, precios comedidos y una franja de etiquetas por debajo de los 35€ sencillamente envidiable. Un lujo.

 

Les animo, queridos golosos, a visitar GRESCA. Una propuesta atípica por su vigencia, sensatez y sensibilidad. Como les decía al principio, uno de esos lugares donde encuentro mucho aquello de lo que busco al hacer una reserva. Espero que ustedes también lo encuentren.

 

 

GRESCA
Provenza, 230 – Barcelona

93. 451.61.93
CCM: 15,50/20
60€
A, V y AdV: AK Damm y Domaine des Comtes Lafon Monthélie 2004 (Mersault, Borgoña)

Todos tenemos nuestro motivo para lanzarnos a hacer una reserva en un restaurante. Todos buscamos algo. El tipo de cocina, el precio, el local… Les confieso que en mi caso busco el trasfondo de las personas que hacen posible la experiencia. Busco la emoción, las razones y los objetivos del cocinero y su equipo al desarrollar un determinado plato. Busco una sala con un servicio cercano y amable que sepa trasladar el mensaje de la propuesta de forma sencilla. Busco un lugar donde estar a gusto, estar cómodo. Un lugar que esté a la altura –material o conceptual- de la cocina. También busco la emoción en los vinos, en la elección idónea según mi presupuesto, mis expectativas y mis deseos.