Es noticia
Menú
El Flaco ha vuelto para quedarse
  1. Gastronomía
  2. Los Gastrogatos
Gato Jac

Los Gastrogatos

Por

El Flaco ha vuelto para quedarse

Tras una temporada ausente, Andy Boman, El Flaco, regresa a la gastronomía madrileña. Lo hace con influencias de la cocina fusión de su Estocolmo local y logra sorprender... y agradar

Foto: El Flaco
El Flaco

Para empezar a hablar de El Flaco, es preciso echar la vista atrás y referirse a un pequeño local de comida para llevar llamado Ginger Boy. Hace una década, pedir comida a domicilio en Madrid, más allá de pizzerías industriales y similares, era casi una odisea. Pequeños operadores casi 'amateurs' que no eran ninguna garantía de éxito ni por calidad o variedad de restaurantes (olviden los infinitos catálogos temáticos actuales), ni por la usabilidad (nada de 'apps' o pedidos por la web, sino teléfono puro y duro), ni siquiera por los envases que a duras pensar permitían que la comida llegase en una calidad aceptable. En ese desolador panorama, Ginger Boy, con su distribución propia de limitadísimo radio de reparto (algo que por cierto aún mantiene), ofrecía una cocina fresca y exótica, algo inédito en el Madrid de esos años. Sopas tailandesas, rollitos vietnamitas, 'satays' (brochetas) de pollo,…en definitiva, picantes, ácidos, hierbas aromáticas… Pues bien, Andy Boman, El Flaco,era el responsable de todo ese apetecible tinglado.

Años después y en plena crisis, seguramente ambicionando un proyecto con mayores aspiraciones, abrió el fallido Amasia (en el local que hoy ocupa el exitoso Bacira), que apenas duró unos meses y en el que, durante la única visita que este Gastrogato pudo hacer, no se encontró nada de lo que tanto hacía disfrutar en el proyecto anterior. Esos mismos rollitos ahora estaban reblandecidos, los sabores del resto de los platos eran planos…por algún motivo parecía la crónica de una muerte anunciada. Andy desapareció o al menos eso creíamos, ya que marchó temporalmente a su Estocolmo natal, hasta que hace apenas un par de mesesle descubrimos en este nuevo y agradable local en una zona, por decirlo de manera amable, 'fuera de circuito'.

Estocolmo es una ciudad apasionante en lo gastronómico, devota a partes iguales de la cocina de proximidad, del producto autóctono, de las grandes salas con servicios de alta escuela y, por supuesto, de la cocina fusión fruto de la inmigración. Parece que Andy ha tomado renovada inspiración de algunos de estos mimbres y ha vuelto a sorprender, mucho más incluso que en el primigenio Ginger Boy.

placeholder Divertida la pieza de pescado en El Flaco
Divertida la pieza de pescado en El Flaco

Carta muy corta (con algún fuera de carta) que uno es capaz de probar en apenas un par de visitas y en la que el nivel medio no baja del notable. Excepcional el 'satay' de pollo, con una adictiva salsa de cacahuete 'tuneada'. Magnífico igualmente el curry de magret de pato (impecable el punto de este último) y divertida la pieza de pescado del día (mucho mejor la dorada que el rodaballo), frita entera sacando los lomos, donde incluso las espinas pueden comerse acompañando una ensalada 'thai'.Tampoco podemos dejar de lado el 'bao' de panceta en caldo cantonés, sobresaliente, aunque la sobredosis de 'baos' que parecen inundar las cartas de muchos restaurantes hace que destaque menos entre el resto de la oferta. Si algún peropodemos ponerle es que el nivel de picante está excesivamente rebajado aunque si lo avisan, les servirán aparte una salsa de rocoto suficientemente 'alegre'para hacerles subir la temperatura corporal.

La carta de vinos es más que suficiente para un local de estas pretensiones, aunque si lo prefieren, pregunten por los diferentes tipos de cerveza disponibles.

Merece la detenerse en el servicio, de extraordinario amabilidad y formado, al menos en parte, en sitios 'de moda', de esos de aforo completo continuo y mucha gente que aparece en las revistas. En un local mucho más relajado aunque con un nivel culinario muy superior al de aquellos, el personal de mesa se luce y ayuda a redondear la experiencia.

Si piensan que todo lo anterior es caro, no lo es, y más si son capaces de brujulear en alguna página de descuentos que imagino usarán coyunturalmente durante las primeras semanas de existencia, ya que en ese caso la factura final provocará carcajadas.

No lo duden, llamen ya mismo, mánchense las manos y disfruten de El Flaco como yo lo he hecho estos días.

¿Tienes un dispositivo móviliOSoAndroid?Descarga la APP de Vanitatis en tu teléfono o tablet y no te pierdas nuestros consejos de moda, belleza y estilo de vida. Para iOS,pincha aquí,y para Android,aquí.

Para empezar a hablar de El Flaco, es preciso echar la vista atrás y referirse a un pequeño local de comida para llevar llamado Ginger Boy. Hace una década, pedir comida a domicilio en Madrid, más allá de pizzerías industriales y similares, era casi una odisea. Pequeños operadores casi 'amateurs' que no eran ninguna garantía de éxito ni por calidad o variedad de restaurantes (olviden los infinitos catálogos temáticos actuales), ni por la usabilidad (nada de 'apps' o pedidos por la web, sino teléfono puro y duro), ni siquiera por los envases que a duras pensar permitían que la comida llegase en una calidad aceptable. En ese desolador panorama, Ginger Boy, con su distribución propia de limitadísimo radio de reparto (algo que por cierto aún mantiene), ofrecía una cocina fresca y exótica, algo inédito en el Madrid de esos años. Sopas tailandesas, rollitos vietnamitas, 'satays' (brochetas) de pollo,…en definitiva, picantes, ácidos, hierbas aromáticas… Pues bien, Andy Boman, El Flaco,era el responsable de todo ese apetecible tinglado.