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Habanera: cuando el barman y el DJ se juntan en la cocina
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Habanera: cuando el barman y el DJ se juntan en la cocina

Restaurante con barra de cócteles, coctelería con DJ y cocina… Difícil clasificar un proyecto como este

Foto: Habanera
Habanera

Uno no puede evitar sentir cierta nostalgia de Riofrío y pensar, que veinte años atrás, era prácticamente la única opción disponible en Madrid un domingo por la tarde para tomar un combinado o picar algo a horas intempestivas. Ahora, el inmenso local que lo alojabase ha convertido en un apabullante sitio de ocio difícil de etiquetar. Difícil porque no sería capaz de decirles si es un restaurante, una enorme coctelería, un centro social o todo junto y por ese motivo esta semana no podemos valorar el resultado final de la misma forma que de cualquier restaurante que pasa por estas líneas.

Lo cierto es que los mimbres de Habanera son dignos de destacar:cogemos la experiencia en 'it places'de los dueños del Grupo Larrumba (seguro que nombres como Pipa&Co les suenan más), añadimos la habilidad de gestión de Hussi Istambuli (ex de La Gabinoteca) y ponemos a cargo de la barra a Carlos Moreno (ex O'Clock y ex StreetXO entre otros). Aliñen con un buen puñado de euros en decoración y una infinita capacidad de relaciones públicas del grupo y el éxito estará asegurado.

Un viernes por la noche, aforo completo,que en un local de esta magnitud se traduce en 450 cubiertos. Impresionante. Al haber reservado con muchas semanas de antelación, nos hacemos con la que debe ser la mesa más tranquila de la planta baja, lo cual no garantiza ni un nivel sonoro compatible con una conversación normal ni que no debamos tirar de la luz del teléfono para descifrar la amplia carta del local. Desde picoteos informales (La Vermutería, la llaman) hasta platos que con desigual resultado salen de la enorme cocina y que cuentan, al menos en el diseño, con el asesoramiento de Javier Estévez (La Tasquería).

Con ganas de probar muchas cosas, pedimos de manera ecléctica platos como las medias limas con ceviche de salmón que, estando bien, se hacen con salmón ahumado. Tampoco están mal los saquitos de arroz a la cubana o la 'stracciatella' trufada con tomates semisecos y rúcula (con esto es difícil fallar). Pinchazo con un atún rojo “vuelta y vuelta” con crema de Idiazábal que no es sino un insípido tartar marcado en plancha y que debería nombrarse como tal. Como hacía frío, nos atrevimos también con los calamares en su tinta con arroz, muy faltos de 'mimo'en forma de sofrito y tiempo de cocción. A estas alturas no esperábamos demasiado de los canelones de carrillera con puré de boniato y, ¡oh!, craso error porque eran magníficos y nos hace pensar que la mano 'tasquera'se ve solo en los platos de este tipo que hay en la carta.

Pasamos de postres porque a esas alturas el DJ comenzaba a caldear el local y el cuerpo pedía cócteles; impresionante ver cómo Carlos Moreno encabeza una barra con una decena de personas y muchos clientes que esperan algo más que el 'gin-tonic' ajardinado que sirven en la mayoría de locales de este tipo. Aquí no, la carta de combinados se parece mucho a la de sus anteriores negocios, pero evidentemente no se puede poner el mismo entusiasmo cuando se preparan un par de combinados en diez minutos que cuando deben salir cien en el mismo tiempo. Aun así, no están nada mal y destacan sobre la mayoría de locales de moda al uso.

Carta de vinos “sin clasificar” poblada de los verdejos de moda con nombres rimbombantes, servicio muy joven aunque sorprendentemente eficaz para la dimensión del reto que deben afrontar cada día (se nota la mano de Hussi…) y precios que me parecieron suaves tratándose del tipo de local que es.

A estas alturas uno ya no sabe si ha venido a cenar y después tomar una copa, si ha venido a encontrarse con lo que los cursis llaman 'gente guapa'o si nos apetecía un combinado mientras tomábamos algo sólido a una hora en la que la mayoría de los restaurantes de Madrid ya han cerrado sus cocinas.

No será un local de peregrinación gastronómica, pero si quieren pasárselo bien y además tienen hambre y sed, déjense caer por allí y entenderán de lo que les hablo.

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Uno no puede evitar sentir cierta nostalgia de Riofrío y pensar, que veinte años atrás, era prácticamente la única opción disponible en Madrid un domingo por la tarde para tomar un combinado o picar algo a horas intempestivas. Ahora, el inmenso local que lo alojabase ha convertido en un apabullante sitio de ocio difícil de etiquetar. Difícil porque no sería capaz de decirles si es un restaurante, una enorme coctelería, un centro social o todo junto y por ese motivo esta semana no podemos valorar el resultado final de la misma forma que de cualquier restaurante que pasa por estas líneas.

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