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Latasia y Taramara: el espíritu de Sudestada sigue entre nosotros
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Latasia y Taramara: el espíritu de Sudestada sigue entre nosotros

Para los que añoramos Sudestada y lamentamos su cierre, encontramos consuelo en Latasia y su nuevo hermano pequeño, Taramara. Un proyecto con propuestas realmente interesantes

Foto: Latasia.
Latasia.

Sudestada ha cerrado. Empezar la crónica de un restaurante hablando de otro, que además acaba de cerrar, puede resultar raro. Déjenme explicarles. Hace casi década y media, en un local de la calle Modesto Lafuente, diminuto, mal insonorizado y con un problema serio de olores, Pablo Giudice y Estanis Carenzo 'rompían' la gastronomía madrileña trayendo a nuestra ciudad muestras de la mejor cocina del sudeste asiático. Recuerden que en esa época no había un 'panasiático' en cada esquina, ni existían las redes sociales en las que contemplábamos los viajes de nuestros amigos (o desconocidos) más aventureros por Vietnam, Camboya o Tailandia y, por lo tanto, platos como los curris verdes, nem o phô bo eran algo completamente desconocido para la mayoría. Ni siquiera Diverxo existía en esa época. La calidad y exotismo de la propuesta hicieron que rápidamente se extendiese el boca a oreja entre los más forofos hasta llegar a ser una de las mesas más cotizadas de la ciudad. Ampliaron negocio, se mudaron a Ponzano y en años venideros fueron la inspiración de otros muchos restaurantes, generalmente con escaso interés, que intentaban replicar platos con el mismo rigor que Jamie Oliver fusila nuestra paella. Mantenerse en liza tanto tiempo no es nada fácil y finalmente el cierre sobrevino a finales del pasado año. Apenas un puñado de los que nacieron en estos últimos años alberga propuestas de calidad. Vietnam (precisamente con un ex-Sudestada en los fogones), Bacira o El Flaco, pero ninguno de ellos tenía un planteamiento que nos recordase tanto al Sudestada original como este Latasia.

placeholder Latasia.
Latasia.

En la parte alta del paseo de la Castellana y en una sala sencilla y hasta cierto punto incómoda, se puede disfrutar, igual que lo hicimos tantas veces en el extinto local de la calle Ponzano. Carta corta, quizás demasiado, que a poco que se junten 4 o 5 comensales con apetito superior a la media son capaces de peinar de arriba abajo.

Es magnífica la ensaladilla con camarón seco y tobiko (apunten una más para los rankings), como magníficos son los dim-sum de conejo de monte al ajillo, con un fondo bien trabajado y que deberían añadir con mucha más profusión, para mojar pan. Muy bien, aunque le restaríamos algo de cocción (al vacío, suponemos) la panceta confitada y glaseada en bourbon coreano. Salimos de Asia con un notable ceviche de corvina y regresamos, por todo lo alto, con el excelso curry hindú de albóndigas (¿les suena el curry rojo de albóndigas de vaca vieja?). Estupendos y adictivos son también los saam de alitas deshuesadas. Ninguno de los platos baja del notable y a diferencia de lo que ocurre en muchos locales de este tipo, los postres merecen la pena, especialmente el muy goloso 'latasino' de chocolate en texturas o la torrija con helado de caramelo salado.

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Latasia.

Carta de vinos corta pero suficiente, siempre que no se prefiera la cerveza para lidiar con dulces, ácidos y picantes. Solo echamos de menos una zona más informal en la que poder resolver una comida rápida, algo que afortunadamente podremos hacer siempre que nos desplacemos fuera del perímetro de la M-30 y conozcamos su hermano menor, Taramara. Hermano menor relativo porque aquí el local es apabullante y aunque la carta no es exactamente la misma (coincidimos con la ensaladilla y la panceta pero probamos también unos estupendos tacos de brisket, bien ahumados) y el enfoque de cocina sea quizás algo menos ambicioso, es tan recomendable como su hermano mayor.

placeholder Latasia y Taramara.
Latasia y Taramara.

Latasia. Paseo de las Castellana, 115. Madrid. 91 555 93 33.

Taramara. Avenida de los Arces, 11. Madrid. 910 581 121.

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Sudestada ha cerrado. Empezar la crónica de un restaurante hablando de otro, que además acaba de cerrar, puede resultar raro. Déjenme explicarles. Hace casi década y media, en un local de la calle Modesto Lafuente, diminuto, mal insonorizado y con un problema serio de olores, Pablo Giudice y Estanis Carenzo 'rompían' la gastronomía madrileña trayendo a nuestra ciudad muestras de la mejor cocina del sudeste asiático. Recuerden que en esa época no había un 'panasiático' en cada esquina, ni existían las redes sociales en las que contemplábamos los viajes de nuestros amigos (o desconocidos) más aventureros por Vietnam, Camboya o Tailandia y, por lo tanto, platos como los curris verdes, nem o phô bo eran algo completamente desconocido para la mayoría. Ni siquiera Diverxo existía en esa época. La calidad y exotismo de la propuesta hicieron que rápidamente se extendiese el boca a oreja entre los más forofos hasta llegar a ser una de las mesas más cotizadas de la ciudad. Ampliaron negocio, se mudaron a Ponzano y en años venideros fueron la inspiración de otros muchos restaurantes, generalmente con escaso interés, que intentaban replicar platos con el mismo rigor que Jamie Oliver fusila nuestra paella. Mantenerse en liza tanto tiempo no es nada fácil y finalmente el cierre sobrevino a finales del pasado año. Apenas un puñado de los que nacieron en estos últimos años alberga propuestas de calidad. Vietnam (precisamente con un ex-Sudestada en los fogones), Bacira o El Flaco, pero ninguno de ellos tenía un planteamiento que nos recordase tanto al Sudestada original como este Latasia.

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